La primera parte de mi opinión está aquí.
Al final, Casandra sólo quería que le creyeran. Encontrar entre el tumulto de gente una mente abierta que se atreviera a creer en sus profecías. Pero la ira de Apolo es implacable: vio arder Troya antes que nadie, incluso vaticinó la muerte del mítico Agamenón y presenció su propia decadencia mucho tiempo antes de que ocurriera. Como un castigo similar al de la mitología griega, Claire Beauchamp se convierte en nuestra propia Casandra condenada a callar su destino mientras la madera cruje con el fuego de la hoguera que la espera a ella y a Geillis Duncan. Sin embargo, Geillis también viene a recordarnos que en medio del naufragio siempre hay un objeto que nos mantiene a flote, un trozo de cordura entre la sinrazón de los gentiles. The Devil's Mark (1.11) la hizo brillar como nunca, mostrándonos ese lado afable entre los calabozos roídos por la humedad y el moho. Las conversaciones con Claire se debaten entre la comprensión y la duda; la curiosidad y la sensación de identidad que comienza a florecer mientras las palabras fluyen y la sentencia final se acerca. El último sacrificio de Geillis fue un acto de amor para la persona que más la comprendió, aunque a Claire le cueste entender los motivos y la reverbera popular esté ansiosa por oler la carne quemada de una bruja despatriada.
Al final, Casandra sólo quería que le creyeran. Encontrar entre el tumulto de gente una mente abierta que se atreviera a creer en sus profecías. Pero la ira de Apolo es implacable: vio arder Troya antes que nadie, incluso vaticinó la muerte del mítico Agamenón y presenció su propia decadencia mucho tiempo antes de que ocurriera. Como un castigo similar al de la mitología griega, Claire Beauchamp se convierte en nuestra propia Casandra condenada a callar su destino mientras la madera cruje con el fuego de la hoguera que la espera a ella y a Geillis Duncan. Sin embargo, Geillis también viene a recordarnos que en medio del naufragio siempre hay un objeto que nos mantiene a flote, un trozo de cordura entre la sinrazón de los gentiles. The Devil's Mark (1.11) la hizo brillar como nunca, mostrándonos ese lado afable entre los calabozos roídos por la humedad y el moho. Las conversaciones con Claire se debaten entre la comprensión y la duda; la curiosidad y la sensación de identidad que comienza a florecer mientras las palabras fluyen y la sentencia final se acerca. El último sacrificio de Geillis fue un acto de amor para la persona que más la comprendió, aunque a Claire le cueste entender los motivos y la reverbera popular esté ansiosa por oler la carne quemada de una bruja despatriada.
Claire ya
venía acarreando un infierno desde el primer arco: viajó 200 años en el pasado,
se encontró con un casaca inglés que le recordada a las mejores historias de
Sade, fue prisionera política, se casó por obligación con un guerrero escocés y
la tomaron como rehén apenas tuvo tiempo de llegar al monolito que la metió en
aquella maraña onírica absurda. Lo que vino después era suficiente como para
hundirla en un abismo profundo y no permitirle salir jamás. Quizá con un poco
de optimismo se habría dedicado a cavar su propia tumba. El rescate de Fort William en The Reckoning (1.09) da testimonio de lo que James Fraser es capaz de hacer por la mujer a la que juró proteger
con su vida. Adentrase de esa manera al fuerte británico fue una estupidez
incomparable, y sin embargo, comprensible, al recordar lo mal que la pasó él
mismo en ese lugar, donde años atrás fue azotado hasta la inconciencia por el
hombre que ahora amenazaba con matar a su esposa. Jamie entendía que, al rescatarla a ella, se estaba rescatando
(otra vez) él mismo.
LA conversación tarde o
temprano tendría que llegar. Las explicaciones nunca son suficiente cuando
tienes tu pasado pisándote los talones y no puedes contárselo a nadie; no
resulta creíble ni para ti. El punto de ebullición estalla entre los dos
precisamente cuando tanta tensión se vuelve exasperante. Esa terrible pelea acarrea
consigo el resentimiento acumulado del tiempo compartido juntos, no porque se
odien ni porque estén cansados de sus respectivas presencias, sino porque
comenzaron a amarse sin saber exactamente en qué momento la vida los flechó. “Eso, eso es estar enamorado” se resigna
Jamie al saberse perdido entre tantos sentimientos encontrados.
