¡¿Se puede escoger un libro favorito?! ¡¿En
verdad se puede?! Si tuviera que hacerlo quizá escogería «Cien años de soledad»
de Gabriel García Márquez. Ese libro es un tesoro inmenso porque es todo un
abanico de sentimientos. Es entrañable, es tierno, es nostálgico. Es alegre y
triste a la vez. Lo he leído dos veces en menos de un año y no dudo —de verdad
no dudo— que lo lea otra vez antes de que el año termine.
Aun así, me gustaría creer que mi libro
favorito no ha sido leído. Quiero pensar que en un futuro podré toparme con
algún ejemplar que logre cautivarme incluso más que el libro de Márquez, por
muy imposible que eso resulte. Lo atractivo de la novela de Márquez es que
siempre te resulta vagamente familiar y mientras lees no puedes evitar pensar
qué cosa a tu alrededor se refleja en la prosa del escritor. La esencia más
pura de América Latina la encuentras en «Cien años de soledad», la de la
América primitiva, la de los pueblos mágicos y humildes con calles de piedra y
lodo; de aquello que existió antes de que las cosas tuvieran nombre. De gente y
tradiciones, y quizá ahí es donde radica su belleza y atemporalidad.
Todos los caminos conducen a Macondo y
todas las familias albergan a un Buendía entre sus filas, ¿no lo han notado?
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