13 ago 2010

La carta de Linda...


"¿Me escucharás, me buscarás, cuando me pierda
y no señale el norte la estrella polar?"*
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Hace días, mientras limpiaba mi habitación, encontré la carta de una nena de 8 años que le escribió a sus abuelos hace ya más de una decada.

Hay momentos en los que pregunto si aun queda algo de aquella niña dentro de mi. Si el destino no se ha encargado de borrar la inocencia reflejada en los paseos en "trenecitos" y la sensación de agua fresca en la piscina más poblada de la ciudad.

Es increíble ver cómo pasa el tiempo y sentir vértigo al echar la vista atrás y ver el camino recorrido. Ya lo pedía alguién por allí: "¡Que el mundo pare! Qué corto se me hace el viaje".

Encontrar esa carta fue como encontrar una capsula del tiempo. En 1996 se las mandé a mis abuelos, fue un proyecto escolar, ni siquiera recuerdo si la respondieron o no, lo que sí recuerdo es que hace ya mucho mi abuela la buscó y me la devolvió, la tenía conmigo desde entonces pero la di por perdida y aquí la tengo de nuevo.

Me resulta hasta tierno ver aquella letra y no reconocerla, ver la correcciones improvisadas de una niña que aun no sabía escribir con pluma, que poco o nada le importaban las mayusculas, que creía que las dos lineas principales que tienen las hojas de los cuadernos eran para colocar la firma del autor de la carta.

Sí, yo era esa niña que alargaba la L hasta el infinito, a la que le gustaban los Power Ranger (en especial la amarilla) y pasar el fin de semana en los juegos del centro comercial y el parque de la ciudad. Me cuesta mucho recordar aquello, pensar que un día escalé las paredes de mi casa como la exploradora más grande del mundo y mi tesoro era una mochila donde tenía las cosas más importantes para mi. La de la mirada traviesa y la sonrisa tímida, que pensaba que podía ir al sol caminando, la pequeña que aun no sabía mentir. La que detestaba su cabello y gruñía por lo bajo cuando su madre insistía en que se lo peinara. Aquella que miraba por la ventana al cielo esperando ver llegar a Peter Pan, mirando la luna buscando a Sailor Moon o explorando planetas para platicar con el Principito. Sé que esa carta es sólo un pedazo de lo que fui, un pequeño reflejo de algo mucho más grande que se escapó de mi memoria hace bastante tiempo, pero los vagos recuerdo que tengo de mi infancia aun me provocan una nostalgia indescriptible y por un momento soy feliz de viajar en el tiempo.

Yo y mi primo Carlos Alberto, cómplice de mis travesuras.
Fue quien intentó ayudarme a llegar a China.
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"Seremos otros, seremos más viejos,
y cuando por fin me observe en tu espejo,
espero al menos que me reconozca,
me recuerde al que soy ahora"

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