Me pareció
absurdo a niveles estratosféricos el tiempo que me llevó leer el tercer volumen
de la saga Canción de Hielo y Fuego de
George R. R. Martin. Mi tío me
regaló este libro en abril del 2013, cuando mi hermana, Sarai y yo fuimos a
Jalisco para asistir al concierto de The
Killers (la crónica por aquí); de aquello ya ha pasado un año. Me tomó seis
meses decidirme a quitarle el plástico que lo protegía y dos más para pasar del
primer capítulo al segundo. Cuatro meses después de aquella titánica tarea aun me
quedaban 200 páginas por devorar y a estas alturas debería sentir vergüenza
propia de confesar algo como esto. No sólo eso, en todo este lapso de tiempo he
podido ver varias series de televisión, leer diez libros y ponerme al corriente
con Game of Thrones (HBO),
aprovechando que el final de su tercera temporada sólo abarca poco más de la
mitad del tercer libro.
Sin embargo, mi
desidia para leer la novela no es porque me parezca aburrida, para nada; es
sólo que antes tenía más tiempo libre en el trabajo (¿qué?). Tormenta de Espadas se ha convertido mi
libro favorito de los tres que he leído hasta hoy. Sé que eso es decir
muchísimo, pero si Juego de Tronos
sirve como mera introducción al mundo de Poniente
con sus intricadas cargas políticas y Choque
de Reyes nos sumerge de lleno a la Guerra
de los Cinco Reyes, entonces Tormenta
de Espadas se encarga de encaminarnos al desarrollo mismo de la historia que,
dicho sea de paso, se supera a sí misma, ¡y qué manera tiene de hacerlo! Con
capítulos que te dejan el corazón en un puño y te revuelven el estómago de vez
en cuando.
Lejos ha quedado
ya mi primera experiencia con la saga de Martin y aun recuerdo con cuánta
ingenuidad tomé el primer libro preguntándome si valdría la pena leer
tantísimas páginas. Desde que conocí la adaptación de la HBO y el éxito que cosechó alrededor del mundo estuve firme en la
decisión de leer primero los libros y después ver la serie. No me arrepiento de
eso, porque si bien, el show nos da la constancia de ser una de las mejores
adaptaciones a la pantalla chica de una obra literaria, entre las páginas que
pueblan la prosa de Martin se transpiran emociones que difícilmente uno puede
sentir al ver algún episodio.
Tuve acceso a Juego de Tronos gracias a Red de Libros Escuinapa, una
organización de mi ciudad encargada de prestar libros por un lapso de tiempo
elegido por el lector. Terminé la novela en siete días; la devoré y la sufrí a rabiar, y me preparé mentalmente para saber el estilo narrativo con el que me estaba enfrentando. A Eddard Stark
le pesaba ese incómodo asiento hecho de espadas fundidas siglos atrás con fuego
de un poderoso dragón en aquella icónica imagen que se imprimió en la portada del primer tomo, en la que también sostiene a Hielo, su espada, y un fondo
negro cenizo adornaba el legumbre entorno donde se encontraba. El Trono de Hierro resultaba a todas luces
imponentes y la melancolía de Ned sólo
servía para acentuar la enmarañada incógnita de la trama. Mi primera impresión
fue pensar que él era el rey, y si no lo era por lo menos sería el protagonista,
¿no? Aun guardo mi ingenuidad enmarcada en algún lugar de mi corazón, lo juro. Si
bien, a las pocas páginas sabría que el tétrico trono de la HBO no tiene
absolutamente nada que ver con el de la saga —salvando las espadas— y que el
original, no sólo contrae las entrañas y las revuelve, sino que se impone por
sí mismo como un ente de poder y de terror. Eso no le resta el hecho de que el
primero se haya convertido en un referente de la franquicia; más fácil de
trasportar y recrear que aquel que George R. R. Martin imaginó y aquel otro que adornó la segunda edición del primer libro (mi favorito).
Dejando de lado
algo tan absurdo como eso (bueno, no lo es tanto, recordemos que esta historia
trata de quién se siente más cómodo en él), una de las cosas más fascinantes es
ver cómo al Martin se le va la pinza y no le tiembla el pulso a la hora de matar a diestra y siniestra a cada personaje que le pasa por la mente, ¡cómo se
divierte, el tipo! Pero quizá sea esto mismo lo que más aprecio de su estilo,
es un autor que no se detiene en lo absoluto para llevar una historia siempre
adelante, en un constante cambio que se percibe entre capítulo y capítulo. En los libros adultos de Martin los protagonistas son prescindibles y hay
tantos personajes imperfectos enmarcados a lo largo de tantas páginas que sirven
para llenar los huecos de aquellos que van cayendo. Juego de Tronos, por ejemplo, no sólo
dio inicio a la guerra sino que nos dejó a un carismático niño tullido y a un
padre decapitado, cerrando con broche de oro, embarrado de amargura y dolor, un
libro que algunos no terminaron de entender. Pero el martirio continuó en Choque de Reyes donde la fría pero
entrañable Invernalia quedó reducida
a cenizas, mientras los mares de Desembarco
del Rey se teñían de fuego valyrio (y claro, otro par de personajes más la
palmaban, para no perder la costumbre). La primera y la segunda temporada de la
serie cumplen con creces su cometido, sin embargo, la segunda no logra despegar
tanto entusiasmo como lo hizo aquella que inauguró su estreno; pero si la vemos
como una etapa de transición el problema queda resuelto, porque la tercera
entrega paga con creces aquella que falló.
Y Tormenta de Espadas es así, un libro
duro y amargo, donde las muertes y las guerras continúan mientras todo adquiere
un matiz rojo Lannister. Ya lo decía
Alberto Nahum en su post La Sangre de los Héroes: “Hay reseñas que vienen con banda sonora”
y asesinatos también: The Rains Of Castamere (una oda escrita por un bardo, dedicada a Tywin Lannister, jefe de la familia de Roca Casterly) sirve
como réquiem para uno de los pasajes más sangrientos de toda la obra, la misma
que casi clausura la tercera temporada
con una maestría espectacular y horrenda, sólo para rematar con el silencio
atronador de unos créditos que se sentían vacios. Jamás tanto mutismo me habían
contraído tanto las entrañas.
Pero ya sabemos
que redimir a ciertas casas reales y castigar a otras nunca ha sido el objetivo
de Martin, ni siquiera la de trazar la línea entre el bien y el mal. Su
aspiración va más allá de simples matices blancos y negros. En la primera
entrega nos introducimos a este mundo desde la perspectiva mayoritaria de la
familia de Invernalia. Dejando de
lado un prólogo único a cargo de un completo desconocido cuya vida no se
extendería demasiado, Juego de Tronos
ésta narrado desde el punto de vista de seis integrantes de la familia Stark (incluyo al hijo bastardo porque
me da la gana, aunque su apellido sea Nieve),
además de un Lannister, y la
heredera de la dinastía Targaryen,
así que es normal que la ambigüedad se inhiba por completo cuando la
perspectiva casi general corre a cargo de una misma familia. Automáticamente la
balanza que rige nuestra estima se inclina a favor de ellos por instinto. Aunque
no podemos negar que, fuera de la familia del norte, a Tyrion Lannister lo
salva su ironía y a Daenerys Targaryen
lo hace su inocencia. Aquello se repite en el segundo libro donde los capítulos
corren a cargo nuevamente de personajes recurrentes —excepto uno— y añade dos
más: Davos Seaworth y Theon Greyjoy; y en el tercero se
incorporan Samwell Tarly y Jaime Lannister. Pero vayamos por
partes, que se supone que yo he venido aquí de dar mi opinión general del tercer
libro y no andar por las ramas tan a lo bruto.
