¡Gracia a Red de Libros Escuinapa por prestarme este ejemplar! (HACE UN AÑO) |
Soy malísima
leyendo ensayos, y si son ensayos filosóficos mucho peor. Quizá por eso no he
leído tantos a lo largo de mi vida, y probablemente la mitad han sido de mi
autoría sin más pretensiones que saciar mi curiosidad e indagar con mis propios
pensamientos un tema que me interesaba. Por otro lado, esos que hice en mis
tiempos de estudiante, no cuentan. Fueron redactados con el cansancio reflejado
en la flojera acumulada de aquellos días. Así que, cuando llegó a mis manos La
mexicanidad: fiesta y rito de Leonardo Da Jandra vi una oportunidad para leer
un poco de eso que se me da tan mal: los ensayos y la Filosofía.
El resultado
creo que no fue muy bueno.
Para empezar, me
cuesta muchísimo opinar de una manera objetiva el trabajo de un tercero. Sobre
todo cuando esa obra contiene la esencia misma de su autor; sus ideologías y su
postura respecto a ciertas cosas. Es difícil separar entonces mi opinión
general respecto a mis propios pensamientos. El nivel personal es casi una
obligación, y cuando nuestras ideas colisionan entre los párrafos deriva en lo
que yo llamo una indigestión literaria.
Un atiborramiento de información que generan un tsunami mental ahí donde
convergen nuestras contrariedades. Y eso fue más o menos lo que sucedió en esta
ocasión.
Ese no fue el
único problema con el que me encontré: la Filosofía y yo nunca nos hemos
llevado bien. Ni la clásica ni la contemporánea. Hay algo en ella que —junto
con las matemáticas— consigue producirme un corto circuito neuronal que termina
por provocar un colapso mental que fácilmente podría derivar en un aneurisma.
Somos como el agua y aceite. Mi mediocridad con este conocimiento deriva en
algo tan absurdo como ser incapaz de leer a mis 26 años El mundo de Sofía del noruego
Jostein Gaarder, libro cuya lectura es obligatoria en la escuela secundaria y a
mí lo único que se me ocurrió en aquel entonces fue regalar el ejemplar que
tenía. Ya ni hablemos de Nietzsche o Jean-Paul Sartre que para mí ya son otro
nivel (eso no evita que sus libros se vean muy bonitos en mi biblioteca
personal xD).
Y si dejamos
todo eso a un ladito, me topo con un tercer problema: no sé si la filosofía
contemporánea tiene cabida en nuestro mundo; y me refiero como objeto de
estudio. Entiendo perfectamente que la de hace siglos cimentó las bases de lo
que tiempo después derivaría en el método científico. A su manera, provocó el
nacimiento de la ciencia misma. Ya no era necesario especular sobre ciertas
cosas que rayaba lo metafísico porque existía un método para descartar todo
aquello que no pudiera ser corroborado por medio de análisis a prueba y error;
estudios replicados en los que los resultados eran contrastados para dar con el
motivo real de algo. Pero mi pregunta
es ¿para qué sirve la Filosofía moderna? ¿Cuál es su función? ¿Aun se siguen
preguntando cuál es el sentido de la vida? ¿No habrá acaso cinco filósofos en
una misma habitación que piensen distinto? ¿Bajo qué método (si no es el suyo
propio) contrastan sus propias afirmaciones?
Así que un
ensayo filosófico sobre la mexicanidad, como el del señor Leonardo, sólo sirve
para dar su opinión sobre el tema, y seguramente por ahí habrá otro filósofo
que piense distinto a él y también dará sus motivos. Muy parecido a El laberinto de la soledad de Octavio Paz. ¿Y por qué? Porque no hay un método
irrefutable para dar con la respuesta definitiva. Para ellos nunca lo ha
habido. Como objeto de estudio, la mexicanidad puede cambiar de perspectiva.
Da Jandra expone
en su ensayo los vértices sobre lo que se levanta nuestra esencia: la fiesta y
el rito en un sentido amplio y profundo de ambas palabras. Esto implica
remontarse a los orígenes mismos del ser mexicano, y no me refiero al Virreinato
sino más allá; al indígena y al español como la piedra angular donde se yergue
nuestra pirámide existencial. Pero Da Jandra —al igual que José Vasconcelos con su raza cósmica—, le otorga al mexicano un reconocimiento supremo sobre todo
lo demás; en éste caso la Hispanidad. Explora y entreteje la esencia misma que
nos define como seres peculiares, con características propias que ensalzan nuestras
propias costumbres de rituales y barullos varios. Señala nuestros errores, por
supuesto, pero estos quedan enterrados entre toneladas de terminología propia
de filósofos y ensayistas.
Me parece justo
reconocer que probablemente no lo entendí. Quizá hubo una nula comprensión
entre la lectura y el autor que bloqueó cualquier línea de razonamiento. A su
favor puedo decir que me enseño más de 36 nuevas palabras que me hicieron
desempolvar el diccionario de la RAE sólo para corroborar que existían.
Procuraré usarlas a menudo, porque la verdad impresiona y te hacen ver como
intelectual (aun siendo una niña ñoña como yo xD). Y pues bueno, aquí me tienen
tres días después de terminar su lectura tratando de descubrir qué diablos es
eso de la religión universal del Estado
Planetario, que raya más en una novela distópica que un ensayo, y por qué tiene
la idea tradicional de la familia que consiste en un papá y una mamá. Hombre,
mujer. Equilibro y todo eso. En fin, me declaro incompetente honorífica para
opinar de este trabajo y me retiro con el fracaso enmarcado en el rostro. No
soy buena para esto.
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