29 abr 2010

Cuando David venció a Goliat y se llamaba Tito...


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La historia de Freud es un tanto peculiar y, hasta podría decir, afortunada.

Freud fue una de los 4 gatitos que tuvo Kenzo, aquella gatita que un día decidió irse voluntariamente de la casa dejándonos con 4 cachorritos por alimentar (3 hembras y 1 macho). Con el paso del tiempo los mininos crecieron y llegó la hora de regalarlos, pero nos quedamos con dos de ellos, Toto y Kyoku. Erix y Freud fueron regaladas a dos estudiantes de la UAS, pero al parecer a los pocos días Freud fue abandonada allí mismo en Ciudad Universitaria, duró un par de meses allí sobreviviendo como pudo y durmiendo a la intemperie. Un día mi hermana y Sarai la encontraron reconociéndola por las manchas que tenía y decidieron traerla con ellas a la casa donde volvió a ser nuestra mascota.

Freud se llevaba bien con Toto (que por cierto también nos abandonó poco después que nos cambiamos de casa ¬_¬) pero Kyoku es muy celosa con ella, aun hoy, por lo que si nos descuidamos un momento ella la ataca.

Pero por muy raro que suene no es de Freud de quién quiero hablar sino de su hijit@.

Hace 5 días nacieron los bebés de Freud. Cinco bolitas de piel rosada y pelaje blanco; como mini-ositos polares. De todos ellos, el que más destacaba, no por su grandeza sino por su pequeñez fue “Tito” (y que al parecer era hembra). Tito no comía y cuando lo intentaba la leche se le escurría por la nariz. Este bodoquito nació con el paladar hendido, es decir que su paladar estaba abierto por lo que la boca y la nariz estaban conectadas y todo lo que intentara comer salía por su naricita.


Se le empezó a alimentar con jeringas y posteriormente con gotero e incluso aprendió a comer sin necesidad de derramar leche por su nariz. Era todo un luchador. Flaquito, esquelético, deshidratado. Al tocarlo uno podía sentir cada una de sus vertebras y costillitas y su piel, más que rosada, era tan trasparente que incluso se podían ver las venas que cruzaban su cuerpecito. Al cuarto día sus hermanitos eran hasta dos o tres veces más grandes que él, más vivaces y llorones. No voy a negar que albergamos un poco más de esperanza cuando pasaron las 72 horas y Tito seguía con nosotros. Era quizá una esperanza muy ingenua e irreal pero dicen que la fe, muchas veces ciegas, es lo que muere al último.

Tito falleció hace un par de minutos. Se lleva consigo el amor y el empeño de quienes lo conocíamos. Nosotros nos quedamos con la fortaleza que nos demostró en su breve vida. Una enseñanza de ejemplo y valor y de increíble sacrificio y voluntad.

Ese gatito quería vivir y se aferro a su lucha en su breve existencia. Luchó junto a la muerte durante 5 dolorosos días y aunque al final murió él fue el verdadero vencedor.

Fue una pequeña chispita de vida que esta noche se apagó.

¡Gracias por todo Tito!
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Un pequeño video que tomé ésta misma mañana.

Tito, su mamá y sus hermanitos.
(1:01 minutos)


24 abr 2010

HUBBLE: 20 años mirando al infinito...


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Nuestros ojos nunca habían llegado tan lejos y nuestra imaginación jamás se había topado con la frontera de lo infinito.

20 años después de que el Telescopio Espacial Hubble llegara a su morada nos ha regalado galerías maravillosas de irreales proporciones. Ha sido nuestro guía visual en un laberinto lleno de galaxias y constelaciones. Nebulosa maravillosa de absoluta pequeñez. Ha viajado en el tiempo, años luz, proporcionando a su paso una serie de memorias plasmadas en píxeles invaluables que quedarán como legado a una humanidad que se atrevió a traspasar las fronteras de lo imposible.