SAM Y JON: La resistencia de la Guardia que
agoniza.
Samwell Tarly. |
No podemos
culpar la cobardía de Sam, ¿verdad? Desde el primer
momento en que apareció en la saga quise zarandearlo, echarle agua helada o
zambullirle en un cubo de amor propio, yo qué sé, algo que le devolviera el
valor que su padre se encargó de enterrar en un mar de desprecio y despotismo. Sam es noble e inocente pero su autoestima
quedó oculta entre tanta grasa y pieles negras. Me identifico con él más de lo
que me gustaría; sumergirme en un lago de dudas, torpeza, golpes bajos o
parlotear a mi manera alejada del mundo, siempre se me ha dado bastante bien. La Guardia de la Noche no necesitaba a
personas como él en el sentido combativo de la organización y sin embargo,
fuimos capaces de ver cómo se construyó un recoveco ahí, alimentando a los
cuervos en los confines del mundo; de esa manera entendió que existía un lugar
para él en ese rincón olvidado lleno de parias, desheredados y héroes falsos. Pero él es la
excepción a la regla. Demasiada nobleza en el mundo es mortal y él lo sabe.
Sam es un cobarde hasta la muerte y más
cobarde aun para morir, pero en Tormenta
de Espadas da un paso adelante y continúa dando otro para intentar no
quedar a la intemperie de los fríos vientos norteños y desfallecer. Aun en su
agonía fue capaz de ganar la batalla más poderosa de todas: la de sobrevivir a
pesar de todo. Los compañeros que Jon le puso en el camino lograron darle la
fortaleza que un par de años atrás jamás hubiera encontrado en su familia, por
ejemplo, o en sus propios colegas (recordemos qué mal la pasó en sus primeros
entrenamientos de combate). Este libro se encarga de meternos en su mente,
ahondar en sus sentimientos y entenderlos un poquito mejor de lo que ya lo
hacíamos anteriormente. Respecto a su pasado muy poco hemos avanzado, pero me
alegro de ello, porque Sam siempre ha sido un personaje transparente, su historia
se la mencionó a Jon en Juego de Tronos
y fue precisamente ese el engrane principal que sostendría su amistad, al fin y
al cabo ambos descubrieron que también eran unos parias, no muy diferentes al
resto.
El cambio de Sam
llega a la hora de matar a uno de los Otros, esos seres endemoniados mitad
zombis mitad fantasmas, que pululan por los alrededores del otro lado del Muro.
Samwell mata a un muerto —mucha ironía tiene el
asunto—, y en el proceso él mismo se muere de miedo. Hay algo de gracioso en
general, pero no deja de ser una trasmutación del viejo Sam al nuevo. Ya no hay
vuelta atrás. Tampoco la hay cuando decide salvar a una de las castigadas mujeres
del pervertido de Craster y a su
bebé varón (que seguramente iba a morir sacrificado) y salir huyendo como toda
la vida lo ha hecho, pero esta vez tiene un motivo justo: proteger dos vidas; y
vaya que lo hace. Ser Cerdi o Lord Jamón ya no existen, ahora es Sam el
Mortífero, por mucho que le pese el nombre y por muy injustificado que
sea, porque muy en el fondo, el entrañable Sam seguirá siendo un ángel vestido
con capas y más capas negras que le sientan demasiado pesadas sobre sus hombros.
Jon Nieve es harina de otro costal. El
hijo ilegitimo de Eddard Stark entró
a la Guardia de la Noche por
diferentes motivos pero ninguno de ellos era el desprecio de su padre. Ned lo quería, y mucho. Su condición de
bastardo —con todo lo que ello acarreaba— y su fuerte admiración a su tío Benjen, miembro de la organización,
además de un idealismo romántico e ingenuo hacia los custodios del norte le
hicieron aceptar la idea de que no existía un lugar mejor para él. Iluso;
apenas puso un pie en el Muro y ya soñaba con regresar a la cálida Invernalia. Aunque tuvo suerte de hacerlo, ya sabemos que cuando él
se fue, Poniente se desmoronó a
pedazos y traiciones.
Jon Nieve. |
En Tormenta de Espadas, Jon se embarca en
la misión más suicida que ha hecho en la vida: unirse a los salvajes para ver
qué hacen, cómo viven, qué planean. Era algo que personalmente estaba esperando
desde hace tiempo porque a estas alturas —y con más de mil páginas encima— estaba
empezando a creer que estos tipos sólo eran una leyenda que únicamente existía
en los relatos de la Vieja Tata. Pero
existen, rodeados de tanta libertad como ambiciones gigantes: los muy
optimistas piensan atravesar el Muro como si fuera la cosa más fácil del universo
y de paso cargarse los Siete Reinos. Pásenle a lo barrido, que hay campo para todos en esta pelea,
¿eh? xD
El asunto no
termina ahí: Jon conoce a Ygritte, una mujer guerrera del Pueblo Libre que le hará experimentar
el amor por primera vez. Ygritte fue
uno de mis personajes favoritos en este libro, quizá por su testarudez, su
ternura o una combinación de ambas cosas. Y soñé (tuve la vaga esperanza) que George R. R. Martin le diera vida para
conocerla un poco más en otro libro pero no, apenas tuvo la oportunidad de acabar
con ella lo hizo, tal y como lo ha hecho con otros personajes entrañables, y yo
sigo guardándole el luto que se merece.
La invasión de
los salvajes al muro es algo que agradecí porque, como mencioné más arriba, es
una cosa que vienen contando desde las primeras páginas de Juego de Tronos y pasan capítulos, cierras libros, abres otros y
ves que no pasa nada hasta que llegas a preguntarte de qué va todo esto. Ahora
obtuve lo que quería y todo ese arco se me ha ido en un espiral de emociones que
van desde el terror acojonante, hasta la gratificación más exquisita cuando las
cosas se relajan un poco. La Guardia de
la Noche está viviendo el peor momento en siglos, era algo que Tyrion Lannister vio con sus propios ojos
cuando fue a mear a la cima del mundo, pero también es algo que
sistemáticamente ha sido ignorado por los malditos afortunados que gobiernan en
Desembarco del Rey desde la
opulencia y la poca vergüenza. Un buen susto para ellos no estaría nada mal,
¿eh?
