Los Miserables, del escritor francés Víctor Hugo, era uno de esos libros
opcionales a leer en la asignatura de la escuela secundaria Formación Ciudadana
Hacía Una Cultura de la Legalidad. Por suerte no lo leí y de hecho tuvo que
pasar casi una década para sentirme lista de tomar ese clásico y leerlo con
calma. Un año después —en el 2003— mis padres tuvieron la oportunidad de ver la
representación del musical en el Teatro Telmex, en donde aparecía un joven Ernesto
D'alessio interpretando a Marius Pontmercy. Aun hoy recuerdo cuando llegaron de
su viaje con aquellos pequeños cuadernillos azules con el icónico rostro de la
pequeña Cossete pintado por Émile Bayard y teñido con los colores de la bandera
francesa en orden inverso —ya en aquel entonces era común ver los spot de
televisión que promocionaban el musical como “un impactante canto a la libertad”— y fue ahí, leyendo la sinopsis
del primer y segundo acto, cuando entendí de qué iba la trama y me enamoré de
ella; sin embargo tuvieron que pasar unos años más para que el libro cayera
en mis manos y otros tantos para atreverme a leerlo (a los clásicos hay que
leerlos cuando sientas que en verdad te nace leerlos). Pero antes de leer el
libro tuve la osadía de ver en YouTube el concierto del décimo aniversario del
musical inglés, una joya pequeñita que aun es posible apreciar ahí mismo. Fue
otro flechazo, sí; ésta vez no sólo me enamoré de la historia sino de las
canciones, y meses más tarde caería el concierto del vigésimo quinto
aniversario (en el 2010) y fue al finalizar la presentación donde se anunció
oficialmente la adaptación al cine del musical. Ya existía para la pantalla
chica una mini serie francesa basada en el libro, en la que Gérard Depardieu
interpretaba a Valjean. Dos años antes había nacido otra adaptación conocida donde
Liam Neeson era el protagonista.
LA TRAMA
La
obra nos relata la vida de Jean Valjean (el prisionero 24601) condenado a cinco
años de prisión por romper el cristal de una panadería e intentar robar algo de
comida para su hermana y los hijos de ésta. Sus reiterados intentos de fuga
extendieron la sentencia 14 años más y cuando finalmente sale libre se
encuentra con un mundo hostil que le desprecia por ser un ex convicto. Aunado a
eso, la dura vida que llevó en prisión formó en él una coraza dura y un
carácter rencoroso frente a una sociedad que le cierra las puertas, y poco a
poco se convence de que sólo ha nacido para odiar a un mundo que siempre lo ha
odiado. Después de realizar un par de trabajos que rayaban en la explotación y
recibir míseros pagos por su condición de ladrón —además de insultos y
escupitajos por igual—, Valjean se topa con un humilde obispo que con gesto
solidario le invita a los aposentos de su iglesia, y le ofrece vino, comida y
una cama en la cual descansar. Valjean agradece la atención del anciano, pero esa
misma noche, mientras los demás dormían, decide tomar los escasos artilugios de
plata que había en la iglesia y huir a hurtadillas. No pasó mucho tiempo antes
de que unos oficiales le encontraran y le identificaran como ex convicto.
Convencidos de que el hombre robó los bienes materiales a la Iglesia
decidieron llevarlo ante el obispo para que éste levantara una denuncia contra
Valjean y se promoviera un juicio que terminara por devolverlo a prisión. Sin
embargo, el obispo no inculpa al ladrón, e incluso le da la razón (Valjean mencionó
a los policías que la plata era un regalo) e incluso agregó que por salir tan
de prisa olvidó llevarse lo más importante: dos costosos candelabros que
adornaban el centro del comedor. Valjean, conmovido y agradecido por ese espontaneo
acto de bondad decide redimir sus culpas, huir de su pasado como ladrón y convertirse
en una nueva persona. Ahí, a las afueras de la iglesia donde cometió su último
crimen, rompe el papel que lo condiciona como delincuente en libertad
condicional y comienza su nueva vida.
Jean
Valjean huye a otra ciudad y rápidamente prospera como un importante empresario
de la zona e incluso se convierte en alcalde de Montreuil. Es precisamente en
la fábrica de textiles que él mismo maneja donde trabaja Fantine, una mujer soltera
que puso a su pequeña hija al cuidado de una pareja de comerciantes mientras ella
trabajaba y mandaba el poco dinero que recibía para el cuidado de la niña. Lo
que Fantine no sabía era que la pequeña Cosette enfermaba constantemente por
los malos tratos que recibía por parte de los Thenardier, el matrimonio
encargado de cuidarla. Fantine también comete el error de jamás mencionar nada
de su pasado, por lo que cuando sus compañeras de trabajo y el supervisor de
éstas se enteran de esos pequeños secretos es despedida sin ningún reparo y sin
intervención alguna por parte de Valjean.
