He sido fan de LEGO
toda la vida y no tengo motivos especiales para serlo. Es decir, nunca he tenido
un set original de la compañía danesa y ni siquiera he experimentado armar algo
con las piezas de construcción que se venden por separado. Además, estoy muy
segura que los DUPLO con los que jugué en mi infancia ni siquiera eran
originales. Eso no me impide confesar que, desde que abrí mi cuenta en YouTube
tenga, mínimo, unos 20 canales relacionados con LEGO que veo casi a diario.
Canales de personas de todo el mundo que ven esto como hobby o un estilo de
vida. Gente que tiene una ciudad entera construida con los sets preciosos que
están a la venta en cualquier lado. Es genial ver los time-lapse donde construyen
la Estrella de la Muerte o el Empire State y darse cuenta que es posible que
sean disfrutados tanto por niños como por adultos. Si a mí me sobrara el dinero
a borbotones y tuviera un lugar dónde guardar joyitas como estas pues miren, me
atiborraría hasta el clóset de tanto monito amarillo, lo juro.
Así que, cuando
me enteré que se iba a estrenar una película basada en las series de LEGO, le
dije sí al instante. Muy poquito me importó de qué trataría, cómo se manejaría
la trama o quienes serían los protagonistas; si me ofrecían algo bonito y
gracioso para mí seria interesante. Pero claro, para los verdaderos amantes de LEGO
las exigencias serían un poquito más elevadas; es lo justo.
Apenas hace tres
día me puse a ver la película y EHM, QUIERO DARLE UN SÍ TOTAL Y BENDECIRLA. EVERYTHING
IS AWESOME! Sé que esta es la frase más trillada sobre la película y probablemente
ha aparecido en cada review positivo que han hecho de ella, pero qué
maravillosa forma de definirla, ¿eh? Se lo merece. El personaje principal, Emmet,
no podría ser más perfecto (y original), pero también es una mediocridad
andante y eso también se agrade, sobre todo porque resulta a veces bastante
cansadito que el héroe infantil siempre se lleve unos aires de perfección difíciles
de creer. Emmet, en su condición de constructor, logra confundirse con esa
multitud que le rodea y no necesariamente lo acepta, cosa que parece no
entender al principio porque vive en una sociedad orwelliana donde todo es
perfección y alegría pero también es monitoreada y vigilada extenuantemente por
Lord Business, un tirano perverso cuyo único motivo en la vida es abolir la
diversidad, la originalidad y el individualismo para que todo sea tal y cómo él
lo deseé. Y los ciudadanos lo aceptan, así sin más. Wyldstyle, por otro lado,
le da el toque femenino post moderno, alejado de toda princesa con uñas
pintadas que se asome por cualquier cuento de hadas, y le da mil patadas
giratorias sin apenas despeinarse el cabello. Mientras que Bad Cop/Good Cop se
burla con ternura de la dupolaridad absurda de que ciertas figuras de LEGO
vienen en realidad con dos cabezas para darle gestos diferentes a un personaje
en particular, más acorde con lo que se quiera jugar en su momento. Vitruvius,
por otro lado, se lleva muchísimas palmas porque su papel igual te hace reír,
reflexionar o llorar y tiene también sus momentos de gloriosa divinidad, tal y
como Morgan Freeman ya nos tiene acostumbrados. Para cerrar el círculo también
tenemos a Unikitty, una rareza animal que al parecer es un unicornio mezclado
con un gatito a la que el mundo le parece de colores, arcoíris y purpurina. Todo
un contraste tremendo frente a Batman, un trollazo-clásico personaje que sólo
acentúa dos milímetros la oscuridad de su pasado y la vierte allá donde va
(cuando construye sólo utiliza piezas negras… y algunas veces gris oscuro). Benny, 1980-something
space guy mantiene orgulloso todo el optimismo desbordante de la época a la que
pertenece y su sonrisa absurda, junto con su sueño frustrado de construir una
nave espacial, logran hacer que simpatice con un público que se atiborra de
cuento personaje es posible colar entre escena y escena (Superman, Linterna
Verde, La Mujer Maravilla, Metal Beard, Abraham Lincoln, Gandalf, y un laaaargo
etcétera).
Lo que más me ha
gustado de la película es que no te la pasas riendo como imbécil de principio a
fin, y no es que eso te importe demasiado. A veces no se trata de cuántos veces
te ríes del chiste sino cómo te lo están contando y The Lego Movie logra ese
interesante balance entre la risa y la historia; un equilibrio que prevalece
hasta el último minuto. Porque eso sí, lo mejor sucede al final (SI NO QUIEREN
SPOILER DEJAR DE LEER AQUÍ): el mensaje de la compañía llega ahí, cuando se
desvirtualiza la historia y se revela que todo lo que hemos visto ha nacido de
la mente de un niño. ¿Cuántos de nosotros no vimos nuestra infancia proyectada
ahí? ¿Cuántos de nosotros no soñamos de pequeños con construir un universo
entero de fantasía con aquellos bloques de colores? Sin embargo, no es sólo
inventar la historia, sino darle sentido a cada personaje. La adaptación del
entorno del pequeño y su forma de proyectarla a la fantasía. Llama a Maestros
Constructores y superhéroes para que le ayuden a asimilar su realidad. Una
realidad absurda que se cuela entre la incomprensión de no saber por qué su
padre no le permite jugar con… juguetes. Irónico y absurdo, el final logra
sacar una lágrima cuando Emmet, en su mundo y el niño en el suyo, logran recapacitar
a esas mentes adultas prodigiosas para traerles al presente aquello que tanto
amaron de pequeños: la capacidad infinita de crear lo que sea, cualquier cosa,
con aquellas icónicas piezas de colores sin la necesidad de seguir las reglas o
siempre mirar el manual. ¡Mil aplausos a
The Lego Movie! :)
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