La abuela no se ha ido, sigue aquí, si pones atención en los detalles te darás cuenta que aquí está. Aunque los años pasen y traten de engañarnos seremos nosotros más astutos y podremos ver a aquella anciana que un día camino por esta tierra.
La abuela está en el café matutino que humea en la mesa. En las galletas Marías que aguardan pacientes su destino en un cesto. En los tamales colorados que pasan vendiendo todas las mañanas por la banqueta de esta casa. Está en lo sonrisa de los niños que corren para llegar temprano a la escuela y en la voz de algún conocido que deja un saludo de cortesía.
La abuela está en aquella vieja silla roja de plástico barato y en las revistas que de vez en cuando le traía alguno de sus antiguos vecinos. Ella está presente en el té caliente y las galletas de animalitos. En su libro favorito que reposa, polvoriento, en nuestro librero. Y en aquellos dulces medicinales que le hacían sentir un poquito bien.
Yo aun la veo recorriendo la calle de enfrente, recibiendo los rayos del sol sobre su oscura piel. La veo yendo y viniendo de una esquina a otra, contemplando la mañana, esquivando niños, saludando viejas amistades, derramando lágrimas sin querer.
La abuela dejó un pedazo de ella en cada rincón que visitó. En la cama y en la sala; en el porche y la cocina. Hay algo de ella en cada crucigrama sin contestar y en cada pluma perdida en este lugar.
La abuela está en la mirada vivaz de sus bisnietos y en la sonrisa inocente que emana de ellos. Está presente en sus sueños y custodia atenta sus pasos.
Hace tres años que la abuela murió, hace tres años que se convirtió en mil vientos. Cuesta creerlo, parece que fue ayer cuando su voz cantaba canciones por lo bajo. Cuando daba bendiciones y se persignaba al vernos partir. Cuando mantenía un Rosario en su mano y nos encomendaba a uno y mil santos.
Yo aun la veo en las novelas del horario nocturno y en el último noticiero de la noche. En su bastón y sus anteojos; en su andadera y sus sandalias.
Aunque ya no exista un cuerpo con arrugas que camine por los pasillos, ni cabellos blancos en mi almohada favorita, ni pies encallecidos por poner en aquellos viejos zapatos negros la abuela aun vive, esta todas parte y en todos lados. Está custodiando el caminar de nuestra vida. En las huellas que dejan nuestros pasos. En la canción religiosa que cantaba todos los domingos. En su desgracias y sus fracasos. En su risa y en su voz. En la fotografía desconocida que de vez en cuando nos encontramos.
Nunca lo dudes, la abuela sigue aquí, ella nunca nos ha abandonado.
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