Los
horrores a los que se enfrenta Fantine en los barrios de mala muerte son
atroces; vende su cabellera, sus dientes y hasta se prostituye para conseguir
algo de dinero que consigue mandar a su hija; es ahí donde tiempo después es
vista por Valjean en un estado deplorable y enfermo. El ex convicto reconoce a
la mujer como una de sus empleadas y con incredulidad le ofrece su ayuda y le
promete que cuidará de la pequeña Cosette. Fantine muere al poco tiempo y para
ese entonces Valjean ya era un prófugo cuya identidad había sido revelada por
él mismo para evitar que otro hombre —que fue confundido con él— fuera llevado
a prisión en su lugar.
A
pesar de las constantes persecuciones que sufre por parte del inspector Javert —el
mismo hombre que años atrás le había dado la libertad—, Jean Valjean logra dar
con Cosette y vivir en el anonimato y con otra falsa identidad durante unos
años más. Cuando Cosette es joven conoce a Marious Pontmercy un joven
universitario de clase alta que pertenece a un grupo de estudiantes cuyas
aspiraciones incluyen levantar barricadas a favor de los más desfavorecidos. Es
a partir de aquí donde los eventos se desencadenan a una velocidad dura pero
extraordinaria y si bien es verdad que Los Miserables abarcan un inmenso
abanico de personajes de todas las edades también es cierto que Jean Valjean podría llevarse el protagonismo
sin problema alguno, pues con él comienza y termina el musical (el libro
comienza con el obispo y su historia).
Como
siempre sucede en estos caso hay diferencias entre la obra de teatro y libro;
la profundidad de éste último es innegable tanto en personajes como en contexto
histórico y ciertos matices de la novela fueron modificados para presentarlos
en escena (imposible abarcar tantas páginas en una obra de poco menos de tres
horas). Al final, ambos productos terminan igual y los cambios en la historia
resultan ínfimos mirando todo desde una perspectiva general. Sin embargo, para
tener una idea más exacta del pasado de cada personaje no hay como tomarse el
libro y leerlo de principio a fin; es una preciosura y no se arrepentirán.
EL MUSICAL
Pensado
originalmente para ser un álbum conceptual, “Les Misérables” se presentó por
primera vez en el Palacio de los Deportes de París, Francia en septiembre de
1980. La música de la obra fue compuesta por Claude-Michel Schönberg y las
letras en francés corrieron a cargo de Alain Boublil y Jean-Marc Natel, con un
libreto en la versión inglesa escrito por Herbert Kretzmer. Tres meses después
de su debut el contrato expiró y las funciones terminaron. Un par de años más
tarde, el director de la puesta en escena Peter Ferago, se contactó con el
productor inglés Cameron Mackintosh para tratar de convencerlo de adaptar el
musical al teatro británico, algo que Mackintosh negó reiteradamente pues ya
para aquel entonces se encontraba inmerso en Cats, otro clásico de los
musicales. A insistencias de Ferago, el 8 de octubre de 1985 la primera función
de Los Miserables (“Les Miz” para un
público que encontró demasiado complicado el título en francés) veía la luz en
Londres, Inglaterra, cosechando, en su primera función, críticas mordaces y
duras que con el paso del tiempo terminaron por rendirse a sus pies.
En
la actualidad la obra puede ser vista en diversos teatros del mundo. Además ha sido
representada en 38 países y ha sido traducida a 22 idiomas.
LA PELÍCULA LOS MISERABLES
(2012).
Para
empezar creo que vale la pena señalar que no suelo ver muchas películas, además
en mi ciudad no hay cine, lo que complica algo las cosas, así que lo que leerán
a continuación es sólo una opinión, un simple punto de vista que puede diferir
con el resto. No me atrevería hacer una crítica desde el punto de vista de un
cinéfilo porque estoy muy pero muy lejos de entrar en esa categoría. Los tecnicismo,
la filmografía o la comparación de trabajos anteriores tanto de actores como de
equipo técnico brillarán por su ausencia aquí, así que sobre aviso no hay
engaño, eh. ;)
La
película me ha fascinado y ha valido cada centavo y cada odisea que pasamos
para llegar hasta otra ciudad para poder ir al “cine más cercano”. Incluso se
le perdona a Cinepolis el lapsus brutus
que le dio a la cinta al poco tiempo de empezar y que nos dejó a punto de
perdernos a la Hathaway dándolo todo en ese plano de cinco minutos que le merecen
mil Oscars y la vida eterna. Pero si no has ido a verla al cine vale aclarar que
Los Miserables es un musical; salvo un par de diálogos que hay por ahí,
la película es cantada casi en su totalidad. Si no te gustan los
musicales puedes darle una oportunidad a esta obra pero no hay garantía de que
sea de tu agrado. Son casi tres horas en la que estarás sentado escuchando
canción tras canción. Hay gente a la que le fascina esto, hay otras a las que
no. Aun así, ésta obra, ya sea cantada o leída, es algo que merece muchísimo la
pena.
