22 abr 2014

¿Por qué hicieron algo así con el Joven León?

Jaime Lannister, the Kingslayer.
Llevo literalmente semanas escribiendo mi opinión sobre Tormenta de Espadas, el tercer libro de la saga Canción de Hielo y Fuego de George R. R. Martin y estoy en el umbral de lo que podría considerarse un crimen: el artículo en cuestión va por la página doce y a estar alturas ya no le veo fin. ¿Lo ven? de vez en cuando me dan esos ataques inspiracionales mezclados con pensamientos de fan incondicional y esto es lo que sucede. El post se convirtió en algo kilométrico porque he cometido el atrevimiento de verter mi opinión general de cada uno de los personajes cuyos puntos de vista son mostrados en este volumen (en total son diez) y ayer mismo estaba por redactar mis más sinceros respetos —y una pizca nada despreciable de admiración— hacia un personaje que suele ser despreciado desde antes de abrir la boca. Irónicamente sería encabezado por un subtítulo a la altura de las circunstancias: La redención de un regicida. ¡Pues nada papanatas! He decidido posponer mi escritura para un mejor momento, quizá cuando las aguas turbias se tranquilicen un poco y el sabor de la saliva no me sepa tan amargo por culpa de la bilis que se me sube por el esófago cada vez que pienso en él.

En este momento Jaime Lannister me produce un profundo asco.  

Ahora permítanme explicarme un poquito mejor, que este es mi blog, está desierto y sólo se escucha al viento soplar:

Yo suelo ser bastan comprensible con las adaptaciones libro-televisión y/o película, en serio. Soy la tolerancia andante. Entiendo que ciertos aspectos se deban modificar para trasladas algo del papel a la pantalla y que se vuelva funcional a largo plazo —además de rentable, claro—, sobre todo porque están dirigidos a públicos totalmente diferentes. De hecho, me parece estúpidamente molesto escuchar esos comentarios infantiles con su respectivo buzón de quejas sobre la omisión, cambio o invención de alguna que otra escena específica (yo también he tenido mis deslices). Para gustos los colores, ¿verdad?

Punto y aparte. (SPOILER POR TODO LO ALTO,  EH).

Tyrion diciéndole a su hermano que la vida a veces es perra.
Está de sobras decir que Game Of Thrones es una maravillosa adaptación televisiva de una de las sagas modernas más extraordinarias y complicadas que ha parido la literatura universal en las últimas décadas, y sólo por eso merece un reconocimiento expreso. Ya sabemos que la HBO se divierte de lo lindo llevando las cosas a otro nivel, acostumbrándonos en el proceso a la alta calidad y a los ínfimos errores, pero hay veces que se les zafa un tornillo y somos testigos de alguna de esas escenas que descuadran el panorama porque están totalmente fuera de lugar. Mal-adaptadas es la palabra, pero ni siquiera sé si esto sirve como una definición. En el tercer episodio de la cuarta temporada de la serie, que se trasmitió este domingo, ha sucedido algo como lo que he mencionado, y descoloca tanto que he decidido darle un respiro a la serie de televisión después del capítulo que sigue porque siento que me ahogo feo (sigo albergando la esperanza que la amargura se me pase después de ver Oathkeeper 04x04 tomando en cuenta que el título lo involucra también a él, pero habrá que esperar para comprobarlo).

Los creadores de la serie han hecho una maravillosa adaptación del arco de Jaime Lannister y su viaje de regreso a Desembarco del Rey después de durar meses secuestrado por los Stark; pero no me apetece hablar de ello aquí porque eso se leerá en el post que —algún día— publicaré. Así que no está de más decir que esa específica estructura narrativa fue tan bien llevada a la pantalla que incluso la valoré más ahí que en Tormenta de Espadas, y eso es decir muchísimo. Pero, así como han tardado una temporada entera para reconstruir con delicadeza la moral de un personaje generalmente visto como un egoísta engreído, han tardado menos de dos minutos en enterrar sobre toneladas de estiércol todo lo que ellos mismos adaptaron con empeño. En una fracción ínfima de tiempo lograron transformar a Jaime en un monstruoso ogro sin escrúpulos por puro capricho y morbo pudiendo hacer cierta escena de otra manera, porque, hasta donde yo sé, hay una inmensa diferencia entre sexo consentido y abuso sexual. Basándonos en eso, no hay justificación aceptable para la que vimos el domingo pasado (de hecho sí hay una justificación, pero hablaré de eso más adelante).

Aquí es donde aparece aquello que tanto detesto en la vida: Esto no aparece el libro. O más específico: Así no aparece en el libro. Y yo, que voy por la vida tratando de no reparar en esta clase de cosas, no he podido evitar justificar la frase, sobre todo por la forma en la que tuerce al personaje de la serie televisiva y cambia drásticamente el significado de ese mismo momento en la saga.