Guardián metálico de incuestionable valentía, si Edwin Hubble levantara la cabeza se sentiría orgulloso de ti y de aquellos que te llevaron a tu viaje interestelar. Eterno vigía del pasado y del futuro. Has podido ver lo invisible. Los instantes después de la Gran Explosión. Agujeros negros que se iluminan cuando se están alimentando de luz. Galaxias que chocan formando con ellas los espectáculos más bellos que han vistos los cielos. Planetas vírgenes. Soles que explotan. Perfectas nebulosas de envidiable belleza.

En esas imágenes está tu legado, la historia que tus lentes vieron, millones de años reducidos a las mágicas escenas capturadas para la posteridad. Ejemplo de magnifica ingeniera, producto perfecto del trabajo en equipo. De sueños cumplido, de misiones que vendrán.

Cuando tus puertas se cierren y tus lentes ya no disparen a lugares distantes un ciclo en la humanidad habrá terminado. Algo le faltará a los días que precedan a tu ausencia.

Sin duda habrá un futuro más allá este aparato. Un futuro que pinte telescopios más potentes y poderosos, más duraderos y elegantes, pero sin duda alguna el día en que el Hubble se apague por última vez una tristeza embargará a aquello que desde siempre, en la Tierra, hemos seguido cuidadosamente sus pasos.

¡FELIZ 20° ANIVERSARIO!

18 abr 2010

Carta abierta para Gloria...


"Quiero volar, lejos de aquí escapar. Dime, mi bien, quién me llorará si me dan alas y echo a volar.
Quiero dormir, no quiero despertar, quiero ser la lluvia al otro lado del cristal, quizás alguien me espere en la oscuridad".
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A ti te mataron, dicen las leves lenguas que vienen del sur, en un rito narco/satánico.

Y si no hubiera sido un rito, ni narco, ni satánico, sino un accidente, una víctima en un fuego cruzados donde no había gente mala en el campo de batalla. Si hubieras sido carne de cañón en una guerra declarada sin permiso, igual tu muerte hubiera sido trágica y efímera. Olvidada.

Serás, por decirlo así, la nota roja en el periódico local. Una triste realidad en un México corrompido por la violencia. Serás una maleta negra olvidada en algún lugar por el asesino que se tapa los ojos para no verte muerta. Una cruda escena que se escapa al consciente colectivo de una población cada vez más acostumbrada a las escenas tétricas de una película de terror mal interpretada. Serás, por decirlo así, el periódico amarillista que vende un niño de la calle en una de las avenidas más transitadas de la capital de Sinaloa.

No serás, por otra parte (y por suerte), protagonista de un reality-show de los noticieros nacionales y extranjeros, y tus verdugos no fingirán tu desaparición, por cuestión de falta de inteligencia, de perspicacia, de clase social...de estilo. Por rebosar de ignorancia, de marginación y de pobreza en el México herido que se esconde en las trincheras de los pueblos solitarios, oscuros y llenos de maleza. Donde tus padres trabajan de sol a sol para mantener algo de lo poco que tienen y de lo que les queda. Que si te vendieron...que si no. ¿Qué es lo que orilla a un padre a vender a su hija sino es por el hambre en el rostro y el futuro incierto que vendrá mañana?

No habrá mucha justicia para ti, pequeña, más allá de lo que exija una ley igual de ineficiente que aquellos que probablemente la ejercen. El FBI no vendrá a investigar un crimen que a simple vista no tiene nombre, ni se antoja interesante. Vamos, si tú ni siquiera tienes rostro. Las redes sociales no colapsaran para exigir justicia. No serás noticia diaria en cadena nacional porque tu crimen no venderá, ni subirás el rating. No estarás en boca de todos más allá de la pequeña ciudad del sur que te vio crecer y jugar. Sinaloa tiene, sin lugar a dudas, mejores vistas a donde apoyar sus ojos ciegos para una violencia cada vez más morbosa e indignante.

