"No entender de política,
ni de sus actualidades
convencerme que es red de araña,
convencerme que es red de araña,
nido de alacranes, y mutilar mi alma
y mi esencia de animal social,
saberme superior a tanta frivolidad."
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En México, según se mire, tenemos dos Presidentes de la República, uno es legitimo, el otro no. Un chiste mexicano con el que vivimos desde hace ya un par de años. Una jugada de la política mal interpretada. Un juego nacional cuyos principales jugadores no son capaces de aceptar, quizá con un poco de humildad, su derrota.
Hoy fue el primer día que voté en mi vida. Fue un día bonito y divertido, un día nublado y fresco. No he dormido en casi 36 horas y realmente no sé porqué. Riego felicidad por todos los poros y ando de un buen humor a pesar de que ya son las 12 de la madrugada.
A mi la política nunca me ha gustado. No la entiendo y seguramente ella no me entiende a mi. Miro a mi alrededor, miro las pancartas, espectaculares, vasos, discursos, manteles, sandalias, etc, con logotipos políticos, millones de pesos volcados por algo efímero, pasajero. Y en el sur, que también existe, los niños se mueren de hambre y de miseria. Y me cuesta mirar mi credencial para votar y creerme la mentira de que con ella puedo cambiar las cosas.
Los políticos mienten. Todos. ESE es su trabajo, mentir. Manipular a las masas para asegurar su triunfo y su estancia en el poder. Quizá algunos no mientan con malicia, pero saben que sus palabras son mentiras. Prometen como si fueran reyes en una monarquía absoluta, o el jefe máximo en un régimen dictatorial. Como si su palabra fuera la única voz que predicara en el desierto. Como ganarse la confianza de miles al hacerles creer que cuando llegue al poder sólo será suficiente un decreto, una orden y una voz de mando para que todo lo que prometió sea cumplido al pie de la letra. No señores. Esto no es una autocracia. No tenemos a un hombre que represente a todos y tome él las decisiones de millones apegado a una constitución. Esto es (a duras penas) una democracia. Puedes, como candidato, tener las mejores intensiones del mundo, las más nobles, y ser laudable y altruista. Ser gentil e irradiar amabilidad y humildad en todas partes, comer con la gente pobre, no por compasión sino por ver en ellos un igual, pero si en un momento llegas al poder máximo te estrellarás con aquellos cuyos ojos no logran ver al pueblo, cuyos colores de su partido no les permite posar la mirada más allá de sus propias ambiciones. Seres humanos que te harán la vida imposible sólo por ser quién eres. Que no pueden soportar tanta generosidad.
Para que tu mentira, tu promesa, se convierta en realidad tiene que pasar antes por los representantes del pueblo: diputados y senadores. Si les caes bien ya la hiciste, sino tápate el rostro porque seguro te van a destrozar (si es que acaso te dejan entrar a su recinto que defienden con colmillos, garras y sillas voladoras).
Aun no entendemos que una nación NO PUEDE avanzar mientras el color de tu partido político importe más que el bienestar del pueblo. No se puede ir hacia adelante cuando no somos capaces de sentarnos y hablar de nuestras diferencias. Cuando no somos capaces de hacer de esas diferencias un vinculo para mejorar las cosas.
Hace meses un spot publicitario aparecía en la TV, un anciano caminaba dolorosamente hacia la casilla para votar, en sus pensamientos dice: "Voy a votar hasta que me cumplan las promesas". La ingenuidad de aquel hombre quizá sea lo que le imprime más ternura a todo aquello. Como si con el voto fuéramos a sensibilizar a los poderosos. Ni el abstencionismo les quita el sueño. Algo falla cuando mucha gente no confía en su sistema de gobierno. Algo está podrido en la sociedad (quizá la confianza) cuando no nos interesa saber quién nos va a gobernar. "Todos son iguales" dicen, quién soy yo para negar o afirmar tal declaración. "Si no votas no exijas" dicen otros, yo creo que si no votas es porque ya no crees en aquellos que tiene el poder, y comprendo eso.
Pienso que los mexicanos somos una sociedad pasiva, conformista, que se queja, SÍ, pero no hace nada para cambiar las cosas. Todo queda en palabras, marchas de silencio, protestas... y nada más ¿Dónde están aquellos miles de mexicanos que protestaron contra la violencia hace un par de años? ¿Qué pasó con aquella histórica reunión donde el empresario Alejandro Marti reunió a todos los gobernadores de México y al Presidente de la República para hablar sobre la delincuencia? ¿Qué fue de aquel discurso donde ese hombre que perdió a su hijo decía con rabia: "Si no pueden ¡RENUNCIEN!, pero no sigan ocupando puestos que no pueden atender porque eso también es corrupción?"
Hay tantas cosas que cambiar y todos queremos que sea un presidente, un gobernador, un diputado, un senador el que cambie nuestras miserias por glorias. No, ninguno de ellos lo va lograr, tenemos que ser nosotros los que den el primer paso para un gran cambio. El Presidente del 2012 no va a mejorar México, no acabará contra el narcotraficante, no aumentará el empleo, no fomentará más la ciencia, ni la lectura. El que le siga tampoco podrá hacerlo y no lo hará precisamente por nuestra indiferencia, no es sólo el hecho de votar, es el hecho de CAMBIAR. Cambiarnos nosotros como personas, no cambiar de partido. No sólo protestar, quejarnos, gritar de indignación, sino mirar nuestra conciencia y ver en qué estamos fallando. Los políticos son corruptos porque los mexicanos también lo somos, quizá sin saberlo, quizá en menor escala. Pero la corrupción y la impunidad en este país han ido de la mano desde hace ya un puñado de años. Se ha convertido en parte de nuestra cultura, muchas veces por miedo otras veces por ignorancia.
Dentro de poco, dice el Gobierno, se cumplirán 100 años de democracia en México. En realidad se cumplen 100 años de la primera revolución social del siglo XX (algo falso, en realidad). La dictadura de Porfirio Díaz cayó y años después surgió un partido político que gobernó más de 7 décadas en poder absoluto y muchas veces de puro dedazo. Burlándose de la dignidad del pueblo durante cada elección. No cumplimos 100 años de un poder democrático, cumplimos muchísimo menos pero la historia oficial siempre la escriben los vencedores y he aquí el resultado: un país que sufre de amnesia colectiva. Que se equivoca una y otra vez porque no es capaz de recordar qué fue lo que falló en el pasado. Dónde estuvo el error.
Hoy voté y lo hice conciente de que no todas las personas en el mundo tienen esa oportunidad. Porque en otros lugares del planeta tienen que esquivar atentado terroristas, esquirlas de granadas y hombres bombas para llegar a la casilla más cercana. Porque hay naciones donde se libran batallas por este motivo. Voté porque hace casi un siglo costó muchas vidas inocentes conseguir este derecho. Voté para demotrarme a mi misma, quizá de una manera tonta e infantil, que formo parte de algo mucho grande que puede ser capaza de cambiar ciertas cosas, pequeñas quizás, pero importantes al fin y al cabo. Quizá la conciencia me duela en los próximos años cuando me de cuenta que quizá voté por la persona equivocada.
Motos, carros, fuegos artificiales, son las 12:57 de la madrugada, los festejos son, dicen, en honor al Presidente Municipal recién electo. Sí, parece ser que ganó la persona a la que le confié mi voto.
Por favor, no nos falles.
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