Al huir de los
salvajes y regresar al Muro herido y agotado Jon apenas tiene tiempo de
recuperarse antes de que los cuernos de guerra suenen y aquellos de los que
huyó se encuentren a los pies de la fortaleza amenazando con atravesarla a la
primera oportunidad. Pero el Muro se defiende solo. Claro, con un poco de ayuda
de los escasísimos miembros de capas negras y civiles que aun se encuentran en
él, y hacen lo que pueden con el nulo personal y limitadas provisiones con las
que cuentan, pero resisten con dignidad día y noche hasta que las fuerzas
enemigas menguan y pueden darse un respiro; menos Jon Nieve, al que ahora un malhumorado bueno-para-nada
venido-de-sepa-carajos-dónde decide arrestarlo por traición (¡pero cómo tiene
cara, el maldito!) para después terminar siendo Lord Comandante de la Guardia de la Noche (¿hola?). El rumbo que todo esto tome a partir de aquí es un mapa de
incertidumbre, la amenaza sigue ahí, del otro lado del mundo, entre esos
salvajes con gigantes montados en mamut que continuarán arañando la fortaleza
de hielo y un hijo bastardo del norte que se niega a dejarse vencer por una
horda de hombres libres y enemigos juramentados que también visten el negro.
¿Cuál es el futuro de Jon? Cómo podemos saberlo si apenas sabemos algo de su
pasado. ¿Será cierta la teoría que señala que suya es la canción de hielo y fuego? ¡George R. R. Martin, apiádate
de mí y dímelo ya!
BRAN: De príncipe de Invernalia a lobo
alado.
Una de las primeras
cosas que supimos de Bran era su amor por escalar cuanta pared se le pusiera
enfrente, ¿lo recuerdan? Un día escaló tan alto la torre de su castillo que vio
lo jamás debió de haber visto y cierta bestia Lannister decidió empujarlo por la ventana para acallarlo (para
matarlo, en realidad). La caída no lo mató, pero lo dejó parapléjico y sin la
posibilidad de recordar qué fue lo que vio allá arriba. Desde entonces la vida
del pequeño va entre la discapacidad y sus extraños sueños, donde frecuentemente
ve a un misterioso cuervo de tres ojos. Aquello fue en Juego de Tronos. En Choque
de Reyes el pupilo de su padre Theon
Greyjoy se rebela contra el Norte, pero al poco tiempo Ramsay Bolton le traiciona y saquea Invernalia para después matar a quienes no le juraran lealtad a él,
tomando a Theon como prisionero. También decide quemar la fortaleza y sus castillos
hasta reducir todo a cenizas. El objetivo de Theon era matar a Bran y a su
pequeño hermano Rickon pero lograron
escapar con la ayuda de Meera y Jojen Reed (hijos de un amigo de Ned) y Osha, la salvaje.
Brandon Stark y Hodor. |
En Tormenta de Espadas, Bran, los hermanos
Reed y Hodor junto con Verano (su lobo huargo), continúan dirigiéndose al
norte, ocultándose de cuanta cosa se mueva por ahí. Pero él avance más
significativo del pequeño es la capacidad que está adquiriendo de dominar su
poder de cambiapieles con mayor
facilidad que antes. Lo que hizo con Hodor en el viejo castillo de Corona de la Reina es algo nuevo que
incluso lo asusta a él y, por una extraña razón, es una experiencia que no le
apetece compartirla con el resto. O no por el momento. ¿A qué estás
jugando, Bran?
Me pregunto qué
le deparará el futuro; cuál es el plan que tienen George R. R. Martin en todo esto. Bran es un personaje del que no
puede prescindir sólo porque sí, si ese hubiera sido el plan lo habría matado
desde el primer libro en lugar de dejarlo lisiado y con ese puñado de sueños a
cuestas, ¿verdad? No hay mucho más qué añadir respecto a él, en este libro en
el que todo ha estado muy tranquilito en su entorno, salvo el encuentro
inesperado (porque yo no me lo esperaba, claro) con Samwell Tarly quien lo lleva al otro lado del Muro para encontrarse
con el misterioso personaje Manosfrías.
Tenía la vaga esperanza que éste último fuera el tío Benjen Stark pero al parecer no lo es, y yo lloro un poquito por
dentro. ;___;
DAVOS: El contrabandista fiel.
El Caballero de
la Cebolla, Davos Seaworth, se ha
ganado a su modo un lugarcito cálido en mi corazón. Quizá suene absurdo y un
tanto cursi, pero he disfrutado a rabiar esta especie de ingenua fidelidad que
le tiene a aquel rey que le cortó las falanges de sus dedos para devolverle un
poco de la honorabilidad que había perdido en altamar, cuando se dedicó al
pillaje y a la piratería. La redención de Davos
(si es que alguna vez hubo tal cosa en el pasado) da lugar a una aparente
sumisión innata pero sincera hacía un Stannis
Barathon cegado tanto por las ansias de poder —quiere sentarse en el Trono,
por mucho que intente negarlo— como por los medios que está utilizando para
obtener ese poder. Si en este cuento la enigmática Melisandre es la villana disfraza de hada madrina entonces Davos es
el fiel consejero. Ver cómo Stannis lo respeta sólo por eso, a pesar de su
dudoso trasfondo, habla toneladas de la personalidad tan peculiar del caballero
redimido. No sólo eso, las habilidades aprendidas en altamar durante sus años
dorados como pío le dieron la astucia suficiente para liderar misiones como la
llevada a cabo durante el intento de asalto en Desembarco del Rey en Choque
de Reyes (el punto más fuerte y maravillosamente llevado en la segunda
temporada de la serie), y a decir verdad, también le salvó la vida.
Davos Seaworth, el Caballero de la Cebolla. |
En Tormenta de Espadas comienza su arco en
estado agónico, naufragando en unas rocas donde sobrevive comiendo cangrejos
crudos; aferrándose a sueños llenos de delirios y alucinaciones antes de ser
rescatado por un barco al servicio de Stannis que al poco tiempo le concede el título
de la Mano del Rey. Esto, que a su
vez es una yuxtaposición al lugar que ocupa Melisandre de Asshai, le otorga cierto poder y voto para hacer lo
que mejor se le ha dado: hablar con honestidad ante el único de los Barathon. Pero su rey, que se debate mentalmente
entre la soberbia y la terquedad, jamás tiene demasiado claro su objetivo,
avanza tuitivamente en el campo de batalla y Davos sabe eso a su manera y se lo
dice. De hecho, resulta bastante curioso para mí que el caballero continúe con
vida. Tengo la firme idea de que Stannis no lo mataría —idea algo tonta tomando
en cuenta que en uno de sus últimos capítulo éste último le está apuntando con
una espada frente a la misma Mujer Roja— pero Melisandre sí lo haría sin demasiado esfuerzo, con su magia y sin
dejar demasiada sangre regada por el suelo, al fin y al cabo eso mismo fue lo
que hizo en el prólogo Choque de Reyes,
¿no?