La
ventaja de llevar una obra de teatro a la gran pantalla es precisamente que
puedes agregar detalles que arriba de un escenario resultan difíciles de
mostrar por la distancia que existe entre el público y los actores; además de
contar con un espacio del cual se carece estando dentro de cuatro paredes. Eso
es lo que me ha fascinado de la película, poder reparar en la magnitud de la
obra; de ver cómo cosas que están mencionadas en el libro son agregadas aquí
porque pueden y sienten que deben hacerlo (hay que recordar que la película es una
adaptación del musical, no del libro).
La
escena del barco siendo remolcado por los esclavos es imponente al igual que la
de Valjean levantando la enorme bandera francesa mientras Javert le mira sin
mostrar atisbo de expresión alguna; una escena totalmente contraria a la que
ocurriría años después, cuando Valjean con otra identidad, en otra ciudad y
siendo un reconocido alcalde levanta un carruaje con la fuerza de
esa vez cuando dejó caer el asta de la bandera a los pies del mismo hombre que
ahora miraba la escena con un incredulidad total. Otra escena que encuentro
simbólica es cuando Valjean emprende su camino a la libertad mientras de fondo
se escucha a los presos cantar «Mira abajo, mira abajo, estás parado sobre tu
tumba», cuando Jean Valjean mira abajo se topa con la mirada de desprecio del
inspector. Una ironía tremenda al ver cómo terminó la vida de ambos.
Una
de mis cosas favoritas ha sido ver al gran Colm Wilkinson en el papel del
obispo. Qué forma más bella de cerrar una etapa tan magnífica para él. El
principio y el fin; un círculo perfecto. Wilkinson fue el primer Jean Valjean
en la historia de la obra inglesa. Cuando se abrieron las audiciones para el
personaje estaban buscando a un hombre que tuviera “rostro de mendigo y voz de ángel”; Colm Wilkinson cumplió las
expectativas con creces e imprimió su sello característico en temas tan
extraordinarios como “Bring him home”. Verle como el obispo me ha parecido
fenomenal porque es él la piedra angular que convierte a Jean Valjean en una
nueva persona; le devuelve la fe en un mundo que Valjean ya creía muerto, ¿qué
hubiera pasado si jamás se hubieran encontrado?
Y
qué se puede decir de Anne Hathaway. Se ha lucido con el papel de Fantine, qué
mujer, qué pedazo de actuación. Ya no sabía yo de dónde sacar tanto kleenex
para secarme los ojos y los lentes. Anne Hathaway hizo suyo el papel y qué precioso fue ver cómo se adueñaba de él. Ya había confesado ella
en una entrevista que le tenía muchísimo cariño a Fantine pues su madre también
la interpreto en teatro años atrás; de hecho, fue el último papel que
interpretó antes de abandonar su carrera de actuación para dedicar su vida a la
crianza de sus hijos. Otro ciclo que se cierra de forma maravillosa.
Cuando
recién se supo el elenco de Los Miserables me quedé sorprendida (pero de forma
fea) al saber que Hugh Jackman interpretaría a Jean Valjean. No voy a mentir,
sabía que tenía habilidad para actuar, por supuesto, pero… ¿para cantar? Tuve
mis dudas, lo juro. Tiempo después le escuché cantar la primera estrofa del
soliloquio de Valjean y mis dudas se disiparon. Estoy muy pero muy conforme con
su interpretación.
Hablemos
de Russell Crowe, porque si hay algo de lo que se ha hablado mucho es
precisamente de que la voz de Crowe no llena la inmensidad de Javert; pues bien
yo no quiero hablar de eso sino de su interpretación del personaje, su sello.
Tanto él como los directores, guionistas y productores hicieron algo
maravilloso con Javert: lo humanizaron. Sí, porque si bien en el libro también
se nos enseña su dureza, es bien sabido que Javert no es malo. El musical
generalmente lo pone con gesto frívolo, inmutable e incluso déspota (porque
alguien tiene que ser el villano ¿no?), pero en la película saca matices que
antes no existían, para mí eso fue terriblemente acertado (esa escena donde se
acerca al cuerpo del pequeño Gavroche me ha parecido tan triste como
maravillosa). Crowe hizo su propia investigación sobre el personaje y quiso
hacer de él lo que nadie hizo nunca y el resultado me ha parecido maravilloso;
para mí su voz pasó a segundo plano para enfocarme más en su actuación. Su
Javert me ha fascinado.