Siete años fueron suficientes para tu vida, mal vivida, quizá. Siete años que fueron corrompidos en minutos para aquellos que creían que muerta te veías mejor. Como si tu vida fuera de usar y tirar. Una muñeca defectuosa en las manos de un niño demoniaco. Como si los espíritus del más allá estuvieran felices de la sangre derramada, como si eso fuera necesario para saldar una cuenta con santos paganos que se esconde, cobardemente, en las sombras. Detrás de las velas siniestras y la sonrisa tétrica de una calavera que mira, a la distancia, con su guadaña y su túnica negra... como la soledad que embarga un pedazo de triste inocencia ignorada.

No serás la única Gloria en un México lleno de problemas y de miseria, pero sería triste que casos como el tuyo o el Brian y Martín caigan en olvido de la desmemoria. No podemos dejar que tu crimen se minimice por los que están allá arriba, en las nubes del poder.

Un país no avanza si olvida y tristemente hoy México es un país enfermo de amnesia y miedo.

Ve ya al cielo de los inocentes, Gloria. Que la muerte te traiga la paz que la vida no te dio.

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Link:

13 abr 2010

Hoy es siempre todavía...


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Esta es una de esas entradas que escribo para satisfacerme a mí y no necesariamente satisfacer al lector del otro lado de la pantalla. Quizá sea una entrada larga, monótona, un poco depresiva (y lo intentaré, ya al final optimista).

He estado pensando desde hace un par de días una realidad palpable y que, hasta cierto punto había pasado desapercibida para mí, quizá demasiado obvio para los demás. Lo cierto es que he concluido que toda me vida la he vivido con miedo. Miedo a todo y a todos. Un miedo irreal, pero tangible y verdadero.

No sé cuándo comenzó ni en qué momento ya no se fue, porque yo siento que siempre ha estado allí, sentándose a mi lado en la rutina diaria, acostándose en mi cama las noches de insomnios desde mi infancia.

Quizá la gente piensa que es normal tener un poco de miedo pero lo mío roza en lo ridículo:

Recuerdo cuando era pequeña y mis padres salían fuera por un par de horas, desde el momento en que los veía salir por la cochera para mí ya estaban muertos. Morían trágicamente en un accidente automovilístico o un secuestrador se aprovechaba de ellos y se los llevaba. Duraba minutos enteros mirando por la ventana esperando, nerviosa, a que ellos llegaran a casa.

Durante muchos años dormir era para mí una verdadera pesadilla, mi miedo era un horrible sentimiento de ansiedad y desesperación. Pensaba que una vez que me durmiera ya no volvería a despertar jamás y moriría.

Le tenía miedo a la oscuridad y también a mi propia respiración, de repente “sentía” que no me alcanzaba el aire y el corazón me latía a mil por hora (como un ataque de ansiedad).

Le tenía miedo a todas las enfermedades y sentía los síntomas de cada una de ellas, ataques de hipocondría que aparecían justamente cada vez que terminaba de leer algún Diccionario Médico Familiar.

Miedo a que el sol se ocultara y ya no volviera a brillar. Miedo a que las estrellas fugaces nos cayeran encima. Miedo a los doctores. A los hospitales. A los maestros. A los amigos.

A partir de los 8 años tuve miedo de aceptar un juego amistoso con mis nuevos compañeros de clases porque quizá no cumpliría con sus expectativas. Aun puedo ver esas miradas que me dirigían aquella primera vez que me presenté frente al salón de mi nueva escuela. No levantaba la mano en clases por temor a que mi respuesta fuera equivocada y mis compañeros se burlaran de mí como lo hacían con los demás. Miedo de cuidar la tiendita escolar, por miedo a que me acusaran de robo.

¿Cuál fue mi problema con todo esto? Que nunca lo dije. No lo mencionaba. Me tragué mi miedo por mi propio orgullo y poco a poco fui creyendo en que tenía que aprender a vivir con él y que nunca se iría. Que sería parte de mí para siempre.

Miedo a que mis mascotas se enfermaran, a que el dinero de mi papá no nos alcanzara al fin de mes, a una discusión familiar, a una navidad sin regalos, a un regaño, a una decepción.