El
regreso al castillo también nos permite adentrarnos a la inevitable situación
política que se avecina en las montañas de Escocia. El duro recordatorio de que
todo lo que comienza tiene un fin se revela como una premisa que la diluimos en
este accidentado encuentro entre la familia MacKenzie. Colum funge
como el diplomático que se siente traicionado por las ideas irreverentes de su
hermano; las mismas que ponen en jaque la estabilidad no sólo de sus propias
tierras sino del panorama de las localidades vecinas. La batalla de Culloden, el escenario final de un
estilo de vida milenario, se asoma con crueldad en los duelos verbales de
aquellos parientes que apenas se reconocen. Hay un punto de quiebre en la
relación de ambos que agoniza mucho tiempo antes de lo esperado. Y la
impaciencia de Dougal termina por exponerse en The Search (1.14) que, junto con The Watch (1.13) nos sirvieron para atestiguar que la producción de
Outlander también puede darse el
lujo de incluir subtramas sin trascendencia (¿o la tendrá?). A Lallybroch (1.12) lo salva la soberbia
aparición de Jenny y la simpatía de su
esposo Ian. La presencia de la
hermana de Jamie llena todo el entorno con un importante respeto y autoridad
que ni siquiera él puede asimilar muy bien. Es un personaje cuya fortaleza
penetra las paredes del hogar hasta convertirlas en órdenes y a cada situación
que se presente le da una solución a la altura, un ajuste de tuercas que permiten
otorgarle esa reconocida reputación que le precede. Claire consigue consolidar
una relación con su cuñada que no nació de la noche a la mañana. Tales lazos
engendran sus raíces en la mutua preocupación por el propio Jamie, quien sigue
siendo un prófugo de la justicia, y que les llevará a la búsqueda épica que
vemos en la primera parte de The Search
(1.14).
Pero
el momento cumbre de esta temporada hace acto de presencia en los dos últimos
episodios que la cierran: Wentworth
Prison (1.15) y To Ransom a Man's
Soul (1.16) son el testimonio aplastante del ahogo televiso entre el
horror, la impotencia y el dolor. Jack
Randall ya era para ese entonces todo un estudio sobre el sadismo extremo, como lo mencioné en mi primer post, pero esta vez sobrepasó el límite de la
tolerancia humana. Hace ver las flagelaciones de The Garrison Commander (1.06) como sendas caricias por la espalda. No
hay minutos de descanso a lo largo de esas aplastantes dos horas donde la
tortura física-psicológica es el primer plato sobre la mesa (y el único que
terminarás recordaron cuando los créditos finales aparezcan). Poco, muy poco
importa que al final Jamie haya conseguido salir de ese pandemónium en el que
terminó hundido, que en el horizonte se vislumbren nuevas posibilidades, que la
pareja principal zarpe en barco rumbo a la Francia
de la aristocracia europea, etc, porque todo los caminos conducen a Wenworth. Sabemos de antemano que Jamie
no está curado y que lo sucedido en las celdas de la prisión le opaca cada
segundo de su existencia, y lo seguirá haciendo en la próxima temporada. No es
algo que él haya pretendido; si Randall
es la maldad personificada Jamie es
todo lo contrario. Quizá por eso el soldado inglés había decidido tragarse su
alma desde hace años. En el fondo existe una especie de respeto hacia el escocés,
una admiración mal disimulada y retorcida que logra erizar la piel y provocar
arcadas sólo de comprobarla.
1.
Me parece fatal que la serie no haya ganado algún Emmy en cuestión actoral. La
actuación de Balfe y Menzies es maravillosa pero la de Heughan se lleva todas las
palmas en Wenworth con amplísima diferencia.
3.
La polémica escena de los azotes fue adaptada maravillosamente, lo suficiente
para no ofender a la mayoría de quienes la vimos. Habrá alguien que diga que
no, que a una mujer no se le debe de pegar ni con el pétalo de una rosa ni
aquí, ni en la ficción, ni en la China rural, pero reconozco que la secuencia
está lejos de resultar placentera o abusiva para quien lo mire. Diría incluso
que es bastante cómica, y tamaño detalle merece la pena mencionar. Al final uno
no sabe quién de los dos recibió más golpes xD.
Me
repatea comparar libros vs. TV pero, aunque en la novela la redención de Jamie
es más cruda y salvaje no deja de ser preciosa. El no haber sido adaptada a la
pantalla precisamente por la línea de tiempo tan ajustada me produce un dejo,
así muy chiquito, de tristeza. Supongo que muchas de estas cosas la insertarán
en la segunda temporada, la explotarán a rabiar y quizá sea una constante en la
subtrama pero eso me da una sensación de vacío que la primera no pudo llenar,
ni siquiera con el anuncio del embarazo, que me supo tan amargo como
esperanzador.
5.
¿Qué hago yo hasta que Outlander regrese? Claro, leerme todos los libros de la
Gabaldon, fijo xD.
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