Salvar a Edric Tormenta, el hijo bastardo del
difundo rey Robert, del sacrificio
que quería realizar la sacerdotisa ha sido una bofetada para el propio Stannis pero también le cuesta ver eso
como traición, muy en el fondo ni a él le apetecía entregar al chico; pero en
esta parte del ajedrez alguien tiene que mover la primera pieza y al parecer a
Barathon le está costando hacerlo. El hecho que Davos se haya empeñado en
aprender a leer y culturizarse a lo largo de todo el libro es lo que
seguramente le dará el pase para continuar con vida, pero la pregunta correcta
es ¿hasta cuándo? Entre Davos y Melisandre es él quien tiene todas las de
perder. Y bravo a Stannis por ganarse el honor de defender el Muro. Sea cual sean sus
intenciones (miedo me da todo).
CATELYN TULLY: Cuando el dolor tiene rostro
de madre.
Seamos brutalmente
sinceros: lo mejor que le pudo pasar a Catelyn
Tully fue palmarla. Sé que suena cruel, pero si nos podemos a meditar un
poquito el asunto nos daremos cuenta que la mujer era un manojo de sentimientos
destrozados desde el día en que Bran
quedó inconsciente (recordemos que ella nunca lo volvió a ver despierto) y su
esposo decapitado. Después de eso sus hijas quedaron retenidas en Desembarco del Rey; una desapareció, la
otra se comprometió con un niño rey psicópata con delirios de grandeza; Invernalia fue invadida, saqueada,
quemada; su hermana la despreció, su padre estaba moribundo, sus hijos pequeños
fueron asesinados y el más grande se
levantó en armas para reclamar la independencia de sus tierras, mientras ella
se convertida en la viuda, la madre, la hermana y la hija más sufrida de los Siete Reinos. Vaya dolor cargaba a
cuestas la pobre. Pero también me parece justo señalar que no merecía morir así,
en una vergonzosa emboscada cortesía de Lord
Bolton y los Frey mientras Las lluvias de Castemare sonaban como
música de fondo. Para rematar el sangriento acto, Bolton proclamaba un saludo
expreso de Jaime Lannister —liberado
por ella misma en un acto desesperado para recuperar a Sansa y Arya sin
consentimiento de Robb— que, dicho
sea de paso, era el único miembro de su familia que no pintaba vela en este entierro (ni siquiera sabía de la traición y el
cambio de bando de esos bastardos, ¿eh? Tomen nota).
Catelyn Tully. |
Para mí era
fácil intuir la muerte de Catelyn, pero
no la de su hijo. Por una extraña razón siempre creí que Robb sobreviviría a su madre y que el POV de ella pasaría a otro personaje
como quien releva una estafeta para que siguiéramos oyendo las hazañas del Rey en el Norte. Qué ingenua ilusión,
viendo que esto es Canción de Hielo y
Fuego y deseando con ternura que ciertos personajes vivan. Pero quizá lo
que más duele de la muerte de Catelyn fue
lo inesperada que resultó y la bajeza con la que fue llevada a cabo: en
territorio neutral, en medio de una boda, después de una disculpa y en el momento
de una frágil tregua. A ese viejo apestoso cascarrabias de Lord Frey se le hizo mucha la ofensa, o muy poco el perdón que el
hijo Ned le pedía, que decidió dar un
banquete rojo (hospitalidad incluida) con sabor a león hambriento. Y miren que
ya no suelo enojarme cuando se mueren protagonista que antes no se morían —filosofía
mía de cajón, vamos xD— pero esto fue caer bajo, bajo, MUY BAJO. Tanto Bolton como Frey, ambos par de plastas sin dignidad ni palabra. Pero es la
guerra, ¿no? Y en la guerra todo se vale.
Llevaba ya más de la mitad de Tormenta de Espadas y me estaba cansando muchísimo eso de pasar cada hoja con el corazón en un puño y el estómago contraído por culpa de mis ataques de ansiedad. Si a eso le añadimos que la tarea de leer el libro se extendió durante seis meses más o menos, podrían calcular con facilidad cuántos botes de Pepto-Bismol me tomé en todo ese tiempo antes de leer cada tantos capítulos —a mí me gusta sufrir lo que leo, ¿ok?—; pero al llegar al último POV de Catelyn sentí que se me paraba el corazón y fue EL HORROR.
Yo no sabía
quiénes iban a morir en este libro; sólo fui testigo de la cadena de reacciones
que nació en Twitter y Tumblr apenas terminó de emitirse The Red Wedding y supe que algo había
salido mal, pero muy mal. El único spoiler accidental que me tragué de este
libro fue el de Jaime (y ni siquiera
fue spoiler, porque pensé que perdía todo el brazo cuando sólo fue la mano), de
ahí en fuera supe que habría dos
bodas y creí que la roja tendría como
víctimas a ciertos miembros de los Lannister,
e incluso temí por la vida de Sansa,
pero esa vuelta de tuerca fue demasiado para mí y el hecho que veamos todo ese
trágico desenlace desde el punto de vista de la sufrida Catelyn fue un pedazo de crueldad gratuita cortesía de George What
the hell it’s wrong with you?! R. R. Martin. ¿Se dieron cuenta de lo
que hizo? Hizo lo que ni siquiera hizo con Eddard
Stark: “Este personaje va a morir y
su hijo también. Te lo narraré desde su perspectiva para que veas lo que es el
dolor en su máxima expresión”, y nosotros le compramos el boleto y
aplaudimos, con el luto incluido, claro, faltaba más.
La muerte de Cat duele porque la conocíamos desde Juego de Tronos, ella era el eje
central de la familia Stark, incluso
más que su propio esposo. Le seguimos allá a dónde iba; supimos de sus miedos,
sus amores, sus desilusiones, sonrisas, tristezas, decepciones y recuerdos.
Vimos el cariño que les tenía a sus hijos, el desprecio que sentía hacia Jon Nieve, los recuerdos de su juventud
en Aguasdulces. En Choque de Reyes la vimos llorar por la
pérdida de su hogar y de sus hijos. Leímos cómo botaba sus ganas de vivir
recluida en sus pensamientos y su soledad. Le vimos albergar esperanzas,
confiar su fe y su palabra en una mujer guerrera con honorabilidad y en el
asesino de un rey para volver a ver a sus hijas, ¿y para qué? Sólo para verla
morir físicamente, porque mentalmente llevaba muerta mucho tiempo. Eso sí, tuvimos
cinco segundos de locura y risa histérica antes que su agonía terminada....
Tremendamente escalofriante.