Y
creo que en este punto vale la pena mencionar que Victor Hugo se inspiró en la
misma persona para crear a Jean Valjean y al inspector Javert: Eugène-François Vidocq, un hombre que a los 14 años robó dinero de la panadería de sus padres y
cuando creció terminó siendo el primer director de la Policía Nacional de Francia. Ahí lo
dejo como dato. :)
Hablemos
de los jóvenes brevemente, ¿vale? Tanto la pequeña Isabelle Allen como Amanda Seyfried me han parecido lindísimas como Cosette. Eddie Redmayne como Marius maravilloso
y a Samantha Barks ya la amaba desde el concierto del vigésimo quinto
aniversario donde hizo un trabajo FABULOSO. Aaron Tveit como Enjolras, otro del
que no me puedo quejar, eh. Y el pequeño Daniel Huttlestone me ha parecido una
monada inmensa; él, al igual que Samantha ya había interpretado a sus
personajes en los teatros así que estaban bastante familiarizados con ellos. Y tanto
Sacha Baron Cohen como Helena Bonham Carter como el señor y la señora Thénardier
se robaban la pantalla cada vez que aparecían.
En
general, el elenco a cumplido con creces mis expectativas y no puedo quejarme;
me hicieron reír, llorar, sufrir, cantar, y etcétera de principio a fin, eh.
Y
ahora hablemos de las canciones.
REPERTORIO MUSICAL
La
cantidad de canciones del musical Los Miserables son 50, cuya duración va de
algunos segundos a varios minutos. No todos los temas son incluidos en las
producciones teatrales, las compañía de cada país se encarga de escoger los
temas que aparecerán en las funciones. Bueno, pues sabiendo eso me ha
sorprendido enormemente ver que en la película aparecen casi todos los temas. Sólo
quedaron dos fuera: I Saw Him Once (interpretada por Cosette) y Dog Eats Dog (ésta última casi nunca es incluida pero es cantada por Thénardier). Por
cuestión de tiempo algunos temas fueron acortados para evitar que la película
fácilmente pasara las tres horas, pero vamos, es una medida comprensible.
Mis
escenas favoritas y sus canciones:
Como
ya mencioné arriba, la apertura de la película me ha parecido imponente y la
aparición del obispo también, pero lo que me hizo sacar las lágrimas por primera
vez fue Valjean's Soliloquy (El soliloquio de Valjean), qué jodida
actuación se aventó el Jackman en esta escena, dios. Desde la rabia contenida,
la impotencia, el coraje, el arrepentimiento, la vergüenza; pudo captar cada
emoción por la que pasa su personaje a lo largo de esas estrofas. Los arreglos
para este tema también me han convencido; si uno escucha la versión teatral se
daría cuenta que ésta empieza con rapidez inusitada para después ir bajando sólo
para volver a subir. En el cine nos muestran a un Valjean de rodillas ante el
altar de la iglesia donde el obispo le recibió y posteriormente lo perdonó por
haber robado los utensilios de plata. Más que un reclamo desesperado hacia él
mismo es una confesión ante Dios, una conversación, una reflexión profunda
entre su inmoralidad y la bondad del anciano que se atrevió a llamarlo hermano cuando otros lo miran como un
animal. «Me ha tratado como cualquier otro, me ha ofrecido su confianza, ¡me ha
llamado hermano! ¡Le ha ofrecido mi vida a Dios! ¿Cómo pueden ser las cosas
así, si yo sólo he venido a odiar al mundo; a un mundo que siempre me odió?». Y
ese plano de él caminando por el pasillo para luego salir de la iglesia y
romper el papel que lo condiciona como ex convicto en libertad me ha puesto la
piel chinita, ¡ayyyyy!
Con At the End of the Day (Al final del día) sucede algo parecido. Mientras que
en la obra este tema es cantado por los pobres con un tono de desesperación y
rabia, elevado; en la película es un susurro, es el pensamientos de los
miserables en sus labios; y en voz baja, para que las autoridades artífices de
lo que creen llamar justicia no les escuchen renegar de su vida diaria: «Al
final del día eres un día más viejo y eso es todo lo que puedes decir de la
vida del pobre. Es una lucha, es una guerra, y no hay nada que alguien esté regalando.
Un día más de pie ante los otros ¿para qué sirve? Es sólo un día menos para
vivir».
Who Am I? (¿Quién soy yo?), toda una declaración de principios por parte de Jean
Valjean, donde debate para sí mismo la culpa moral que significa saber que una
persona puede ser condenada a la esclavitud en su lugar sólo para seguir
ocultando su identidad. Un dialogo interno, una pregunta filosófica, una sola
respuesta y la oportunidad de salvar a un hombre que podría pasar toda su vida
en prisión. Valjean actúa con dolor pero con la convicción y la verdad como
bandera; ante un juez y ante decenas de testigos reconoce quién es en realidad.
«¿Quién soy yo? ¿Puedo condenar éste hombre a la esclavitud? ¿Pretender que no
me duele su agonía? ¡Ése hombre viste mi rostro, va ir a juicio en mi lugar!