De regreso a casa.
El asunto en Tormenta de Espadas estuvo así: Jaime Lannister regresa a Desembarco del Rey después de un agónico viaje en el cual lo trataron peor que la mierda. Patearon su dignidad, lo denigraron como ser humano y para rematar le cortaron su mano derecha, la mano de su espada, aquella que usó para matar a Aerys II y arrojar al príncipe Bran por la ventana. En aquellos momentos de humillación tiene una especie de absolución por parte del lector, no por lástima ni por las vejaciones sufridas, sino por un específico suceso ocurrido en los baños de Harrenhal donde se sincera con la última persona que creíamos posible (de eso hablaré en el otro post). Sin embargo, quiero que quede constancia de ello, el Matarreyes justifica su acción y, nosotros como lectores, entendemos la terrible decisión que tomó al usar su espada en contra de sus propios principios como sacrificio por un bien mayor, aun ha sabiendas que eso podría costarle la vida y de paso su reputación.

Cuando Jaime regresa a casa las cosas han cambiado para mal: ni él es el mismo, ni se siente seguro con el entorno que encuentra. El mundo continuó su curso aun en su ausencia. Además de eso, la ciudad está de luto: el rey ha muerto (algo que él ya sabía) y está siendo velado en el septón real, así que lo primero que hace es dirigirse al lugar donde sabía que podría encontrar a su hermana. Cersei está ahí, rezando por su hijo asesinado. Después de una breve conversación entre ambos sobre la muerte del niño rey, la venganza, la petición de asesinato que ella le hace a él y sobre quién le cortó la mano, deciden tener sexo. Al principio Cersei intenta detener a Jaime por miedo a los dioses, a su padre o a cualquiera que pudiera entrar y verlos, junto con todo lo que se les vendría encima si supieran del incesto entre ellos; pero al final accede y al parecer la urgida también era ella, aunque después no encuentra la forma de quitárselo de encima. Hasta ahí todo bien. Sexo pecaminoso pero consentido.

Cersei & Jaime Lannister.
En la cuarta temporada de Game Of Thrones esta específica escena se trasforma en algo grotesco porque fue montada de tal manera que parece una violación. Jaime llega a Desembarco del Rey antes de la muerte de Joffrey —de hecho, antes de la boda donde muere envenenado—. Tiene el tiempo suficiente para adaptarse al entorno, reincorporarse a la Guardia Real, conseguir una mano de oro cortesía de Cersei y entrenar con la espada a las orillas del mar. En la serie, Joffrey es velado en el Gran Septo de Baelor y Jaime manda a la fregada a todo el mundo para quedarse a solas con su hermana. La conversación que tienen ahí es más o menos parecida a la del libro sólo que, bueno, Jaime sí supo cómo murió su hijo y de qué manera los reflectores apuntaban a Tyrion de forma demasiado explicita. Sin embargo, el beso que se dan y que a su vez desencadena en el acto sexual (que en libro corre a cargo de ella) aquí es interrumpido cuando Jaime pone su mano de oro en el hombro de Cersei. Ella se aparta con una mueca de asco al ver el objeto dorado que ella misma le mandó hacer. Ésta fue la segunda vez que lo rechaza desde su regreso; la primera ocurrió en las habitaciones de la reina, precisamente cuando él recibe la mano. En este punto, Jaime se sorprende por unos segundos ante la actitud de su hermana y ese estupor desencadena en un acto violento: “Eres una mujer odiosa. ¿Por qué los dioses me hicieron amar a una mujer odiosa?” y a partir de ahí ya no la suelta; le arranca la parte del vestido, la empuja ante el cuerpo de su hijo muerto, la hace caer de rodillas, y la tumba sobre el suelo mientras ella le decía que eso no estaba bien y le golpeaba en el pecho tratando de quitárselo de encima, pero él jamás la escuchó.

Los involucrados en la serie dicen que eso fue sexo consentido no una violación, ¡pues qué maravilla, eh! Pero no lo parece. Y si no lo parece, de nada sirve que los creadores salgan a dar explicaciones sobre la escena porque basta con verla otra vez para que me vuelva a resultar repugnante, junto con el propio Jaime Lannister (es que ni siquiera puedo verlo un minuto sin que me hierva la sangre). El problema aquí son los diálogos, las palabras de ambos. Es verdad que ella le devuelve los besos, es verdad que no pone demasiado empeño en quitárselo de encima teniendo él sólo una mano, es verdad que ella pone sus piernas alrededor de él pero, ¿por qué no hay ni un solo dialogo que justifique el sexo consentido? Una palabra de ella y tres milímetros menos de rencor en la voz de él habría sido suficiente para que no resultara un montaje tan sufrido que nos orille a apartar la vista de la pantalla. Cersei sollozaba, sufría, lo golpeaba, le apartaba la cara, mientras le decía “no lo hagas, no está bien” y él respondía “¡NO ME IMPORTA!”. En el libro esto no resulta tan repugnante porque ella lo acepta. Después de estar tanto tiempo separados lo primero que quieren hacer es tener sexo y después enterrar al hijo nacido del pecado, es lógico, ¿no?