Catelyn y Robb Stark, Rey en el Norte y Señor de Invernalia. |
La Boda Roja de la serie merece también
una mención especial; que sí, que sí, ya sé que cambiaron algunos aspectos literarios,
pero no será la primera ni la última vez que lo hagan ¿verdad? Por ejemplo, el
hecho de matar a la esposa de Robb y a su bebé no nacido añade más peso al
título del capítulo. La boda no sería tan sanguinaria si nada más se fueran a
vivir al otro barrio dos personajes importantes. Cambiar al nieto de Frey y
poner en su lugar a su joven esposa para que Catelyn la matara también fue un
acierto que solo añade más epicidad a la escena, (ya sabemos que a nosotros nos
va lo gore, no mientan) ¡Grande, Michelle
Fairley! Toda esta
artimaña huele a Tywin Lannister a
kilómetros. Ya sabemos que es muy de su estilo no atacar por la retaguardia
sino directamente a la cabeza (esto no es una pedrada por lo de Ned, ¿eh?) y evitarse así la mayor pérdida
de soldados, que al final son la carne de cañón más fina que tienen en Poniente y él lo sabe. Los Frey y los Bolton han perdido toda clase de respeto que alguna vez pudieron
tener de mi parte por violar las leyes de hospitalidad tan inquebrantables que
regían el continente pero vamos, ya me dirán ustedes que las leyes está
precisamente para romperse.
ARYA STARK: La princesa errante.
Temí muchísimo
por la vida de Arya. De hecho,
durante cinco minutos creí que el Perro
la había matado. Sí, cinco minutos fue el tiempo que me tomó lanzar un libro al
sillón, correr hasta mi habitación, encender la laptop y buscar la wikia de CDHYF para ver si aun estaba viva. No me gustan los spoilers pero espero que me entiendan,
acababa de ver morir a su madre y a su hermano y no soportaba la idea de
perderla a ella; uno de los personajes más testarudos, irreverentes y fuertes que
tiene la saga.
Arya Stark. |
Desde que empezó
a huir no he tenido bastante claro cuál podría ser su destino (ninguno bueno,
claro) porque obviamente es una niña que va contra corriente y para ella la
vida jamás será miel sobre hojuelas. La pobre se la ha pasado de un verdugo a
otro desde que salió huyendo de Desembarco
del Rey poco tiempo después de que padre perdiera la cabeza. En este libro hizo
una camadería disfuncional con el Perro
(¿pero quién lo diría?) que resultó por demás curiosa e interesante; y de paso
se ha convertido en una de las mejores adaptaciones en la serie de televisión.
Ya habíamos
visto la tosca interacción de Sandor
Clegane con su hermana mayor Sansa,
una verborrea brutal de parte del hombre quemado y un hostigamiento constante a
la primera oportunidad que se le ponía enfrente; pero no olvidemos que él la
salvó en aquel altercado donde el pueblo atacó el cortejo de Joffrey. Era un grosero, sí, pero
también un Caballero. Con Arya la interacción fue distinta; siendo ella todo lo
contrario a Sansa, fue normal que casi se pusieran al tú por tú con él y saliera
ganando pequeñas victorias en el camino. Eso sí, seguía siendo un rehén
manejado al antojo del que busca quién pague mejor por ella, pero por lo menos Arya encontró un complemento, un
personaje tan tosco como competente que se hizo cargo de esa niña que se
resiste a serlo.
Sandor Clegane, el Perro y Arya Stark después de la Boda Roja. |
Claro, todo esto
sucedió antes de que el Perro
quedara herido y Arya le negara al
acto misericordioso de quitarle la vida sólo para dejarlo abandonado a la
suerte de los dioses. Un último momento compartido de aquellos que siempre se
la pasaron huyendo.
SANSA STARK y TYRION LANNISTER: La extraña
pareja.
Me sorprende que
sigua viva, ¿eh? El purgatorio de Sansa sólo es finamente equiparable al dolor
que cargaba a cuestas su propia madre. Más que rehén era una marioneta que
estorbaba para los Lannister y no
sabían qué hacer exactamente con ella así que se dedicaron exclusivamente a
hacerla infeliz y humillarla a su antojo. Así fue durante casi tres libros. Sinceramente
resultaba repugnante. Muy lejos ha
quedado aquella niña que añoraba casarse con un príncipe azul y vivir en un
castillo rodeada de hermosos niños que correrían por los extensos jardines del
palacio. La vida no es así de hermosa, querida Sansa.
Tyrion Lannister y Sansa Stark. |
Me resulta
difícil hablar de ella porque yo en su lugar ya me habría suicidado. La joven
ha perdido a toda su familia, su hogar, a su perro huargo y ¿qué le queda? En
la Fortaleza Roja sólo fue un peón
en ese puerco tablero de ajedrez que apesta a guerras podridas y traiciones.
Casarla con el Gnomo fue una última
bofetada por parte de los Lannister
para denigrarla hasta exprimirle todas las emociones. Que el astuto de Petyr la haya rescatado no aliviará sus
problemas pero quizá los suavice. El tipo es un pervertido nivel experto pero
no le puede ir peor que con Joffrey,
¿verdad? Y ahora que la destrampada de su tía Lisa Tully está fuera del camino más vale que a la niña le vaya un
poco mejor en la vida; si no es así, apuesto a que la próxima que caerá por la Puerta de la Luna será ella… y se
lanzará voluntariamente.
Por otro lado, Joffrey Baratheon merecía morir, ¿vale?
Importa poco que el niño sólo tuviera 13 años y su sicopatía haya sido
desarrolla por la aparente indiferencia de su padre y la vista gorda de su
madre ante sus atrocidades. Ese rey merecía morir al igual que merecía morir Aerys II, porque nada justifica su
maldad (el segundo por lo menos estaba loco, pero de todos modos la idea es la
misma xD). Lo que no me parece justo es que el pobre de Tyrion tenga que cargar con la mierda que dejaron Olenna Redwyne y Meñique a su paso. Aunque, conociendo el odio que el tío sentía por
su sobrino, no es de extrañar que Joffrey
lo troleara por última vez apuntándole con su mano antes de morir para insinuar
que él lo había envenenado.
He de reconocer
también que la relación sobrino-tío era una de las cosas más bonitas de leer y se desfrutaban a
rabiar. Extrañaré eso. Era reconfortante saber que por lo menos existía un Lannister en los Siete Reinos capaz de poner en su lugar —a base de bofetadas y
frases punzo cortantes— al niño mimado de Cersei.
Ni siquiera Tywin se prestaba para
esas cosas; siendo quién es, y con tanta fama a cuestas en todo el continente,
siempre pensé que su papel de abuelo (y padre) era un título que le quedaba
demasiado grande. Tyrion sigue siendo diferente al resto
de su familia, quizá por eso siempre lo he visto como uno de mis personajes
favoritos de toda la saga. Se sale del molde, en toda la extensión de la frase.
Su carácter y su actitud ante una vida que siempre ha sido perra con él le da
un distorsionado toque heroico y carismático que es agradable leer. Además, las
mejores frases han salido de su boca.
