D'Artagnan. (Diciembre 2013) |
Hubo un tiempo
en que un mosquetero de uniforme negro custodio sin descanso las puertas de un
falso castillo de mi patria. En realidad no era un castillo, era una casa. Y no
era un mosquetero, era un perro. Hembra, para ser más exacto. Pero su nombre
siempre fue así, D’Artagnan, como el icónico personaje creado por Alexandre
Dumas siglos atrás.
D’Artagnan llegó
con la muerte pintada en su carita y la agonía ciñéndole cada centímetro de su
cuerpo. Su piel desnutrida y sus llagas abiertas llenas de moscas y de pus le acompañan
allá donde se movía (cuando podía moverse, claro, porque la falta de grasa le
permitia caminar sólo un par de metros antes de quedar tirada en el frío
asfalto decembrino). Llegó de ningún lado y se quedó allí donde la calidez se
sintiera más gentil. Allí donde el frío no doliera tanto o donde las bolsas de
basura estuvieran a su altura para que al romperlas no le doliera su frágil mandíbula
ni sus patas delanteras. Yo la vi agonizando con una súplica en la mirada que
jamás he visto en ningún otro ser vivo. La vi moviendo el rabo con alegría cuando me
acerqué a acariciarle su esquelético lomo, a pesar de que su cuerpo llevaba muerto mucho tiempo. Cansado del abandono humano, colapsado sobre su propia
miseria.
Le ofrecí un
plato de comida y un vasito de agua, un pedazo de sombra para que pudiera caer
muerta sin que el sol también ciñera sus garras sobre su cansada alma… Y luego
esperé a que muriera. Fui paciente. Un día, dos días, tres semanas, cuatro meses.
Un plato de comida, un vaso de agua. Dos veces al día, tres veces al día.
Vitaminas. Croquetas baratas. Más agua. Pero ella no murió. Las llagas
empezaron a sanar y las heridas infectadas comenzaron a remitir cuando las
defensas de D’Artagnan aumentaron lo suficiente como para deshacerse de la diarrea
crónica y las pululantes moscas. Ella me ofreció tres siglos de fidelidad por
cada plato que puse frente a su boca, mil años de guardia por cada vaso de agua
que puse a su altura, un millón de movimientos de rabo por cada palito de
carnaza que le lancé por la ventana. Aquel día en que mis padres me dijeron que
no podía adoptarla escribí en este blog los tres puntos suspensivos más dolorosos que he escrito en la vida, me tiré en mi cama y lloré. Lloré y lloré por todo
lo que jamás podría hacer por ella, por todo lo que se le negaría ahí afuera,
por todo lo que jamás podría ofrecerle en su condición de callejero. Pero jamás
la abandoné. Jamás la abandonamos, ni mis padres ni yo. Durmió al ras de
alacranes, en noches frías y días lluviosos, rompió tantas bolsas de basura
como le fue posible y fue atropellada una vez por una unidad de una autoridad
policial que ni siquiera se detuvo para ver el crimen cometido, pero ella
siempre resistió, siempre de píe, con el ladrido en el hocico y la aventura en
su regordete rostro de Labrador. Mansa en el dolor y fiel en madrugadas
peligrosas.
Pero no tenía ningún
hogar, seguía sin tener techo, ni dueños permanentes, alguien que le acariciara
ahí donde se posó la muerte cuando yo no podía hacerlo. Existen ángeles que
nacen con capas y capas de pelo, que caminan con cuatro patas y ladran en lugar
de cantar. Uno de ellos se llamaba D’Artagnan. Y era un mosquetero. Y era
hembra. Y fue callejera. Y un día, de repente, consiguió un hogar. Mi entrañable
D’Artagnan, con dos meses de embarazo y seis perritos metidos en la barriga, fue
adoptada por otros ángeles imperfectos, esta vez humanos, personas gentiles que
merecen, sólo por ese acto, un noble lugar en el cielo de la gente buena.
Lo que hice con
esta perrita es probablemente una de las mejores cosas que he hecho en la vida.
Juré no escribir nada aquí sobre ella hasta que hubiera un motivo digno que me
llevara a la felicidad absurda de verter en palabras toda aquella incertidumbre
que tuve por cada día que vivió ahí afuera. Este pegostito de vida ha sido uno
de mis mayores éxitos, y una prueba irrefutable de lo que somos capaces de
hacer cuando nos ayudamos unos a otros. D’Artagnan fue querida por muchas
personas en este barrio, e incluso por otros que pasaban de vez en cuando.
