Prisión del conocimiento. Así llamaba mi maestro de Historia a la escuela. Nosotros la llamábamos Campo de Concentración. Campo de batalla en un país pacifico.
Ahora vi pasar a los niños de la escuela, vienen de todas partes y de todos lados, más dormidos que despiertos pasan por las mañanas con el sueño en los ojos, el conocimiento en la mochila y la diversión en la mente. Planean el itinerario del día mientras caminan solitos por la banqueta. Mirando hacia el suelo, sin mirar hacia el enfrente. Hay veces que tengo ganas de seguirlos. Bajar la mirada para ver que es lo que ven, por que se les hace tan atractivo el viejo piso blanco de la escuela.
Los veo pasar todos los días y me doy cuenta que son el futuro, mi futuro. Pasan con sus mochilas, mas pesadas que ellos, al hombro. Me pregunto si no es esclavitud. Tal vez no, pero sin duda alguna esa mochila es muy pesada. No deberían de dar tantos libros.
Niños uniformados como soldados del conocimiento. Llevan como municiones sus libros y cuadernos y como arma un balón de fútbol. Sonríen cuando ven a su amigo esperándolos en la esquina y gritan de alegría cuando la guerra termina: a la una de la tarde, todos los días. Salen con alegría de sus aulas y juegan un rato en las canchas. Se van a casa ya tarde, para hacer la tarea, descansar y entrenar la mente, porque mañana, sin duda otra guerra tendrán que pelear.
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