Quiero creer que la escena está mal montada en ese sentido, que fue un desliz en medio de un mundo cruel y que tal cosa no pasará a mayores, pero en este preciso momento todo el respeto que Jaime se había ganado a pulso y con justa razón a lo largo de la tercera temporada se ha ido totalmente por la borda. ¡Se supone que había cambiado! Por eso la escena del septón en el libro no causa tanta molestia, el tipo está hambriento y punto, pero su moralidad sigue ahí, intacta.

Jaime Lannister by TeilKu.
George R. R. Martin (que es la opinión que más me interesa) ha expresado unas palabras muy diplomáticas al respecto, al fin y al cabo ese es su trabajo. Mi punto aquí es que no había necesidad de mostrar así una escena tan crucial para un personaje que apenas ayer acabada de granjearse la simpatía de gente que tanto lo aborrecía y ahora vomitan sobre sus pies por tanta grosería. La única justificación que podría encontrar aquí es que esta específica escena tenga relevancia en un futuro lejano y que, de alguna u otra manera, influya en la vida de Cersei y Jaime, o en la decisión que en algún punto tomarán, porque es precisamente aquí donde comienza el principio del fin de su relación.

Aun tengo fe en la serie, sería absurdo que esto me hiciera abandonarla. No soy tan drama queen como para hacer eso. Pero sí me decepcionó algo, sobre todo por tratarse de un personaje que no merecía sufrir ese revés en su personalidad después de todo lo que había avanzado. He aceptado esos serios cambios en la adaptación televisiva: desde esos matices en la personalidad de Cersei que no terminar de encajar bien, hasta lo petarda e insufrible que me resulta Shae cada vez que aparece en pantalla, incluso he aceptado las detestables escenas de tortura hacia Theon la temporada que hemos dejado atrás. También sé que Game Of Thrones no es una brújula moral; hace algunos días lo mencioné en Twitter. Pero cuando tú tomas a un personaje tan especial (porque las circunstancias así lo han hecho) haces algo extraordinario con él llevándolo a una evolución que hasta cierto punto lo indulte por las atrocidades hechas en el pasado, nos convences que ha cambiado y luego pierde el control por cinco segundos y comete estos arrebatos de locura que no van con su personalidad ni con su cambio, no me pidas que lo acepte así sin más porque no podría. La empatía no funciona de esa manera.

Ahora, me gustaría saber qué opina Brienne de Tarth al respecto. Sí, sí, esa mujer a la que precisamente Jaime Lannister salvó de una violación y con el paso de los días forjó una relación de profunda admiración y respeto compartido.

Adiós, les juro que no estoy molesta, eh. 


20 abr 2014

COSMOS: A Spacetime Odysse (primeras impresiones)


Éste domingo se estrenó el séptimo episodio del rameke de Cosmos, aquella serie documental que hace más de tres décadas el astrofísico Carl Sagan se encargó de grabar en la retina de los ojos y la memoria a toda una generación. Lejos de la comparación entre ambos trabajos y anfitriones, lejos de la absurda idea de saber que existe un abismo de treinta años entre una y otra, y de los avances tecnológicos en cuanto a efectos especiales se refiere, personalmente creo que la nueva versión cumple su cometido e incluso supera mis expectativas. Con esto último no quiero decir que supera a su original, ni siquiera me he molestado en compararlas a pesar de que suelo ver el episodio en turno de Sagan antes de Neil DeGrasse Tyson, sin embargo suelo enfocarme en los avances que ha habido en cuento a investigación científica desde entonces (nuevos descubrimientos, hipótesis, etc) que en el hecho de ver cuál supera a cuál.

Salvando las distancias, encuentro Cosmos demasiado atractiva y vivaz, ahogada en color y sumida en un universo entero de nuevos descubrimientos. Con una banda sonora que aviva cada momento y cada imagen y la convierte en protagonista, pero lejísimo también de la nostalgia que brotaba del tema principal de la otra serie, donde Vangelis aportaba esa melodía que calaba tanto en la mente y de paso se quedaba grabada en piedra en el corazón (y luego pones ese tema junto a Un Punto Azul Pálido con la voz del fallecido científico y sufres una bofetada de realidad difícil de digerir y de olvidar. ÉPICO hasta decir basta). Hablando de manera general COSMOS: A Spacetime Odyssey cumple su propósito con creces: sirve para avivar en el espectador las ansias de saber, la curiosidad para entender lo que nos rodea; todo lo que fue, todo lo que es y todo lo que será, como postulaba Sagan para definir la palabra que le daba título a su obra. Pobre de aquel que piense que esto es la ciencia hecha documental; no lo es, y está a eones de serlo. Jamás ha sido ese su objetivo, que para eso existen otros medios y otras formas. El punto del show es ser un enganche que despierta en ti la necesidad de preguntarte cómo funciona el mundo y utilizarlo como trampolín para conocer un campo mucho más amplio. No está ahí para resolver todas tus dudas, ni mucho menos para resumir a la ciencia misma (demasiado amplia, demasiado complicada; escases de tiempo). Pero si acaso sirve para avivar un poco la llama del saber COSMOS se justifica por sí sola, no más de lo que se justificaría cualquier otro programa documental con bases sólidas y un equipo dedicado y entregado a la tarea de la divulgación científica como estandarte del conocimiento humano, pero el hecho de que sea un remake, aporta sobre sus hombros un peso difícil de llevar.