¿Quién soy yo? ¿Puedo esconderme para siempre? ¿Pretender que no soy el hombre
que fui antes? ¿Y puede ser mi nombre hasta que muera nada más que una
coartada? ¿Debo mentir? ¿Cómo podría enfrentarme entonces a mi prójimo? ¿Cómo
podría enfrentarme a mí mismo otra vez? ¡Mi alma pertenece a Dios, hice esa
promesa hace mucho tiempo! Él me dio esperanza cuando la esperanza se había
ido, él me dio fuerzas para continuar el viaje… ¿Quién soy yo? ¡¿Quién soy yo?!
¡Soy Jean Valjean!»
Y
qué puedo decir de I Dreamed a Dream, una de las canciones más conocidas de
toda la obra; la hemos escuchado en voces de diversos artistas pero como ya dije
que Anne Hathaway se la robó totalmente ¡y qué manera de hacerlo! Si le dieron
el Oscar fue precisamente por ése
tema. El sentimiento que le puso, el dolor impregnado en su voz, sus gestos, su
rostro demacrado, todo ese plano fue estupendamente doloroso y extraordinario,
te crees su llanto porque se escucha genuino. «Soñé que mi vida sería tan
diferente al infierno que estoy viviendo; tan diferente hoy de lo que parecía…
Ahora la vida ha matado el sueño que soñé». Y la muerte de Fantine, ¡¡¡Ains,
qué tristeza!!! Siempre he dicho que la muerte de ella en la obra es más ¿bonita? que en la novela, donde muere de
golpe al ver a Valjean y a Javert pelear…
The
Confrontation (La Confrontación) es uno de esos temas en los que te pierdes,
no sabes a quién escuchar ni qué dialogo leer. Este tema, que ocurre cuando
Javert encuentra a Jean Valjean al lado de la recién fallecida Fantine, es
cantado casi en su totalidad en contrapunto;
ambos personajes intercambian palabras y amenazas mientras se funden en una
pelea y me ha parecido una escena extraordinaria. A diferencia de la representación teatral donde ambos actores llevan el contrapunto hasta el final aquí Valjean calla antes para escuchar a
Javert decir algo sobre su pasado: «No sabes nada de Javert, yo también nací
dentro de una cárcel. Nací siendo una escoria como tú, yo también vengo de las
barriadas…», y al saltar Valjean por la ventana y caer al agua fue omitida una
última estrofa cantada de forma compartida por ambos. Mientras Valjean le habla
al cuerpo de Fantine, Javert se dirige a Valjean: «Y esta noche te prometo una
cosa…» «No hay ningún lugar en el que te puedas esconder…» «Tu pequeña vivirá
bajo mis cuidados…» «Donde quieras que intentes huir…» «Y la elevaré hacía la
luz…» y ambos terminar con una misma frase que incluye tanto una promesa como
una advertencia «Te juro que estaré ahí».
La
pequeña Cosette cantando Castle on a Cloud (Un Castillo en la Nube) ha sido
una ternura inmensa, pero una vez que aparecen los Thénardier se roban la
pantalla; qué grandes y graciosos los condenados mal nacidos hijos de los mil
demonios. Ahora sé porqué son tan queridos; tienen un carisma que apesta y
simpatizas con ellos aun cuando por dentro deseas matarlos por insensibles,
abusivos y atascados. Vamos, los odias pero los quieres; ya me entenderás. xD Y Suddenly (De repente) es una joyita, es el tema que interpreta Valjean
durante su regreso a casa, cuando se da cuenta de que ahora está al cuidado de
una niña. Éste tema es exclusivo de la película y no aparece en ninguna
representación musical (por el momento), pero encaja perfecto en la trama sin
alterar absolutamente nada.
Stars (Estrellas) es uno de mis temas favoritos. Es una de las dos únicas canciones
que interpreta Javert en solitario (la otra es la de su suicidio) y me fascina
por todo lo que la letra representa. Si “Who Am I?” es una declaración de
principio de Jean Valjean ésta es la de Javert, es imposible verlo de otro
modo. «Y aquellos que sigan el camino de los justos tendrán su recompensa», el
inspector está seguro de que hace cumplir la ley, abusa con ella, la exagera, la lleva al nivel de lo literal sin excepciones;
no hay compasión alguna. Si has cometido un delito lo tienes que pagar. Jean
Valjean robó por hambre, sí, pero robó y robar va en contra de la ley; y no
sólo eso, también intentó escapar de prisión, otro delito. Crímenes que quedan
impunes, en los cuales su reputación se ve manchada por lo que él considera incompetencia.
Perseguir a Valjean se convierte en algo personal. Y además la alegoría que
hace con las estrellas es maravillosa «…ustedes son las centinelas; silenciosas
y seguras… manteniendo la vigilia en las noches».
