25 mar 2012

Si te digo que son diez limones, SON DIEZ LIMONES.

Mi mediocridad se esparce por varias áreas y por los recovecos más insospechados. De esa manera me aseguro de fallar, no sólo en las matemáticas o las ciencias naturales, por poner unos ejemplos, sino también en algo tan mágico-científico-y-variado como es la cocina. Y es que tengo el sagrado arte de hacer que el chorizo se queme en tres minutos a fuego bajo o conseguir que el huevo adquiera un sabor insípido (y salado, en caso que la persona que lo pidió no lo quiera así); o en otras tantas ocasiones, y rayando en toda suposición lógica, me salía más dulce que una paleta. 

Ya ni hablemos del café, que nunca me queda igual dos veces, ni del Choco-Milk que pierde toda espuma visible en cuanto toca el vaso. Mi abuela, cuando vivía y veía mi fracaso chocomilesko, solía decirme que la espuma se iba porque le hice ojo. Una expresión que jamás entendí pero que nunca me atreví a preguntar su origen porque aquella ancianita de cabellos blancos y paso renqueante también había insistido en que yo había nacido con ojo seco (y por eso no lloraba en funerales) o juraba por la Virgen de la Basurita que su perro ‘Pastor Alemán’, Wüatusi, regresaría un día por el mismo camino que tomó cuando salió por última vez de casa. 

Hace ya un par de meses (antes de Navidad) mi hermano y yo decidimos hacer un postre que nos gusta mucho: Pastel de galleta y limón. Eso de ‘mi hermano y yo’ es sólo para llenar el renglón porque en realidad la que terminó haciendo todo fui yo. 

Los ingredientes eran estos:

  • 1 lata de leche evaporada
  • 1 lata de leche condensada
  • De 7 a 10 limones
  • 3 tubos de galletas Marías.
Y las instrucciones para su preparación eran estas:

Verter en la licuadora la leche evaporada y la leche condensada junto con el jugo de los 10 limones. El resultado será algo como esto: 


En un refractario ponemos una capa de galletas Marías que abarquen la mayor parte de la superficie. Si quedan huecos en el fondo quebrar algunas galletas para que puedan cubrir esa área. Encima ponemos una capa del menjurje que hemos echo.


Continuaremos llenando por capas hasta que: 1) Se nos acabe el merengue 2) El refractario se llene 3) Las galletas Marías se terminen. En cualquier caso, el resultado final será algo remotamente parecido a esto:


Sencillo ¿verdad? Pues aquí es donde entro yo y mi mediocridad. Debo de reconocer que mi inseguridad es la que me hace cometer tonterías como estas. La lista de ingredientes decía CLARAMENTE utilizar entre 7 y 10 limones. ENTRE SIETE Y DIEZ LIMONES. No más. No menos.

Pueden ir a la fotografía de los ingredientes y contar los limones ¿por favor? No es que no sepa sumar —que por lo menos eso sí aprendí— sino que pensé: ¿no serán poquitos limones? ¿y si están muy dulces? ¿y si le agrego uno o dos más?

Pues eso hice.

Dos horas después de estar refrigerando el pastel y servirlo muy campechanamente ésta soy yo probando el engendro que hice:


Ácido no, lo que sigue. Aquello estaba tan poco apetecible al grado que tuvimos que comprar crema chantillí para contrarrestar el sabor. x____x

Por lo menos aprendí algo: si las instrucción señalan un punto límite de cierto ingrediente, TIENES que respetar lo que te dice. Lo cierto es que soy demasiado asquerosa siguiendo instrucciones y suelo pasarme todos los pasos por el arco del triunfo pero bueeeeeeeeeno. Veremos qué tal me resulta el susodicho pastel la próxima vez que tenga las ganas de hacerlo. 

4 comentarios:

  1. Consejo: Antes de vertir la mezcla ya licuada, pruebala tomando un poquito con una cuchara. A la próxima puedes ponerle los 7 limones, probar la mezcla y decidir exprimir uno, dos o tres mas. A veces hay limones mas jugosos que otros.
    Saludos.

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    1. ¡Muchísimas gracias por el comentario y el consejo! Lo tomaré muy en cuenta en mi próxima odisea en al cocina. :) ¡Un saludo de regreso!

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