Ese otro factor es decisivo a la hora de formarse una idea general del programa, y también depende muchísimo de qué sector de la población vea el show, que bien podríamos cometer la grosería de dividirlos en sólo tres grupos: científicos, público en general y personas religiosas. Me incluyo en lo segundo, la fracción más amplia de televidentes que generalmente han tenido una opinión positiva y un tanto lineal del documental: lo entendemos, nos parece atractivo, nos hemos maravillado y empequeñecido al compas de nuestra propia fragilidad (que levante la mano quien no haya sentido las entrañas contraídas ante la pequeñez de nuestro mundo y el lugar que ocupamos en una galaxia, imposible de ubicar en el mar infinito que compone el universo). Sólo llevamos seis episodios a nuestras espaldas y la ronda de aplausos ya es demasiado fuerte, demasiado alta. Al público en general le ha gustado. Pero no podemos ignorar a los otros dos sectores, igual de importantes cuya opinión vale su peso en oro.

Aquí es donde vale la pena volver a recordar que COSMOS: A Spacetime Odyssey es la versión actualizada y renovada de la serie de 1980 llamada Cosmos: A Personal Voyage, creada por el propio Sagan, su esposa Ann Druyan y el astrofísico Steven Soter. El show fue trasmitido por la cadena PBS y consistió en 13 episodios de 60 minutos de duración. El remake regresa con dos de sus tres creadores originales (Sagan falleció en 1996) y como presentador Neil deGrasse Tyson erguido sobre los cimientos de un divulgador difícil de superar. Sin embargo, deGrasse no busca llenar el vacío de Sagan, ni eclipsarlo —y ya ni mencionar superarlo—, sino que se posicione a su lado, en un recoveco donde ambos logran brillar con luz propia. Los guiños al científico fallecido están ahí y son evidentes, desde el diente de león que da comienzo a la serie hasta la experiencia tiernamente personal que deGrasse Tyson comparte durante el cierre del primer episodio y continua con el siguiente, donde se condensa la evolución humana a lo largo de milenios en sólo 40 ínfimos segundos.


La mayoría de los espectadores no somos científicos, independientemente si somos atraídos por la ciencia de forma voluntaria y curiosa, estamos lejos de los estándares y conocimientos específicos que cada profesional conoce sobre su campo, es quizás aquí donde Cosmos da su primer tropezón, sin necesidad alguna de caer o trastabillar más de lo necesario: muchos niños y jóvenes se enamoraron de la ciencia en la lejana década de los 80’s con la voz cadente de Sagan como música de fondo. Vivieron y sintieron la serie original de tal forma que decidieron superarse para dedicar su vida a este mundo de divulgación y descubrimientos; algunos de ellos ahora se preguntas si Neil deGrasse Tyson será capaz de enamorar a toda una generación en un mundo tecnológicamente globalizado donde la parilla televisiva no suele dedicar demasiado espacio e importancia a documentales como este. Sin embargo, la esperanza se sostiene: la nueva versión de Cosmos fue estrenada simultáneamente en diversos canales de televisión y en más de 100 países distintos; y los rating de audiencia han sido más que aceptables. ¿Pero qué pasa? La ciencia se defiende por sí sola y también los científicos se critican entre ellos, si cometes un error son ellos los primeros en señalártelo y no se quedarán callado precisamente porque, a estas alturas, la ciencia no sólo es vapuleada por prejuicios, ignorancias y malos entendidos sino por personas que no desean jamás comprenderla. De esta manera, las mejores críticas que yo le puedo encontrar a esta serie son aquellas que provienen de científicos y divulgadores. Si a uno, como espectador promedio, le gusta lo que ve en pantalla y se alimenta totalmente de toda esa información que brota de cada episodio, es de agradecer que venga alguien y te diga sin pena de por medio “esto está bien, pero esto no tanto” “Esto es exagerado y esto es innecesario”, ¡eso es lo maravilloso de la ciencia!