Paris,
Look Down/Paris: 1832 (Paris, mira abajo); nueve años después de que Javert prometiera
atrapar a Valjean los tiempos en Francia siguen siendo durísimos, la franja
invisible que divide a ricos y pobre es cada vez más evidente y la voz de éstos
últimos rara vez es escuchada por las autoridades o por el rey. Es el pequeño
Gavroche quien nos introduce a éste panorama teniendo como fondo a los
miserables rogando por piedad y por comida. En la película la segunda estrofa
de Gavroche cambia; mientras que en la obra nos advierte de la mala reputación de su familia (el niño es hijo de los Thénardier y hermano de Éponine, aunque
en el musical nunca lo dicen de forma explícita) aquí habla de la dura realidad
por la que pasa su país; una realidad distinta a la que una vez soñaron: «Hubo
una vez que matamos al rey, intentamos cambiar el mundo demasiado rápido. Ahora
tenemos a otro rey, pero él no es mejor que el último ¡Esta es la tierra que luchó
por la libertad!, ahora cuando luchamos lo hacemos por pan. Esto es lo que tiene
la igualdad: todo son iguales sólo cuando ya están muertos» Y mientras que en
la obra termina con un «¡Larga vida a nosotros (los pobres)!» en la película
concluye con un muy acertado «Vive la
France!». Es aquí mismo donde nos introducen a Les Amis de l'ABC (Los
amigos de los humildes) un grupo de estudiantes que, aun con diversos puntos de
vista y opiniones sobre asuntos políticos deciden unirse a la insurrección de junio de 1832. Mientras que en la vida real la rebelión se dio después de la muerte
de Casimir Pierre Périer, el presidente del consejo orleanista, en la novela y
obra ésta se desencadena por el fallecimiento del general Jean Maximilien Lamarque, una persona que en verdad existió y que gozó de gran simpatía popular.
Me
puse en estado cursi, pero muy cursi durante los temas In my life (En mi
vida) y A Heart Full of Love (Un corazón lleno de amor) porque me han
parecidos chulísimos con todo lo que ello implica. Por primera vez el triangulo
amoroso y el amor no correspondido entre Éponine/Marius/Cosette me ha dejado embobada
y eso es decir mucho eh; ni en el libro llegó a pegarme tanto. Ya sé, las
canciones son preciosas y eso ayuda. Ya verán cómo ahorita les construyo un
altar a los autores de esas letras en el porche de mi casa, seriously.
¿Acaso
puedo decir algo cuerdo de One day more? No, no puedo. Mi silencio lo dice
todo; si ya en la presentación de teatro me gustaba aquí no podía ser de otra
manera.
¡Do
You Hear the People Sing? (¿Oyes al pueblo cantar?) es una de mis favoritas!
En los escenarios suelen cantarla justo después de Red and black, estando
todavía en el bar, pero me ha parecido que queda muchísimo mejor montada en el
cine, durante la procesión fúnebre del general Lamarque. Ha sido maravilloso. Y
justo después estalla la rebelión y las barricas se levantan. Así, en un dos
por tres todo.
Pasemos
de golpe a A Little Fall of Rain. NO NO NO NO NO NO. Creo que limpié diez
veces mis lentes empañados de tanta lágrima y aire frío, en serio. Sí, es la
primera vez que me pega fuerte esta canción, lo admito, por la misma razón que
mencioné antes, nunca me había calado tanto la relación entre estos tres
personajes pero aquí fue diferente, muy diferente. Que sí, que
cambiaron algunas cosillas de la muerte de Éponine pero el numerito quedó tal
cuál sucede en la obra y así estuvo muy bonito todo. Ya para ese entonces había
olvidado cuántas veces había llorado.
Me
han cortado un tajo de Drink with Me (Bebe conmigo) pero no me enojo, eh, lo
juro. Eso sí, se extrañó esa estrofita (porque es mi favorita, jejeje). Verán,
de todos los estudiantes que se levantan en armas había uno, sólo uno, cuyos
ideales no eran tan grandes como para morir por ellos, o algo así, y ese era
Grantiere; el amor al alcohol era más atractivo para él que los ideales ingenuos
de su amigo Enjolras ¿vale? Y es precisamente en ésta canción donde expone precisamente
esa duda ante la causa que están defendiendo y, por muy tonto que pueda sonar,
parece ser que él es el único que mira todo con cordura, con una frívola
realidad, sin idealismos de por medio; sus palabras bien podrían estar dirigidas
a él mismo, a sus compañeros o a su gran amigo que lo escucha con atención: «Bebe conmigo por los días que pasaron ¿Puede ser que temas morir? ¿Te recordará el mundo una vez que caigas? ¿Podría ser que tu muerte no significara nada en lo absoluto? ¿Puede ser que tu vida sea sólo una mentira más?»