Dejando eso de
lado, Tyrion avanza leguas enteras
en Tormenta de Espadas. En Choque de Reyes ya sabíamos qué tan
inteligente podía ser (si Stannis
cayó en Aguasnegras fue gracias a su
plan, por mucho que a su familia le cueste admitirlo) pero aquí nos entrega un
lado más calmo y sumiso no por ello menos reflexivo. La boda que Tywin armó con Sansa Stark para asegurar Invernalia
fue detestable para ambos, pero su sed de venganza fue saciada al final, al
matar a su propio padre. Lo que hizo, no lo hizo por Sansa sino por Tysha y
por todas las humillaciones sufridas durante su existencia, por su condición de
monstruo ante los ojos del hombre que le dio la vida. La venganza de Tyrion tiene un sabor exquisitamente
dulce y, lo que petrifica más, fue que juró regresar por aquellos que le
mintieron; sobre todo por sus hermanos mellizos. No dudaría ni un segundo que
cuando vuelva a toparse con Cersei
la mate así sin más, tal y como acabó con la vida de Shae, pero ¿haría lo mismo con Jaime?
A pesar de la confesión que él le hace antes de ayudarle a huir, literalmente
le debe la vida. ¿Tyrion sería capaz
de matar al único miembro de su familia que de verdad lo quiso, no por lástima
sino por amor; aquel que lo defendió cuando era bebé, que jugó a su lado cuando
eran niños y lo besó dos veces antes de ofrecerle la libertad que su padre y su
hermana le quitaron? ¿Podría hacerlo? No le culparía para nada, eh. Jaime ha hecho demasiadas cosas atroces
con las cuatro décadas que trae encima, y la delgada línea que Tyrion ha cruzado al matar a su
progenitor le da el poder de hacer cualquier cosa que le plazca. Por mí, que
siempre siga adelante y firme el más gigante de los Lannister. ;)
DAENERYS TARGERYEN: La conquistadora más
allá del mar.
Daenerys de mi vida, ¿tú cuándo piensas
cruzar el Mar Angosto, arrasar con Poniente y sentarte en el Trono de Hierro? No es que esté
desesperada, pero el tiempo avanza y te estás tardando, ¿eh? Es decir, llevamos
tres libros a cuestas y ya conquistaste cuanta ciudad libre se te puso
enfrente, pero al otro lado del charco la cosa se pone fea y quiero que se
ponga más fea con tus dragones. Así que apresúrate, si no es mucho pedir.
Daenerys Targaryen, Madre de Dragones. |
Ya en serio;
Dany se merece un spin-off de novelas
cortas o qué se yo. Sólo por el breve pasado que carga consigo podría
considerarse inmortal si así le apeteciera. Se escribirán odas en el futuro
donde se hablarán de todas sus hazañas. También vemos
aquí cómo ella misma se cansa de
tanto conquistar cuando lo que le apetece es reinar. Dany sabe
que son dos cosas muy distintas. El camino hasta Poniente es tortuoso, a pesar de que ya no le ha ido tan mal como
cuando Drogo murió y su khalasar se disolvió dejándola casi por
completo abandonada acompañada de poquísimas personas que decidieron
acompañarla en su misión suicida. Todo eso lo vimos en Choque de Reyes, pero para cuando Tormenta de Espadas finaliza ella ya cuanta con miles de Inmaculados y ex esclavos como fieles
súbditos cuya mayoría se inmolarían apenas diera la orden. Es mucho poder par
alguien tan joven.
El arco de Daenerys nos ha servido para ver cómo
funciona la vida más allá del mar. Las Ciudades
Libres son crueles, traicioneras, tiranas, esclavistas (no todas, pero sí
muchas) y, si bien en Poniente
también existe todo tipo de aberraciones y problemas, las cosas funcionan de
diferente manera allá por los caminos donde ella se mueve. Los pensamientos,
religiones, tácticas de guerra —ya ni hablar de armamentos o creencias— son
totalmente distintos entre un lado y otro. Dany necesita toda la ayuda de
cualquier persona que haya servido en los Siete
Reinos para ser capaz de avanzar si algún día quiere sentarse en el trono
que le toca por derecho. No será nada fácil. Ahora que ha desterrado por
completo a su entrañable oso Jorah
Mormont sólo le queda Barristan
Selmy para valerse de sus conocimientos.
Tengamos fe en que no la palmará pronto porque si no... Miedo me da
todo.
Y luego están
los dragones. Punto para Daenerys,
terror para Poniente.
Pensemos un
momento en esto: ella tiene tres dragones y no es poca cosa. Aegon el Conquistador llegó a Poniente
precisamente con tres dragones entre su ejército (él incluso iba montado en el
más poderoso durante la batalla donde se decidió todo). Así que es muy seguro
que se va a armar un caos apocalíptico cuando los de Dany crezcan y puedan
fundir el pánico tal y como trescientos años atrás lo hizo el conquistador que
le antecedió. Me apetece muchísimo que este momento llegue, quizá porque es el
que promete más. No estoy segura qué tanto se avanzará en esta específica trama
en Festín de Cuervos y Danza de Dragones (épico nombre) que,
hasta donde yo sé, transcurren simultáneamente, pero me muerdo las uñas por
tener ambos tomos en mis manos y devorarlos sí o sí. Por lo pronto, veamos
cómo avanza la última de los Targaryen
en este tortuoso camino que le corresponde por derecho dinástico más que por
otra cosa. No sé si al final le decepcionará lo que encontrará en Poniente pero lo que sí estoy muy
segura es que, con todo el horror desatado en la Guerra de los Cinco Reyes, cualquier ser humano de noble cuna que
ponga un poco de estabilidad social hará que media población incline su rodilla
y muestre sus respetos, además de ganarse la lealtad de quien lo consiga antes
de que llegue el invierno. Así que Daenerys
Targaryen, los Siete Reinos son
tuyos.
JAIME LANNISTER: La redención de un
regicida.
Jaime Lannister. |
A mí, Jaime Lannister me llamó la atención cuando
supe que desenvainó su espada para asesinar al rey al que había jurado proteger
y Brienne de Tarth cuando se quitó
el yelmo para demostrarnos que era una mujer. Mi pregunta para ambos casos fue
exactamente la misma: ¿Qué sucedió en sus vidas para que desembocaran en esos
destinos tan estigmatizados? Él un regicida, ella en una mujer caballero con
todas las de la ley y ambos sumergidos en un mundo que les juzgó sin
conocerlos. Tormenta de Espadas nos
otorgó una fórmula perfecta. Lo curioso de todo esto fue cómo sus caminos se
juntaron y se unieron de tal manera que, del odio más visceral —nacido cuando
se vieron por primera vez—, se forjó una de las amistades más solidas plasmadas
en cualquiera las tres novelas que he leído de la saga. Un caso único, a su
manera, y quizá por eso tan especial.
Yo aborrecí a Jaime poco a poquito desde Juego de Tronos, fue un odio que se
fue creando un paso a la vez a lo largo de todo el libro, y gracias en parte a
la visión de los Stark. No era culpa
de ellos, la idea que tenían de él era bastante razonable, pero no completa. Tyrion trató de decirnos brevemente que
su hermano no era únicamente un estúpido engreído, sino también un ser humano
que lo trataba con dignidad cuando el resto le miraba con asco, pero Tyrion era un Lannister y no se puede esperar demasiado de eso. Además, las
acciones de Jaime en Juego de Tronos no dejaron muy en pie
su dignidad. Apenas tratábamos de recuperarnos del horror de saber que había
matado a Aerys II durante la Rebelión de Robert (sí, sí, el Rey Loco pero su rey al fin y al cabo) cuando supimos de la relación incestuosa
que mantenía con su hermana melliza desde su juventud —que casualmente era
también la reina de Poniente, esposa
del jerarca que lo indultó— y, antes de que el trago amargo que se nos quedó en
la boca desapareciera, decidió que sería una estupenda idea lanzar a un niño de
siete años por la ventana de un castillo para matarlo. Que además no era
cualquier niño, era un Stark de Invernalia.