Vecinos de buen corazón que me hacen volver a tener fe en una sociedad que
muchas veces deja pasar demasiadas injusticias. La vida de D’Artagnan no fue
salvada únicamente por mí ni por mi familia, sino por un puñado de
extraordinarios seres humanos que pusieron su granito de arena, demostrando con
ello que aun existe bondad en el mundo. No puedo nombrarlos a todos, sería
imposible, pero sé que ellos mismos conocen sus nombres, sé que ellos mismos saben
lo que hicieron y quiero que estén consientes de lo extraordinario que son como
individuos, independientemente si sólo se pararon para regalarle una caricia o
preguntarnos cómo estaba.
No hice nada
extraordinario por mi mosquetero, hice lo mínimo que esperaría de cualquier
persona si algún día mi propia perrita se perdiera ahí afuera. Espero que haya
miles de días felices para D’Artagnan a partir de hoy. Nunca olvidaré lo que fue, ni lo que era cuando consiguió un hogar. Ni su presencia, ni sus ladridos, ni
sus lengüetazos, ni sus juegos. Fueron seis extraordinarios meses a su lado y
fue un honor haberme topado con ella cuando moría en una de las zonas más
transitadas de mi ciudad.
Mil gracias a
todos aquellos que la miraron cuando muchos ignoraron su dolor.
D'Artagnan, (abril 2014). |
ya lo lei todo. ¬___¬ estoy llorando y es tu culpa.
ResponderEliminarestoy muy feliz por D'artagnan y muy orgullosa de ti. Se que no fue fácil y obstáculos hubieron muchos, por eso te felicito, por no darle la espalda ni siquiera cuando parecía que nada funcionaba, he ahí un ejemplo de como funciona el mundo. Constancia y dedicación.
¡Muchas gracias, Sarai! Fue un duro camino. No podría decir que fue sencillo, ni barato, pero no me arrepiento absolutamente de nada. Y sí, lo volvería a hacer si las circunstancias se presentaran de nuevo. :')
EliminarFue una larga lucha que emprendiste, sacrificaste algunos antojos que te hubieran gustado haber disfrutado y todo lo cambiaste por comprarle alimento, medicamentos a D´artagnan y ahí tienes los resultados en el comparativo de fotos de Diciembre 2013 a Abril 2014, estoy muy orgulloso de ti y tu noble causa, gracias tambien a todas las personas que pusieron su granito de arena para lograr esto, le cambiaste toda sus expectativas de vida de ahora en comparado con las que tenia en diciembre pasado.
ResponderEliminarD'Artagnan se merecía una segunda oportunidad y estuve dispuesta a ofrecerle eso que se le había negado. Y aun así, merecía un lugar mejor. Espero que jamás vuela a pasar hambre ni frío. Es un ser demasiado puro e inocente como para que lo roce un sólo dolor de este mundo. :')
EliminarQue hermoso!!!Soy admiradora secreta de cada uno de tus relatos...eres una pluma de oro...te das cuenta?Si todos dieramos un poco de amor al que lo necesita,estariamos aportando mucho a este sistema tan agonico...que no dormita...sino que muere dia a dia...Te envio un fuerte abrazo desde Chile...para este noble corazon.
ResponderEliminar¡Muchísimas gracias, Andrea! Hay veces que sucede una especie de milagro y escritos como este me salen de golpe y sin pensarlo demasiado; en cinco o diez minutos. Son post escritos con el corazón y con toneladas y toneladas de amor. ¡Un abrazo de regreso, desde México! ^____^
EliminarLinda recordé una canción que me encanta de Alberto Cortés, "era callejero por derecho propio, su filosofía fue la libertad..."
ResponderEliminarte leí y me me da pena confersarlo, pero en casa hay un perro sano, bonito y bizco; que lo tolero porque mi madre lo quiere y empiezo a verlo de otra manera.. Soy la prima de tu padre.
Como una persona que siempre he apreciado a los animales y estudié casi 3 años de medicina veterinaria no hay cosa que me entristezca más que un perrito callejero. Veo tanto dolor en sus ojitos cansados, y me siento tan impotente de no poder ayudarlos. :'( Nunca he comprado un perro en mi vida, no pienso hacerlo jamás y si es de raza mucho menos, no estoy dispuesta a pagar por amor cuando hay tantos perritos mestizos abandonados ahí afuera. D'Artagnan fue un angelote caído del cielo, que aun agonizando, sacó fuerzas para moverme el rabo cada día que durmió afuera de mi casa. No la pudimos adoptar porque los labradores tiene muchísima energía y tengo una perrita de 12 años que ya no habría podido seguirle el ritmo.
Eliminar¡Conozco la canción del señor Alberto Cortés! :D Mi papá me la enseñó desde que era pequeña. Suelo escucharla a menudo y siempre que lo hago pienso en ella, la callejerita que durmió afuera de mi casa por casi 6 meses.
D'Artagnan desapareció hace 3 semanas y nadie la ha vuelto a ver desde entonces.
Todos los días me pregunto dónde estará. ;_____;