Conforme pasaban los años algunos miedos desaparecían sólo para dar paso a otros nuevos. Palabras como: “Asocial”, “Trastornos de ansiedad” o “Depresión” tenían cada vez más sentido en mi vida, y aun así los seguí callando porque algo en el fondo de mí me decía que yo sola podría superarlos.

Uno de mis mayores miedos era el miedo a fallar. Fallarles a mis padres, a mi familia, a la sociedad. Tenía miedo de fallarme a mí. De perder batallas que creía ganadas en mis propios sueños, ingenuos, la mayoría de ellos, pero sueños al fin y al cabo. Olvidándome en el proceso de que en la vida también se necesita fallar para poder crecer y aprender. Hasta los pintores se equivocan en sus lienzos. Borran y trazan líneas nuevas para pintar una nueva obra maestra. Inmortal y perfecta, para legarle a la humanidad un pedacito de lo que ellos fueron.

Resulta que muchas veces de mi vida confundí “depresión” con “tristeza” y compraba la alegría momentánea con la revista mensual del kiosco de la esquina, en las frituras y la coca-cola de la tiendita de al lado o en el libro de $20 que me ofrecían en el centro comercial. Pero cuando la revista llegaba a su última página y las frituras y las sodas se acababan o cerraba la tapa del libro barato me daba cuenta de que alegría se esfumaba, se iba. Es verdad que las cosas materiales te dan momentos geniales de alegría, pero eso nunca te comprará la FELICIDAD. Esa te la tienes que ganar tú. Tu papá no te la va a depositar en una tarjeta bancaria cada primer día del mes. Ni Coca-Cola te la regalará una vez al día. Ni Bimbo te alegrará todas las mañanas. NO. La felicidad será el producto de lo que has hecho para vivir bien, para salir adelante de las propias pesadillas que tú mismo fabricaste.

La felicidad se levanta entonces, por encima de todos aquellos escombros que dejaron los fracasos anteriores al momento cumbre de tu vida, el producto final de tu existencia, tu propia obra maestra.

Quizá, cuanto más fracasas más lejos llegará tu felicidad. Rozarás el cielo con la punta de tus dedos, y quizá puedas trazar algún hermoso lienzo por allí.

La razón de nunca haber reconocido mis miedos frente a los demás quizá fue porque no me gustaría que mis problemas le molestaran al mundo (aunque los problemas del mundo si me importen a mí, y hay veces que me quiten el sueño y las ganas, las esperanzas de mejores mañanas).

Algo falla y te hace reflexionar cuando te levantas un día y dudas de la razón de tu existencia. Cuando sientes que quizá el mundo sería mejor si no estuvieras aquí. Cuando piensas que, si tú no estuvieras tus padres tendrían un gasto menos, una decepción menos, una preocupación menos, tal vez una vida mejor.

El asunto es que, en mi vida he fallado muchas veces, tantas que ya ni siquiera lo recuerdo. De hecho, este blog nació por una falla que tuve. Elegí una carrera que nunca llamó mi atención y aquí estoy 3 años después con un blog que me ha dado más que una simple satisfacción de triunfo. Me ha dado un lugar donde gritar mis tristezas y alegrías. Mis victorias y mis derrotas. Un blog que ha sido mi mejor amigo en mi mundo solitario. No pienso dejarlo, de hecho creo que es hoy cuando más lo necesito.

En estas vacaciones muchas cosas me han hecho reflexionar. Cosas que tal vez los demás no notaron pero yo sí. Pequeños regalos que la vida nos ofrece para decirnos que “no está perdido aquello que no fue”. Que mientras vivas le puedes pintar ventanas a las acuarelas del mañana, destinos inciertos a una obra maestra que aun no se termina, sino que empieza. Desde diálogos, discusiones, películas, viajes, llamadas telefónicas, chats, hasta el título de un disco: “Acuérdate de vivir” (Memento Vivere). Todo sirve para trazar nuevos caminos, para darse cuenta que la vida no comienza dentro de las 4 paredes de tu casa sino justo del otro lado de la puerta donde los árboles se mecen con los vientos repentinos de un verano que se acerca implacable y el cambio de horario nos regala más luz de la que nuestros ojos están acostumbrados.