¿Cómo no
odiarlo? ¿Por qué no aborrecerlo cada vez que su nombre era mencionado o un
dialogo brotaba de su boca? Quienes no lo odiaron fue por su complejidad. Él,
por sí solo, era un misterio. Pero yo no era uno de ellos, mi odio creció
durante la cena que los Stark
ofrecieron a Robert Baratheon durante
su estancia, y continuó durante el tiempo que Eddard se mantuvo en la capital como Mano del Rey, antes de que todo se perdiera en un mar de estiércol
e injusticias. Cuando fue capturado por los hombres de Robb en Choque de Reyes
aplaudí, no les miento. Quería verlo muerto, encerrado, encadenado, humillado,
pagando por todos y cada uno de los crímenes que él y su familia habían
cometido antes y después de que la guerra estallara.
Pero después
sucedió algo interesante: Tormenta de
Espadas nos ofreció su punto de vista. No fue algo sencillo, ¿eh? Dejar de
detestar a alguien toma su tiempo y es un proceso tortuoso. En sus dos primeros
capítulos aborrecí su grosería, me asqueó la forma tosca con la que trató a su
primo o la manera despectiva con la que le hablaba a Brienne. Y me sorprendió que, aun estando en ventaja, ella no lo
abofeteara al primer insulto. ¿Cuándo cambió mi visión de él? Cuando su primo
murió y tanto él como Brienne fueron
tomados prisioneros. Ahí fue donde su actitud se transformó. No fue en Harrenhal donde eso sucedió (sí, fue
allí donde lo conocimos más), pero fue en este específico momento donde
comenzó. Dejó de ver a Brienne como
la moza horrenda e ingenua que servía a Catelyn
Stark para convertirse en su colega de tormentos y, a su vez —sin quererlo
ni planearlo—, formaron una unidad.
Conocimos a Brienne de Tarth desde la perspectiva de Catelyn, una esposa dedicada al hogar cuya visión de mujer ideal estaba lejos de lo que se encontró cuando se topó con la doncella de Tarth. Curiosamente, el matrimonio Stark también tuvo una niña que soñaba con vestir una armadura y pelear con espadas frente a otros caballeros. A su manera, Brienne es la versión adulta de Arya, por mucho que a Catelyn le cueste admitirlo y sin importar cuántos vestidos quiera ponerle mentalmente a la niña. Sin embargo, de golpe nos damos cuenta que ella posee algo que Arya perdió tiempo atrás —cuando comenzó a vagar a lo largo de Poniente, convirtiéndose en fugitiva, escondiendo su cabeza de cualquiera que pudiera reconocerla—, y eso es la inocencia. Esa inocencia va acompañada también de ingenuidad, una dosis de fantasía y otra tanta de bondad.
Conocimos a Brienne de Tarth desde la perspectiva de Catelyn, una esposa dedicada al hogar cuya visión de mujer ideal estaba lejos de lo que se encontró cuando se topó con la doncella de Tarth. Curiosamente, el matrimonio Stark también tuvo una niña que soñaba con vestir una armadura y pelear con espadas frente a otros caballeros. A su manera, Brienne es la versión adulta de Arya, por mucho que a Catelyn le cueste admitirlo y sin importar cuántos vestidos quiera ponerle mentalmente a la niña. Sin embargo, de golpe nos damos cuenta que ella posee algo que Arya perdió tiempo atrás —cuando comenzó a vagar a lo largo de Poniente, convirtiéndose en fugitiva, escondiendo su cabeza de cualquiera que pudiera reconocerla—, y eso es la inocencia. Esa inocencia va acompañada también de ingenuidad, una dosis de fantasía y otra tanta de bondad.
El único pecado
de la hija del Lucero de la Tarde es
sincerarse ante un mundo que rara vez aprecia la sinceridad. Los Siete Reinos se yerguen bajo un manto
de traiciones, guerras, deserciones y un invierno a punto de llegar. Pero
cuando ella nos es introducida en la saga, deja ver el romanticismo que
envuelve su ideal de caballería: “Para la
gente como nosotros, el invierno no llega jamás. Si caemos en combate, se
cantarán canciones sobre nosotros, y en las canciones siempre es verano. En las
canciones, todos los caballeros son galantes, todas las doncellas son hermosas,
y siempre brilla el sol” (Choque de
Reyes, Pag. 328, George R. R. Martin). Al principio, Catelyn siente lástima por ella, al
igual que nosotros porque, además de eso, tiene que lidiar con un entorno despectivo
que la desprecia por ser todo aquello que una mujer no debe de ser, tanto
física como mentalmente. Únicamente protegida, quizá, por ser hija de un Lord. Brienne —con una altura superior a la
media masculina— viene a romper el molde de mujer y de guerrero en Poniente; los transforma y los
reconstruye convirtiéndose por derecho propio en uno de los personajes más
emblemáticos de la saga.
No me esperaba
mucho de ella, pero tampoco preví que Catelyn
haría un último movimiento desesperado para volver a ver a sus hijas. Cuando
tomó la decisión de liberar a Jaime
Lannister y otórgale la tarea a Brienne
de escoltarlo de regreso hasta Desembarco
del Rey, a cambio de Sansa y Arya, hizo más que un simple trueque,
le otorgó al Matarreyes (sin saberlo, ni quererlo) la posibilidad de
redimirse, y a Brienne, la
perspectiva de convivir un buen tiempo con el hombre que rompió el juramento
más sagrado de todos, al matar al rey al que le prometió lealtad. La peor
deshonra que puede cometerse ante una mujer tan idealista. Es aquí donde
quiero introducir la dinámica de estos dos personajes específicamente en la
serie de televisión Game of Thrones
para equilibrar la balanza entre ellos ahora que sus POV’s en los libros serán
recurrentes (mientras vivan), porque Tormenta
de Espadas únicamente nos ofrece la perspectiva de Jaime, mientras que la serie utiliza la visión de Brienne para poder entender al hombre
sin honor que busca un poco de respeto. Sería muy difícil sentir empatía hacia
él sino es atreves de los ojos de una persona tan honesta como ella. También
creo justo mencionar aquello que, a mi parecer, la serie hizo bien, como
contrapunto al mencionar anteriormente aquello que hizo mal. De paso quiero
hacer una mención especial, no sólo a los productores, guionistas y directores
en este específico arco sino también a Nikolaj
Coster-Waldau como Jaime Lannister
y Gwendoline Christie como Brienne de Tarth (un papelazo que le
queda a la medida) por la extraordinaria química que demuestran dentro y fuera
de la pantalla, ¿cómo no disfrutar eso?