Bring
Him Home es otra de esas escenas en las que casi me levanto para aplaudir,
otro numerito que se avienta el Jackman y que me deja con la boca abierta, ¡qué
sentimiento le puso, carajo! Y apenas me estaba secando las lágrimas cuando me
pasan la muerte de Gavroche y ya no sabía yo dónde meter tanto dolor, ay no, se
me encogió el corazón y el estómago y todos los órganos. Corte a la muerte de
Gavroche para dar paso a la The Final Battle (La batalla final) para que me
maten a todos de golpe. DRAMA. QUÉ DOLOR. TORITO. Y ETCÉTERA. ¿“La sangre de
los mártires regará las praderas de Francia”? ¡Pues eso! ¡Todos los estudiantes se mueren! :(
Punto
y aparte; vale señalar que me ha gustado cómo han mostrado la muerte de
Enjolras. En la novela muere junto a Grantiere dentro del bar, asesinado por la
policía; y en la obra muere en el fuego cruzado que hubo entre ambos bandos; su
cuerpo queda en medio de las barricadas con la bandera roja yaciendo en sus
manos. En la película muere en el bar, junto a su amigo y su cuerpo queda
colgando por la ventana con la bandera roja en su mano. Punto para la película por combinar ambas cosas.
Y
después llega Javert's Suicide (El suicidio de Javert), el soliloquio del
inspector antes de quitarse la vida lanzándose desde un puente al río Sena. Hay
quienes opinan que se les hace absurdo que Javert se suicidara sólo porque no
pudo atrapar a un prófugo de la justicia. Yo creo que están leyendo mal la
novela e interpretando peor al personaje; Victor Hugo se avienta siete largas y
preciosas páginas hablando de eso. Vayan y léanlo, no se arrepentirán. Pero en
la película también se da otro enfoque maravilloso: el inspector tiene una
terrible crisis moral, no sólo por Valjean sino por una serie consecutiva de
fallos que se desencadenaron desde que decidió infiltrarse entre los jóvenes estudiantes.
Cuando éstos saben que es un espía, Javert incluso les desea la muerte a todos y cada uno de ellos y sin reparo alguno los llama traidores. Y sin
embargo, cuando por fin los ve muertos, alineados unos a otros, es cuando se da cuenta
de la atrocidad que ha cometido y entonces repara en cada pequeña cosa que ha
fallado. Una última bofetada a su moralidad y rectitud sucede precisamente
cuando se da cuenta de que Valjean está salvando a uno de los estudiantes; algo
que él jamás hubiera hecho. Por más que intenta mantener la compostura, hacerse
respetar, representar la mismísima ley de Francia, su némesis, su enemigo íntimo, no
duda en dar la media vuelta e irse en busca de ayuda mandando al diablo todo respeto que su figura y uniforme pudieron albergar algún día. Toda su carrera y su implacable
trayectoria como inspector se desmoronó en cuestión de horas. ¿Cómo podía vivir
sabiendo que había fallado tanto en tan poco tiempo? Imposible e imperdonable para alguien que se jactaba de ser tan recto como él.
Turning,
que es una canción chiquita, también es de mis favoritas por ser tan
jodidamente triste (sí, soy masoquista); éste tema es cantado por las mujeres de
Paris que limpian los escombros y la sangre de las calles donde las barricadas
se levantaron. En la película sólo aparece un fragmento por cuestión de tiempo
pero igual lloré. «¿Los has visto yéndose a pelear?» «Niños de las barricadas que no sobrevivieron ni una noche» «¡Eran estudiantes —nunca habían sostenido un arma— luchando por un nuevo mundo que se levantaría como el sol!» «¿Dónde está ese nuevo mundo ahora que la batalla terminó?» «¿Quién los despertará?» «Nadie nunca lo hará, nadie nunca les dijo que una mañana de verano puede matar».
Y
justo después me ponen a Marius cantando Empty Chairs At Empty Tables (Sillas
vacías en mesas vacías) y ya en este punto yo casi gritaba: ¡Dios, llévame a mí
y no a ellos! Joer, demasiado triste y doloroso y melancólico. «Aquí fue donde
hablaron de revolución, aquí fue donde encendieron la llama. Aquí fue donde
hablaron del mañana y ese mañana nunca llegó» «Desde esa mesa de la esquina
podían ver un mundo renaciendo; se levantaron sus voces sonando ¡y las puedo
oír ahora mismo! Las mismas palabras que habían cantado se convirtieron en su
última comunión... en aquella solitaria barricada al amanecer».