Dos de las primeras opiniones con las que me topé fueron la de Francisco R. Villatoro y la de Daniel Marín, ambos colaboradores de la web de divulgación Naukas (antes Amazing.es), publicadas el mismo día pero cuya opinión difiere. Mientras que a Francisco le decepcionó el primer capítulo, a Daniel le gustó. Quizá vale la pena leer los artículos para conocer los motivos específicos de cada uno y de paso darse el tiempo de llegar hasta los comentarios, que resultan por demás interesantes y sirven para tener una idea más general de la opinión de los espectadores. Al día siguiente, el blog Scientia de Jose Manuel López Nicolás nos regalaba, no su opinión personal, sino la de una blogger que cumplía tres condiciones específicas para que diera su punto de vista desde la perspectiva de alguien alejada del mundo de la ciencia y la divulgación, el artículo vale cada renglón con todo y sus 27 comentarios. Mientras que Villatoro se preguntaba lo mismo que muchos otros sobre la decisión de elegir a Giordano Bruno como una especie de mártir de la ciencia, Mauricio-José Schwarz explicaba en Facebook al pueblo llano el motivo sobre el mismo tema. Y aunque no he visto el tercer episodio del nuevo Cosmos (¡pena ajena, lo sé!), César Tomé habla de la injusticia que el programa comete con otro personaje, Robert Hook.

Me gusta eso, me gusta que exista esa efervescencia y esa necesidad de señalar aquello que no nos parece correcto. Son esta clase de cosas las que yo no hubiera sido capaz de reparar y probablemente las habría pasado de largo. Si hacemos una pequeña búsqueda en Google encontraremos también una lluvia de review de los más diversos y enriquecedores. También he leído por ahí una constante: el programa de Sagan era más íntimo, y deGrasse Tyson se queda corto a la hora de interpretar un guión. Personalmente concuerdo con ambos detalles. La intimidad que se respira en los episodios de hace treinta años es innegables, se cuela entre escena y escena con más nostalgia que inquietud, pero el título también lo expresa de esa manera (un viaje personal) y siempre he sentido que la figura de aquel Cosmos es acaparada en su totalidad por el propio Sagan. Él es el programa; ese es su legado. El nuevo Cosmos tiene como presentador a deGrasse Tyson pero sólo como eso, como presentador, como el guía turístico de nuestra odisea en el espacio-tiempo, cuya travesía fue trazada por los dos colegas de Sagan; pero hasta ahí.


En la serie de hace tres décadas el viaje no es sólo personal sino privado, ¿o sólo soy yo quien ha sentido eso? Hay una sensación extraña de sentir que en la Nave de la Imaginación sólo va Sagan y voy yo. Y en la nueva versión la experiencia adquiere matices multitudinarios, va Tyson, voy yo, vas tú, y la humanidad entera subida en aquel vehículo espacial. Respecto al guión sucede lo mismo, el estilo narrativo de Sagan, su cadencia al hablar, su color de voz y sobre todo, el hecho de formar parte activa de la producción del show le da esa seguridad y esa valía a la hora de pararse frente a la cámara y hablar; es normal entonces percatarnos de ese extraño estilo que notamos en deGrasse Tyson cuando le conocemos fuera de cámara y de guión. El Neil que no reparaba en señalar los fallos de Gravity, o decirle a James Cameron que el cielo de la película Titanic (1997) era erróneo, no es el mismo que vemos en el programa. Su tono al hablar, sus gesticulaciones, su sentido del humor, me atrevería incluso a mencionar su rebeldía, no están presentes porque hay un reglamento y formato a seguir muy distinto al de una charla, un foro o una conferencia; no existe la misma libertad en televisión que en una plática y los estándares de una y otra cosa varían. La personalidad jovial e inquieta de Neil hace más evidente esto que lo que lo haría la del propio Carl.  

La opinión religiosa es punto y aparte; se mueve por terrenos más delicados que la ciencia, e incluso me atrevería a decir que más susceptibles. El primer episodio levantó dos polémicas generales 1) la omisión total de Dios en la creación del Universo y 2) la peculiar forma de mostrar a la Iglesia Católica durante el juicio de Giordano Bruno. El segundo episodio se centró en la evolución de las especies (y por lo tanto en la evolución humana), teoría que a estas alturas ya es un hecho y cuyas evidencias están a la vista de todos, pero que sin embargo, muchos se niegan a creerla; algunos por considerarla aberrante.

Twitter, como plataforma de comunicación instantánea, nos sirvió para conocer de manera inmediata la opinión que muchos estaban teniendo con el primer episodio de la serie, Standing Up in the Milky Way. La ausencia del nombre de Dios se coló con indignación entre aquellos televidentes que vieron el episodio como una grosería a sus creencias al omitir algo tan importante para ellos. Sin embargo, ni la teoría del Big Bang ni mucho menos la teoría de los multiversos postulan la existencia y acción de un ser superior como creación del cosmos, principalmente porque ese no es el objetivo de ninguna de ellas, entonces ¿para qué mencionar algo que no sirve para explicar cómo se originó este universo y otros (si es que existen)?