Brienne de Tarth y Jaime Lannister en el castillo de Harrenhal. |
Antes de que la
segunda temporada terminara, ya nos imaginábamos el horror que se le venía
encima a la propia Brienne al tener
que viajar durante días con un ser tan despreciable, cínico y grosero como
sería Jaime en cada oportunidad que
tuviera. Y dicho y hecho, por cada empujón, jaloneo y orden que la mujer le
daba, Jaime le respondía con alguna frase tosca, un insulto o un sobrenombre.
Ella, por su lado, le llamaba Matarreyes a la cara, ese título que
él tanto aborrecía. Éste hostigamiento por parte de Lannister continuó incluso cuando el nombre de Renly apareció entre sus frases para insinuar algo que era a todas
luces cierto: Brienne amaba al
hermano menor del rey Robert, pero
éste a su vez (un hombre ya casado) se sentía más atraído por hombres que por
mujeres. Cuando Jaime hizo una
referencia sexual al Trono de Hierro,
forjado con espadas, Brienne estalló y obtuvo como respuesta un: “No te culpo. Ni lo culpo a él tampoco. No
elegimos a las personas a la que amamos”, una frase con la que además
justificaba la relación incestuosa que él mismo mantenía con Cersei, esperando que quizá Brienne no lo juzgara también por ese
motivo.
Pero cuando caen
en manos de Vargo Hoat la dinámica
de ambos se transforma. Entienden que la única fuerza que podrán obtener en ese
círculo tan salvaje sólo procederá de ellos mismo y no de terceros. Ella deja
de ser una mujer al servicio de una Stark
y él se olvida por un momento de ser un Lannister. A pesar de que Hoat
y sus hombres los encuentran por primera vez fundidos en una pelea a muerte con
espadas, no pasaría demasiado tiempo antes de que ambos comenzaran una cadena
de favores mutuo que se alargaría a lo largo de todo el viaje. Jaime salva a Brienne de una múltiple violación a base de mentiras, prometiendo
zafiros que no existían, y ella se da cuenta de ello. Tiempo después, cuando él
pierde su mano, es Brienne quien le
da la fortaleza para continuar luchando a pesar del dolor (“No puedes morir. Tienes que vivir”). Ya en los baños termales de Harrenhal, debilitado, desnudo, con un dolor agonizante, probablemente
con delirios febriles y a solo unos metros de la mujer que representa todo el
romanticismo utópico de los caballeros juramentados al servicio de un rey, decide
dejar caer esa máscara de soberbia, cinismo, hipocresía, prepotencia y
galantería para dejar únicamente una fina capa de modesto heroísmo y explicarle a ella (y sólo a ella) el motivo por el que mató a Aerys II,
consagrándose en aquel entonces como un rompe juramentos, hombre sin honor y magnicida, pero
salvando con ello a toda la población de Desembarco
del Rey sin la mínima intención de que alguien le premiara por aquel loable gesto. No buscó
reconocimiento. Es aquí donde Brienne de
Tarth comprende a la persona que tiene frente a si y le
perdona por ese único acto. Más
tarde, cuando se despiden en aquella habitación lúgubre, ella lo reconoce como Ser por primera vez, y lo
llama por su nombre, en una de las escenas más conmovedoras de la tercera temporada, a pesar de su brevedad.
Brienne de Tarth y Ser Jaime Lannister en La Torre de la Espada Blanca. |
La relación de Jaime y Brienne trasciende porque está forjada en la compasión, el respeto mutuo y una admiración creciente que no brotó de la noche a la mañana, sino que se fue contrayendo a lo largo de toda una travesía por caminos infernales, durante tormentos que les quitaron el sueño y materializaron pesadillas repletas de realidades. La serie lleva esta amistad a un nivel que en el libro se queda corto (más por la perspectiva que por otra cosa), construyendo una balanza que se antepone en cada escena compartida. Largas miradas que saben a discursos, y breves palabras, que en otros personajes sonarían superfluas y trilladas, adquieren matices distintos al brotar de sus labios. Si no es sinceridad y perdón lo que reflejan en pantalla, yo no sé qué podría ser. Aceptaron sus errores y bajaron sus espadas en son de paz mientras otros las levantaron para matarse por diferencias menos dignas de mención. Sin embargo, no es la confesión de Jaime lo que le otorga la redención, sino esa serie de buenos actos que florecen cuando trata de salvar a esa mujer a la que aprendió a respetar por todo lo que representa. La alegoría que George R. R. Martin hace de La Bella y La Bestia se cuela en esos momentos decisivos donde la humildad se antepone a la soberbia y la sinceridad brota a flor de piel cuando ya no queda nadie a quién mentirle. Y sólo por eso, ambos personajes merecen un reconocimiento. Si me he extendido tanto ha sido porque no me esperaba lo que me ofrecieron. En un entorno donde todo se basa en mentiras, conspiraciones y ansias de poder (que incluyen matrimonios concertados y emboscadas que terminan en bodas rojas y venenos) estos dos individuos logran sobresalir, pasando por encima de todos aquellos que luchan por un lugar en el juego de tronos; porque solo buscan su lugar en el mundo, que seguramente no está detrás de un puesto de poder ni en las suaves habitaciones de un pacifico castillo.
Miedo me dan sus
destinos, imposible decir que no. Esta es una saga donde nadie tiene un final
feliz: los héroes son decapitados, sus lobos asesinados y los castillos
quemados hasta quedar en ruinas, mientras el invierno amenaza con venir y los
dragones se alimentan de fuego más allá del mar. Pero siempre nos quedarán las
canciones, ¿no? En las canciones siempre es verano. Quizá algún día se escriba
una canción que hable de un príncipe herido que cabalgó sin detenerse hasta las
cenizas de Harrenhal para rescatar una doncella vestida de rosa cuyo destino era ser devorada por un oso salvaje en el
foso de Hoat; y que, tiempo después,
ese noble caballero le regalaría su espada forjada de acero valyrio como un último gesto de redención y
disculpa.
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PEQUEÑAS NOTAS:
*Aunque la
mayoría del post habla exclusivamente del libro Tormenta de Espadas he puesto imágenes de la serie de televisión
porque comencé a leer Canción de Hielo y
Fuego con un mapa de los personajes del programa de la HBO en mi mano para poder grabarme su apariencia mentalmente al
saber que serían decenas de protagonistas los que poblarían aquellas páginas. Así
que para mí los actores de la serie siempre han sido los protagonistas de los
libros.
*Tengo todas las
intensiones del mundo de comprar el pack de los cinco libros que han sido
publicados de la saga pero hacer eso me tomará unos dos meses así que mientras
ahorro me dedicaré a leer una que otra cosilla.
*Dudo muchísimo
que haga un post de Festín de Cuervos,
pero cuando termine Danza de Dragones
me verán escupiendo cuanta teoría me salga de la mente, lo juro por los dioses
antiguos y nuevos.
ADIÓS.
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