No tengo ganas de rendirme, algo me dice que aunque me equivoque mil veces tengo que aprender a levantar la cara y dejar de temer. Ya no tener miedo de vivir. Luchar por los sueños que tengo, no por los sueños utópicos que pintaban Hospitales Veterinarios de primer nivel, ambulancias perrunas y costosos asilos para animales callejeros. Sino sueños realistas. Sueños reales que se antojen increíbles. Que tengan la ayuda de muchos y el apoyo de otros tantos.
Los animales siguen siendo mi pasión. Mi razón más cuerda en este mundo loco. Sé que hay otras formas de ayudarlos. Descubrirlas es mi misión. Y es una misión que no pienso abandonar jamás. Les debo mucho a esas criaturitas no pensantes que han alegrado mi vida como ninguna otra cosa lo ha hecho. Esta nueva lucha va por ellos y para ellos. Esos animalitos anónimos que se pierden en mi memoria y que me nublan los ojos de lágrimas y recuerdos. Por los que están, por los que se fueron, por los que nunca vivieron.

No tengo ganas de rendirme porque aun hay muchas cosas en este podrido mundo por las que vale la pena vivir, muchas ideas por cumplir, caminos por pintar, gente por conocer. Aun tengo que vivir para demostrarles a mis padres que todos sus sacrificios y derrotas no han sido en vano. Que algún día les devolveré todo de lo mucho que me han dado. No quiero ser una decepción. Estoy CANSADA de decepcionarlos. Quiero ser un orgullo. No la niña asocial detrás de una computadora 15 horas al día. Quiero que se sientan felices cuando me señalen ante alguien y digan con cariño: “Ella es mi hija”. No quiero darle lastima a nadie. Ya no quiero mentirles, ni salir a la calle a comprar alguna cosa material que me dé un poco de alegría pero que no me haga feliz. No quiero hacerlo porque ya llegué a los más bajo del abismo y allí todo es frio, odioso y horrible. No quiero volver a pensar que la vida de ellos sería mejor si yo no estuviera, no quiero pensar en eso porque sé que mi vida no sería mejor si su existencia me faltara ahora. Empezaré desde cero y no quiero volver a equivocarme porque sé que si lo hago ya no tendré el valor de volver a mirarlos a la cara.

Me he cansado de temer, de tener miedo pero aun no me cansó de luchar, espero que ellos tampoco estén cansados de esperar a ver que yo triunfe en esta batalla que se antoja interminable.

Como dicen por allí, “aun amanece gratis” y yo quiero estar allí, en primera fila, para verlo.

Y para terminar con la tradición… Hoy es el primer día, del resto de mi vida.

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Dejo este poema del poeta británico Rudyard Kipling, palabras que conozco desde los 5 años de la voz de Francisco Stanley y que hace poco, después de un par de lustros he vuelto a escuchar:


No Claudiques (Pac...

"NO CLAUDIQUES"
Cuando vayan mal las cosas,
como a veces suelen ir,
cuando ofrezca tu camino,
solo cuestas que subir,
cuando tengas poco haber pero mucho que pagar,
y precises sonreír aun teniendo que llorar.

Cuando vayan mal las cosas como a veces suelen ir,
cuando ofrezca tu camino solo cuestas que subir,
cuando ya el dolor ya te agobie y no puedas ya sufrir
descansar acaso debes pero nunca desistir.

Tras las sombras de la duda,
ya plateadas, ya sombrías
puede bien surgir el triunfo,
no el fracaso que temías,
y no es darle a tu ignorancia
figurarse cuan cercano
puede estar el bien que anhelas,
y que juzgas tan lejano.

Lucha, lucha pues por mas que tengas en la brega que sufrir
cuando todo este peor, mas debemos insistir.