El caso de Giordano Bruno es tan delicado como interesante: el (mal llamado) mártir de las ideas heliocéntricas, o más bien de la libertad religiosa, fue quemado por órdenes del Santo Oficio en un auto de fe llevado a cabo en el Campo de las Flores en Roma, Italia después de pasar ocho años en prisión. Fue acusado de diversos cargos, entre ellos tener opiniones en contra de la fe católica, la Trinidad, Cristo y la virgen María; de decir que existen múltiples mundos y también por brujería. Cuando le ofrecieron besar un crucifijo, minutos antes de ser quemado en la hoguera vivo (generalmente primero los mataban y luego quemaban el cuerpo), éste lo rechazó y señaló que moriría como un mártir y su alma subiría con el fuego al Paraíso. Sin embargo, para entender la condena de Bruno habría que conocer su historia y ahondar en los tiempos en los que fue juzgado. Actualmente se yergue una estatua de él en el mismo lugar donde fue quemado, y la Iglesia Católica rara vez le menciona. Pero al igual que sucedió con la condena de Galileo Galilei, la disculpa general (nunca especificada, ni personal) la hizo Juan Pablo II en el año 2000, por la muerte de prominentes científicos y filósofos muertos por causa de la Inquisición, 400 años después de la muerte de Bruno.

En la serie, este segmento del teólogo italiano se nos presenta como una animación que personalmente me ha parecido maravillosa, pero no me impide pensar que la forma en la que ha sido presentado su caso adquiere matices que incitan no sólo a la polémica sino a la dualidad extrema del malísimo y el bondadoso. La palabra mártir es estirada hasta límites inimaginables y Bruno es el bueno de la película, mientras que la Iglesia Católica es el villano (sólo hay que ver qué cara le han puesto a la autoridad religiosa a la hora de entrar a la celda). En este aspecto concuerdo totalmente con Francisco R. Villatoro: “La divulgación científica, en mi opinión, debe anteponer la verdad a la estética… La divulgación científica no debe mentir”. Probablemente este ha sido el aspecto menos favorecedor del programa, y me atrevería a decir que sería terrible no escudriñar más en la biografía de Bruno e ir por la vida tomando este segmento como la verdad absoluta, porque fácilmente no lo es.


Si Giordano Bruno sirvió la polémica sobre la mesa, el siguiente episodio Some of the Things That Molecules Do pone la cereza sobre el pastel, al hablar de la evolución de las especies. Sin embargo, a diferencia del caso del poeta italiano, aquí no hay nada que justifique la queja de los creacionistas. La evolución humana ya ha sido aceptada por varias religiones, entre ellas la Católica; pero aun existen millones de personas en el mundo a los que le parece grotesca la simple idea de descender de monos. En Estados Unidos sucede algo curioso que ni siquiera se da en México. EUA se autodenomina el país de la libertad, y restriega las sagradas enmiendas de su nación a cuanta persona se les ponga enfrente. Ahí la Evolución no es una opción en la educación pública, es una monstruosidad, y los creacionistas de cajón defienden con uñas y dientes el derecho a que a sus hijos no se les enseñe tamaña bazofia dentro de las aulas, ni siquiera como opción. No les dan la opción de elegir. Es un país bastante curioso y contradictorio; aceptan la libertad religiosa, sí, pero unas religiones y creencias son más aceptadas que otras. Su fe en Dios se cuela entre Star-Spangled Banner y continúa en el In God We Trust que se imprime en sus billetes, para después presentarse en la Biblia sobre la que jura cada presidente en turno, y en la mano derecha que pone la persona que se sube al estrado durante un juicio donde jura decir la verdad y nada más que la verdad (como si eso fuera posible). Pero que nadie hable de Alá porque no es tan bienvenido como otros dioses. En esta tierra, cuna de la maravillosa música góspel y bodrios criminalísticos como los que vemos en Jesus Camp, convergen ramas del cristianismos tan diversas que resulta imposible señalarlas todas. Algunas de ellas van por la vida quemando ejemplares del Corán y negando el Holocausto, mientras muchas otras practican la caridad y la bondad del mil formas diversas.

Estados Unidos de América, no te entiendo.


Pasando de eso —y aunque suene bastante raro— aun hay gente que piensa que la Tierra es plana, Adán y Eva literalmente existieron o que nuestro planeta sólo tiene seis mil años (JAJAJA). Basan tales creencias, ya no en la fe ciega, sino en la ignorancia compartida, al margen de toda evidencia que les demuestre lo contrario. Su rabia airada ante la Teoría de la Evolución está presente en esas protestas que se llevan a cabo por aquellos que desean impedir que a niños estadounidenses se les mencione siquiera la posibilidad de que Adán no nació del barro y Eva de su costilla.

