Umi Murúa. |
Hablé de un
inminente colapso mental en mi publicación pasada. La he leído ayer por primera
vez desde que la publiqué y hasta me he dado el permiso de sentir cierta
ternura. El colapso mental inevitablemente llegó y vino acompañado del peor
ataque de ansiedad que he sufrido alguna vez en la vida.
Ocurrió el
viernes pasado y no se detuvo sino hasta el sábado a medio día. No sólo fue
horrendo, sino desagradablemente humillante. Para ese entonces ya tenía dos
problemas encima: vértigo y dolor en las encías por las muelas del juicio —que
a su vez provocaban cierto dolor de cabeza— así que técnicamente yo era una
bomba de tiempo a la que sólo le faltaba el ajuste necesario para estallar. Ya
me había notado media rarona días antes: mientras veía algún video en el
celular sentía un bajón tremendo, como esa especie de vacío que sientes en el
estómago cuando vas en autobús y bajas de repente por un desnivel en la
autopista, o al sentir cómo el elevador en el que vas se pone en marcha. Pero,
a diferencia de estos dos ejemplos, después del bajón llegaba la taquicardia,
las piernas flácidas, las manos heladas, la tensión en el cuello y esa
sensación inminente de que pronto iba a morir… Así, de repente; de un infarto
fulminante, una embolia y yo qué sé.
Ahora que lo
pienso suena absurdo pero no mentiré al decir que en ese instante la pasé
FATAL.
La crisis fuerte
llegó después de estar un rato usando la laptop y de un apagón que hubo en el
barrio de no más de dos minutos. El detonante fue probablemente el hecho de
saberme sola en casa. No es que me da miedo la oscuridad —hace muchos ayeres
dejé de temerle— sino el hecho de sentir
el bajón ESTÁNDO sola en casa. Para los que no lo sepan, los ataques de pánico llegan de repente, sin aviso, y sus síntomas son muy parecidos a
los de un infarto. Mi ritmo cardíaco cambió y yo sentí el golpe. Fue tremendo. El
cuerpo entra en alerta máxima y esa sensación ya no te abandona: te sientes en
peligro, pero miras alrededor buscando ese
mal y no lo encuentras, entonces piensas que tu cuerpo está en alerta porque algo te va a pasar y lo único que se te
viene a la cabeza es un infarto... Lógico ¿no? XD
No sé si ya lo
mencioné anteriormente por aquí pero no tengo miedo a morirme. No creo que vaya
a dejar algo en este mundo que valga la pena, no más de lo que hay en este
diario, por ejemplo. El miedo está en no saber cómo voy a morir y si va a doler
mucho o no (de verdad espero que no). En esta crisis pasada estaba tan jodida,
tan mareada, tan asqueada de todo, que me preguntaba muy en mis adentros por
qué mi corazón aun seguía latiendo ¿En qué momento se tiene que detener? ¿Cómo
será en el instante mismo que deje de latir? ¿Será mientras duermo? ¿Será en el
consultorio? ¿Primero me desmayaré y luego moriré? Seguro sería un buen post.
Así que me
dieron vacaciones en el trabajo ¡YEY! Pero no era así como me hubiera gustado
pasarlas.
La verdad es que
estaba llevando una vida muy bestia y sedentaria los últimos meses, que junto
con el estrés y las preocupaciones pasaron factura y los resultados de los
análisis sanguíneos hablaron: vértigo, triglicéridos elevados y anemia
ferropenica. A la cama, dieta, ejercicio diario y vacaciones obligadas. Mis
días de descanso me supieron a medicinas caras, consultorios médicos, lentejas,
betabel y diarrea (porque para rematar me dio diarrea xD).
Estaba pendiente
la operación de Umi. Mi perrita de 12 años cargaba un tumor de cinco
centímetros en las ubres y había que operar porque ya estaba empezando a dar
problemas dérmicos. El drama no fue que la operaran sino las idas a curar,
tomando en cuenta que no tenemos auto y ya no podía caminar. Me las arreglé
como pude. Pero un día, mi querido gatito que tanto amo, quiero y aprecio
(¡bastardo malagradecido!) decidió que era muy buena idea pelearse con otro
gatito del vecindario. El problema no es que se haya peleado, el problema es
que el otro gato le clavó la uña en la frente y pues a los dos días tenía un
absceso de pus que olía tan mal como se veía. Sí, mi gato se
estaba pudriendo. EL.DRAMA. Al final conseguí llevarlo con el veterinario minutos
antes de llevar a Umi, para que lo sedaran y pudieran sacarle tanta miseria
acumulada.
A Umi tocará
llevarla a retirar los puntos quizá este fin de semana y al parecer todo salió
bien. ¿Yo me quité todo el estrés o descansé en estas vacaciones? No, ni de
chiste. Lo bueno de todo esto es que me dieron un anti-depresivo por dos meses
y aquí estoy repartiendo magdalenas y gardenias desde mi habitación hasta el
ciberespacio. Besitos vitaminados. :*
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