El imponente Pastor Alemán se cansó de vivir.
Ya era demasiado peso en sus cuatro patas, demasiado el camino vivido, demasiado pesar en un mundo donde tuvo todo y nada. Se fue al final del patio y se recostó en las cenizas de un fuego que se había extinto tiempo atrás para así poder calmar, aunque fuera levemente, el dolor que había silenciado durante tanto tiempo.
La muerte es implacable con los que no tienen nada que ofrecer, y un cuerpo viejo en un pobre perro no sería la excepción. Era el perro de mi tío. Mis abuelos lo cuidaron como pudieron durante 12 años. La vida le abofeteaba en la cara cada vez que podía, sus días pasaron frente a sus ojos confinado desde hace mas de una década en el patio trasero de una casa cualquiera. No había más donde tenerlo. No había otra forma de que viviera.
Sus ojos cansado quizá ya no recordaban aquellas eternas tardes de mi niñez donde yo aun podía cargarlo y lo llevaba en mis brazos al departamento donde vivíamos. Flaco, desnutrido debido a la muerte prematura de su madre, mi "costalito de huesos" era un milagro viviente. En casa, cuando medía un puñado de centímetros jugaba enérgicamente con dos pequeños elefantes de peluche que eran mucho más grandes que él, solía ladrar por que les temía. A esa misma edad y con ese mismo tamaño se nos perdía dentro de la casa de los abuelos, se escondía debajo de los sillones, las escaleras, los muebles.
Los años pasaron, creció y ya no cabía en mis brazos. Ya no podía salir y poco a poco pasó a vivir en el patio trasero de la casa de los abuelos. Ese lugar seria su único mundo en toda su vida. Pocas veces pudo ir mas allá de esas rejas.
Por su tamaño, su espíritu juguetón y su nerviosismo la gente le temía. Kaiser no era malo. Había días en que me preguntaba si sólo era yo la que podía ver la nobleza de su mirada y escuchar los lamentos que salían de su boca cada vez que lo dejaban solo en casa. Me dolía. Me dolía llevarle comida cuando mis abuelos salían de viaje por que sufría dejarlo solo. Me despedía de él y me iba lo más rápido que podía mientras escuchaba sus garras arañando la puerta del patio como diciendo: "¿Puedes quedarte un poco más?". Le temía a los días de lluvia y a los rayos, se escondía de ellos en el baño y no salía hasta que el diluvio pasara. Cada vez que caía agua del cielo mis pensamientos iban para Kaiser preguntándome como se encontraría. Hoy ya forma parte de ese cielo. Ya no hay nada que temer.
Kaiser falleció el 26 de Marzo del 2009, su muerte me dolió demasiado, pero por lo menos dejó ya de tener la vida que tuvo.
Murió en el mismo patio donde doce años atrás nació. Murió igual que de la misma forma llegó un día, solo... completamente solo, pero eternamente acompañado.
¡Gracias por todo, Kaiser!
[Vimeo - Duración: 1:48]
Descanse en paz, precioso perrito.
ResponderEliminarLo siento...
ResponderEliminarT__T
ResponderEliminarMuchas gracias por sus comentarios... a los dos!!
¡Extrañare a mi Kaiser!
Pues como dicen, lo mas seguro es que ya se encuentre en el cielo de los perros, y muy feliz.
ResponderEliminarDescanse en paz.
Y como nota: QUE LINDO TEXTO...
se nota que te nacio del alma cada palabra.
Saludos
Ahora que el esta en el cielo, no llores ante su ida, algun dia lo volveras a ver y quizas lo sigas cargando como cuando de pequeña, siento tu perdida,espero estes bien.
ResponderEliminarsu relacion nunca terminara,seguira latente.