Recuerdo que hace muchos años, cuando YouTube andaba aun en pañales apareció un polémico video de un niño predicador. Mitad cuerdo mitad poseído, el pequeño Nazareth Castillo —todo un manojo de gesticulación, coreografías y gritos dignos de admirar— hablaba indignado ante una congregación religiosa sobre esos mentirosos/sabelotodos/inventores de falacias (conocidos en el bajo mundo como científicos) que habían ideado la terrible abominación de decir que somos parientes del mono, ¡pero qué tragedia! El niño también llevaba consigo la respuesta definitiva para negar la Evolución y a la madre que parió a Darwin: el mono y la mona producen monitos hasta hoy, la gallina y el gallo producen pollitos y los peces pececitos. Nazareth no entendía la evolución ni quería hacerlo, no necesitaba saber de ella; el simple hecho de imaginar de qué iba le parecía monstruosos, horrendo, repugnante. Al parecer, para él era más majestuosos nacer de la tierra, que ser polvo de estrellas. Por lo menos el bodoque habló sobre un parentesco con el mono, porque hay otros que de plano se saltan todos los parámetros de la lógica y el razonamiento para cometer la grosería de decir que la Teoría de la Evolución postula que descendemos directamente del mono cosa que, por supuesto, no es cierto. Las mutaciones en el campo de la biología y la genética son cosas demasiado complicadas para la cabecita de Nazareth y para todas aquellas personas que se pararon y aplaudieron como resortes apenas el niño mencionó lo del mono y la mona. Sin ir más lejos, hace apenas un par de meses se dio un debate entre el educador científico Bill Nye y el creacionista Ken Ham cuyo video pueden ver aquí, sin embargo me gustaría remarcar específicamente la respuesta de cada uno de ellos ante la pregunta “¿Qué le haría cambiar de opinión?” Las palabras de cada uno fueron extensas pero podrían ser resumidas en sólo una, Ham remató con una “Nada” y Nye con un contundente “Evidencia”.

No se puede debatir con quien no quiere razonar.


En resumen, Cosmos no tiene las respuestas de todas las cosas y tampoco es ese su objetivo, sin embargo, vale la pena darle una oportunidad para verla y mirarla con ojo crítico sin dar todo por sentado. Dudar, incluso aquello que nació de la mente inquieta del entrañable Carl Sagan, debería ser siempre una prioridad, un motor, un estilo de vida, no sólo algo pasajero. La duda no debe de nacer sólo por un momento y ser transitoria, sino permanente. Aun así, y a pesar de todo COSMOS: A Spacetime Odyssey, vale cada uno de sus minutos invertidos. Maravillosamente dirigido, musicalizado, expuesto, montado y presentado. Más de una vez me ha erizado la piel y vertido mil sensaciones en mí difícil de describir. Mis más sinceros respetos para esta serie y para los encargados de guiarnos por esta odisea del espacio-tiempo. Y una reverencia a Sagan por mirar más allá del horizonte.

14 abr 2014

Sigo sin saber de qué va todo esto. :D

Mientras tanto, en el cielo de mi patio. 
En febrero noté algo curioso que raramente me había sucedido antes desde que tengo este blog: tenía suficiente material guardado en la sección de borradores como para publicar poco más de un post a la semana durante un mes. Aproveché el momento para editar escritos que tenía almacenados desde hace meses, responder algo del Reto de 30 Días, uno que otro meme desperdigado por ahí, acomodarlos, darles orden y ponerle una fecha específica para que fueran publicados automáticamente. De esa manera me pasé más de un mes de vacaciones bloggeriles y sin poner un píe en la arena de esta orilla... peeeero, el break ha terminado. Esta mañana me he dado cuenta que abril está en plan suicida moribundo y yo sencillamente no he dado señales de vida por aquí en todo este tiempo, así que traigo un resumen de lo que he hecho estos días (en realidad sólo he procrastinados con amor y los próximos post únicamente hablaré de un documental, un programa de televisión y una saga de libros, que fácilmente comprimen todo mi tiempo perdido y no me arrepiento de ello).

Antes que nada creo que vale la pena dejar constancia que entre febrero y marzo he desmantelado mi habitación hasta dejar únicamente lo necesario y aquello que es difícil de guardar. Por las ventanas se cuela el polvo de una de las calles más transitadas de la ciudad y nadie creería la cantidad absurda de tierra que hay al finalizar el día. Y todo esto sucede mientras las ventanas están cerradas, si las abriera y dejara que las motas de polvo se pasearan como Pedro por su casa aquí habría tormentas de arena y cosas más perversas retenidas en los muebles. Una de las cosas que más me ha dolido guardar ha sido mi colección pequeñita de los rompecabezas 3D de la compañía china Cubic Fun. Adoro armar puzzles, y estas joyitas económicas y hermosas, que compré cuando vivíamos en otro departamento (donde el polvo era un mal chiste y un mito), abarcaban un mueble entero de tres niveles de los que emergían grandes y esplendorosos el Capitolio de los Estados Unidos, la Catedral de San Patricio de Nueva York y la Basílica de San Pedro en la Ciudad del Vaticano. Me ha dolido hasta el alma, porque cosas así merecen ser exhibidas y presumidas por todo lo alto, pero sencillamente jodía verlas rebosar de tierra y era una misión maratónica mantenerlas limpias, así que preferí guardarlas en sus respectivas cajas hasta mejores tiempos (cuando construya una cúpula al redero de mi casa, obviamente xD).