Durante
la boda de Cosette y Marius, los Thénardier se avientan un último numerito
épico donde todo fue risa y diversión sólo para después dar paso a los últimos
minutos de vida de Valjean (tiempo necesario para limpiar mis lentes
empañados de lágrimas y llorar por última vez). Otra ocasión en la que el cine
supera mis expectativas, todo ese número me ha parecido maravilloso y tierno y
conmovedor y todo lo que pueda agregar aquí, que parece tan redundante porque
es lo que he dicho durante todos los párrafos anteriores, pero es así y no puedo
evitarlo. En el teatro es Fantine y Éponine quienes guían a Valjean una vez que
muere, pero aquí me ha fascinado ver al obispo; una decisión estupenda por lo
que éste personaje significó en la vida de Jean Valjean. Y mientras el libro
concluye con una tiernísima descripción de la sencilla tumba que alberga el
cuerpo de nuestro ex presidiario la película nos enseña una última barricada
eterna, enorme, como todos aquellos que murieron luchando por una causa que creían justa.
En
definitiva y para resumir: la película me ha fascinado, tardó una eternidad en
estrenarse en México (su estreno mundial fue el 25 de diciembre del 2012) pero
valió la pena tanta espera. Ha sido maravillosa aun con todas lágrimas que he
derramado, en serio.
REFLEXIÓN
FINAL
150
años después de que Víctor Hugo publicara Les Misérables y a 32 años de que el
musical viera la luz por primera vez en París, la perdurabilidad de ambas cosas se
debe precisamente a su atemporalidad. Sí, porque si bien es verdad que la obra
está basada en una época concreta de Francia el sentimiento humano que se
plasma en ésta es innegable y no puede ser delimitado sólo a un instante en la
historia. Los Miserables existen, están ahí afuera; los hemos visto, hemos
caminado entre ellos, escuchado sus súplicas y sus míseras. Su existencia es
tan real como dolorosa. Cuántas Fantine han vendido hasta su dignidad para alimentar
a sus hijos; aquí o en Ruanda. En todas partes. Cuántos Jean Valjean han robado
para llevarse algo de comida a la boca y ha sido condenados por ello. Cuántos Jean
Valjean se han redimido ante el gesto amable de una persona que les devolvió su
condición humana cuando ya lo habían perdido todo. Cuántos estudiantes han
dejado su sangre en las barricadas a favor de esos miserables; desde el mayo francés del '68 hasta las protestas de la Plaza de Tian'anmen en 1989 pasando por la Primavera Árabe la novela de Víctor
Hugo bien podría albergar sus crónicas y las canciones del musical la banda
sonora de sus luchas. Ahí es donde radica el éxito de la obra, en la
dura realidad que retrata con maestría y en el entrañable humanismo de sus personajes.
Los Miserables seguirán existiendo en el consiente colectivo mientras exista el anhelo humano de la libertad; de la paz y la justicia. Mientras haya oprimidos, mientras haya opresores y mientras existan personas dispuestas a sacrificar su vida por la dignidad humana de los más débiles.
«Dejemos que otros se levanten para tomar nuestro lugar, hasta que la Tierra sea libre».
Los Miserables seguirán existiendo en el consiente colectivo mientras exista el anhelo humano de la libertad; de la paz y la justicia. Mientras haya oprimidos, mientras haya opresores y mientras existan personas dispuestas a sacrificar su vida por la dignidad humana de los más débiles.
«Dejemos que otros se levanten para tomar nuestro lugar, hasta que la Tierra sea libre».
“El ser humano sometido a la necesidad extrema es conducido hasta el límite de sus recursos, y al infortunio para todos los que transitan por este camino.
Trabajo y salario, comida y cobijo, coraje y voluntad, para ellos todo está perdido. La luz del día se funde con la sombra y la oscuridad entra en sus corazones; y en medio de esta oscuridad el hombre se aprovecha de la debilidad de las mujeres y los niños y los fuerza a la ignominia. Luego de esto cabe todo el horror. La desesperación encerrada entre unas endebles paredes da cabida al vicio y al crimen...
Parecen totalmente depravados, corruptos, viles y odiosos; pero es muy raro que aquellos que hayan llegado tan bajo no hayan sido degradados en el proceso, además, llega un punto en que los desafortunados y los infames son agrupados, fusionados en un único mundo fatídico.
Ellos son "Los Miserables", los parias, los desamparados.”
—Víctor Hugo—
Estimada Linda: Hoy he vuelto a vivir cada secuencia e imagen que me han emocionado de la película y todo gracias a tus acertados comentarios y apreciaciones musicales de la misma. Me ha encantado todo lo que haz plasmado aquí, la pasión con que describes sus personajes y lo que te han hecho sentir me ha emocionado e identificado porque yo también la lloré toda.. Te felicito por compartir tus conocimientos y abrir tu alma de esta bella forma. Recibe un abrazo grande lleno de cariño y admiración.
ResponderEliminarPatricia Molina
¡Muchísimas gracias por el comentario! ^__^ Yo también disfruté muchisimo la película (como ya se ha podido comprobar con el escrito, jejeje) y me alegra saber que otros también la disfrutaron y además se atrevieron a leer todo lo que he narrado aquí, que eso ya es decir mucho, eh.
Eliminar¡¡¡¡UN ABRAZO ENORME!!! :)
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