«Prefiero la dura realidad a tus ilusiones
más queridas»
Es la frase con la que el astrofísico
estadounidense Carl Sagan definía el ímpetu de raciocinio del alemán Johannes Kepler y su amor a la verdad sobre todas las cosas; también agregaba que Kepler
fue el último astrólogo científico del mundo y también el primer astrofísico.
La frase es fuerte y contundente para el
ser humano, acostumbrado a vivir en la ilusión y la fe ciega. Preferimos creer
la mentira que vivir en la verdad; un escudo de protección absurdo pero
extrañamente seguro de donde jamás queremos salir. En la ciencia uno no se
puede guiar por ilusiones ni por las falsas verdades. La dura realidad golpeó a
la sociedad de antaño cuando Nicolás Copérnico publicó aquel libro donde
hablaba de la teoría heliocéntrica o cuando Darwin habló de la evolución de las
especies y, de repente, el universo ya no giró en torno a la Tierra y el ser
humano dejó de tener un origen tan puro. Personalmente la vida me parece mil veces
más maravillosa así ¿saben? Un mundo sin unicornios y pegasos, sin Adán y sin
Eva. Creo, sin duda alguna, que uno de los mayores aciertos del ser humano fue
comer la fruta prohíba en aquel ilusorio paraíso.
«Es mejor encender una vela que maldecir en
la oscuridad»
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