Sin ir más lejos, se me contraen las entrañas sólo de ver lo polvoso y cenizo que ha quedado El Astrónomo un año después de la mudanza. Aquel rompecabezas que me regaló mi tía hace mucho tiempo colgó de la pared de mi antigua habitación y brilló con pintura fluorescente cada vez que una mota de luz rebotó en su cristal. Me dormía viéndolo. El brillo que alguna vez tuvo a la luz del día se esfumó hace muchos soles. Si no fuera por aquel post en el que hablé de su existencia probablemente hubiera olvidado ya la amalgama vistosa que alguna vez albergó. La versión 3D del Titanic ha sido la excepción, al ser largo y no tan ancho he podido colarlo en el librero de la sala, junto al resto de mis libros que, dicho sea de paso, venía con cristal incluido (me refiero al librero, no al barco).

Sí, ya lo sé, este es un problema del Primer Mundo y debería sentir vergüenza de andar por la vida quejándome de absurdeces como estas. :D

Umi y Maru se enfermaron, en ese orden. Primero ella y luego él. Nuestra perrita de 11 años jamás se había enfermado en la vida, así que me resigné a que tal vez se iría a tocar el arpa con los ángeles antes de los 12 (soy la mar de pesimista, ¿ok?). Pero no, Umi está vivita y coleando. Mientras escribo esto está comiendo un palito de carnaza después del baño que recibió esta mañana, y se le ve feliz y sana. No sé cuánto tiempo durará así; no quiero ser egoísta, ha vivido más de lo que cualquier perro ha soportado conmigo y se lo agradezco profundamente. Ha cumplido su misión de compañía fielmente durante más de una década. Para ella no quiero ni una pizca de dolor, ni centímetro de sufrimiento. Mientras sea feliz, mueva su rabo alegre y pueda comer y caminar la mantendré a mi lado, cuando ya no pueda hacer eso sabré que es hora de decirle adiós y estoy en paz con eso, jamás le exigiría más de lo me podría dar. Cuando le llegue el turno de partir, me encargaré que no sufra. No se merece eso. Por lo pronto, que haya mil días de luz y alegría para Umi, y un platito de comida frente a ella cada tantas horas. :)

Maru probablemente enfermó de lo mismo que su mamá perrita, alguna infección en el estómago or something like that y recibieron el mismo tratamiento con un par de días de diferencia, pero él tuvo una recaída días después y siguió malito, probablemente de otra cosa. Su estado fue delicado pero el muy bestia se recuperó una semana después y ya está dando lata como siempre. Y he quedado embargada y endeuda con los países ricos por las próximas décadas.

Prometo que algún día verteré mi opinión respecto a Breaking Bad (obra maestra, eso sí) y recibirá el homenaje que se merece de mi parte, porque la he adorado a rabiar y porque tengo la firme convicción de volver a visualizarla antes de que termine este año. Ahora no, porque toda mi inspiración ha sido exprimida hasta la última gota por culpa de los post que hablarán de Cosmos y Tormenta de Espadas (CDHYF III). Breaking Bad es una serie que vale en oro cada episodio de sus temporadas y se posiciona por sí sola como una de mis cinco series de televisión favoritas ever así que: All Hail the King! Para opiniones extraordinarias sobre ella me quedo con ésta y ésta otra.

Algún día también les hablaré de D’Artagnan, el mosqueterito perruno que custodia las puertas de un falso castillo sinaloense desde hace cuatro meses. :)

No he visto Castle ni The Mentalist desde diciembre del año pasado. La culpa la tiene Sherlock (what?!) que me agotó todas las ganas de ver cualquier serie de televisión cuando estrenó su tercera temporada. El asunto se alivianó un poco el día que me decidí ver Breaking Bad y Game of Thrones pero no he regresado con Castle y The Mentalist, ni tampoco he visto la season finale de Sleepy Hollow, ni la segunda temporada de Hannibal. Ahora esperaré que clausuren sus respectivas temporadas y así evito hacer la espera semanal con sus interminables breaks. :)

Los próximos post (en los que hablaré de Cosmos y Tormenta de Espadas) lo publicaré en los días siguientes. De hecho tenía pensado que se publicaran en esta misma entrada pero, separando la publicación del documental y la de la serie, me he dado cuenta que esta última llevo más de 8 páginas a cuestas y sólo he hablado de cuatro de los diez protagonistas que muestran su POV en el libro y no asimilo mi atrevimiento... Básicamente lo que escribiré será un ensayo, así que sobre aviso no hay engaño, ¿eh?

No esperen demasiada coherencia en esto; no la tiene. Estoy medio drogada y cansada como para estar consciente de lo que estoy escribiendo. Amén.